ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Teoría Crítica Y Educación

lago729 de Septiembre de 2013

6.565 Palabras (27 Páginas)452 Visitas

Página 1 de 27

Habermas: Intervención Social y Política Social

Dr. Francisco Gómez Gómez. Dr. Félix Herrador Buendía

y Dr. Vicente Martínez Sierra

Universidad Complutense de Madrid

fgomez@tr.ucm.es

Resumen: La comunicación abordará brevemente la transición desde la Teoría Tradicional a una Teoría Crítica, que supera el dualismo entre teoría y praxis, pensamiento y acción. En definitiva, esclareciendo las relaciones entre ciencia, tecnología y poder. En orden a fundamentar criterios de intervención social del Estado.

Habermas evoluciona desde la Teoría Marxista y la crítica del Materialismo Histórico para dar lugar a una nueva concepción del hombre, pasando desde la responsabilidad solidaria a una democracia deliberativa, para crear un modelo que busca fortalecer las condiciones de la comunicación en las sociedades pluralistas, donde tan necesaria es la justicia del Estado de Derecho como la solidaridad de las Redes Ciudadanas.

Se abordarán algunos conceptos fundamentales de la Política Social aplicada a aquellos aspectos de la Intervención Social que resultan más relevantes a la hora de definir las intervenciones del Estado.

Una democracia deliberativa debe prefigurar unos límites a la imposición de valores para impedir que las ayudas sociales supongan intromisiones en la vida privada de los que las reciben.

En conclusión, intentaremos adaptar las reflexiones teóricas a la intervención social de nuestra propia realidad mediterránea.

1 De la Teoría Tradicional a la Teoría Crítica

Los pensadores que integran la Escuela de Frankfurt se proponen llevar a cabo una crítica de las modernas sociedades avanzadas, de sus sutiles mecanismos de represión y explotación y de la uniformización cultural de las masas.

El pensamiento burgués había promovido la diferente relación en el proceso de producción social, intentando separar radicalmente el trabajo teórico de los trabajos especializados (trabajo del sociólogo, trabajo del economista, trabajo del historiador, etc.); pero esta separación llega a convertirse en un dualismo esquizofrénico: Porque el hombre en unas ocasiones habla como científico y en otras como ciudadano. La reflexión que hace la ciencia de la función social es un dato externo a la teoría misma; que persigue difuminar la actividad de los sujetos y contribuir a la difusión de una imagen de la sociedad entendida como un mecanismo anónimo, de funcionamiento casi automático.

Recordemos que en el mundo del pensamiento triunfó una determinada concepción del ser humano y de la razón, entendiendo a éste como sujeto, frente al cual se situaba el mundo entendido como objeto a dominar reduciendo a éste a lo cuantificable, medible y verificable. En el S. XVIII la Ilustración saca consecuencias prácticas de esta concepción del hombre y del conocimiento. El conocimiento debe ser puesto al servicio de la emancipación del hombre: sometiendo a análisis crítico todo aquello que coarta su libertad, ya sean supersticiones, autoridad o tradición; dominando la naturaleza para ponerla a su servicio. Las pretensiones de la Ilustración eran, a juicio de los frankfurtianos, loables pero el triunfo de esta manera de entender al hombre y al conocimiento produjo consecuencias negativas no previstas. Por un lado la razón se redujo a racionalidad instrumental; a una forma de racionalidad a la que sólo le preocupa el desarrollo de los medios técnicos y tecnológicos para un mayor control y dominio de la naturaleza. Lo que conduce a una cosificación de la naturaleza y, además a la cosificación de los propios seres humanos al aceptar éstos una razón orientada simplemente al rendimiento y obsesionada por los medios y no por los fines. Esta concepción del conocimiento es la que está en la base de la concepción del positivismo de la ciencia que lo reduce todo a hechos, fenómenos y leyes preconizada por el neopositivismo y la filosofía analítica. De ahí que el poder político, interesadamente quiera presentar como científico lo que sólo son opciones y consiguientemente discutibles, tratando la sociedad como si fuera la naturaleza, omitiendo lo peculiar de la sociedad; ignorando que no cuestionar la realidad social es una forma de aceptarla y justificarla.

A dicha teoría, los frankfurtianos, la designan como Teoría Tradicional porque se limitan a entender ésta apoyándose en los resultados estrictos de las ciencias positivas sin cuestionar la realidad vigente; sin preguntarse cómo queremos vivir, y qué tipo de vida es deseable. Abandonado toda función crítica y al hacerlo se convierte en justificadora del presente, en definitiva en pura ideología.

Frente a la razón instrumental la Teoría Crítica plantea la racionalidad como denuncia de toda forma de ideología y de todo tipo de dominio existente en la sociedad actual, que pretendiendo el dominio de la naturaleza, han terminado por dominar al hombre mismo. La irracionalidad de este tipo de razón se ha puesto de manifiesto en las diversas formas de fascismos y nazismos contemporáneos.

Frente a lo preconizado por la Teoría Tradicional la Teoría Crítica se plantea como objetivo prioritario la transformación de la realidad social. Su meta es alcanzar una sociedad más justa, en el convencimiento de que el futuro de la humanidad está unido al pensamiento crítico. Para ello, es necesario recuperar la unidad entre teoría y praxis construyendo una nueva forma de racionalidad, rechazando la racionalidad instrumental y apostando por una razón emancipadora que esté al servicio de la liberación del ser humano.

La Teoría Critica se caracteriza por: afirmar que en todo análisis social no hay imparcialidad; que toda teoría defiende intereses. Que no se puede ser neutral en los juicios de valor. Que el análisis de la sociedad debe considerar a ésta globalmente y como un todo. Y que además toda teoría está mediatizada por la historia, la economía, etc. Todo ello anima a Marcuse a realizar una crítica que él llamaba sociedad cerrada o unidimensional, la preconizada por las sociedades industriales avanzadas que consiguieron disolver toda crítica integrándola en el sistema. El autor aludido lleva a cabo también la crítica a los mecanismos represivos disfrazados de que se valen las sociedades avanzadas para someter todo impulso a las necesidades de producción industrial.

Marcuse y sus denuncias sobre la sociedad industrializada

Los objetivos de las sociedades tecnológicas dependen de la implantación del estado de bienestar. Tal Estado parece capaz de elevar el nivel de la vida administrada, capacidad inherente a todas las sociedades industriales avanzadas donde el aparato técnico dinámico -establecido como poder separado que actúa sobre y por encima de los individuos- depende para su funcionamiento del desarrollo y la expansión intensificada de la productividad. Bajo estas condiciones, la decadencia de la libertad no es un asunto circunstancial de deterioro o corrupción moral. Es más bien un proceso social objetivo en la medida en que la producción y distribución de bienes y servicios provoca la sumisión a la racionalidad instrumental.

Sin embargo, pese a esta racionalidad, el Estado de bienestar es un Estado que coarta la libertad, porque implica una restricción del tiempo libre disponible; de la cantidad y calidad de los bienes y servicios disponibles para las necesidades vitales individuales; e impide el ejercicio de la inteligencia capaz de aprehender y realizar la autodeterminación.

La publicidad, las relaciones públicas, el adoctrinamiento, la obsolescencia planificada, ya no son gastos generales improductivos, sino más bien elementos de los costes básicos de la producción. En consecuencia, un constante aumento del nivel de vida es el subproducto casi inevitable de la sociedad industrial políticamente manipulada, una vez que un cierto nivel de retraso ha sido superado. La creciente productividad del trabajo, permite un consumo cada vez mayor -sin olvidar la creciente diversificación de la productividad. Al prevalecer este sistema, se reduce el valor de la libertad; no hay razón para insistir en la autodeterminación si la vida administrada es la vida más cómoda e incluso la «buena vida». Esta es la base racional y material para la unificación de los opuestos, para la conducta políticamente unidimensional. Sobre esta base, las fuerzas políticas trascendentes dentro de la sociedad son detenidas y el cambio cualitativo sólo parece posible como un cambio producido desde el exterior .

El rechazo del Estado de bienestar; la pérdida de las libertades económicas y políticas que fueron el verdadero logro de los dos siglos anteriores, puede verse como inconveniente menor de un Estado capaz de hacer segura y cómoda la vida administrada. Si los individuos están satisfechos hasta el punto de sentirse felices con los bienes y servicios que les entrega la administración, ¿por qué han de insistir en instituciones diferentes para una producción diferente de bienes y servicios diferentes?45

En la misma obra nuestro autor denuncia la sociedad dominada por la razón instrumental y sigue afirmando: “Se cree morir por la clase, pero se muere por las gentes del partido. Se cree morir por la Patria pero se muere por la sociedad de la abundancia. Se cree morir por la libertad de las personas, pero se muere por los intereses económicos. Se cree morir por el proletariado pero se muere por la burocracia. Se cree morir por el orden y por el Estado pero se muere por el dinero y por el consumo...El hombre unidimensional, en cualquiera de las sociedades; sea la marxista o la capitalista está unido a su pensamiento y a la ideología...los productores adoctrinan y manipulan; promueven una falsa conciencia y así surgen la conducta

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (43 Kb)
Leer 26 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com