Transposición didáctica

Hablar de transposición didáctica como proyecto social de enseñanza y aprendizaje implica en la educación un llamado de alerta a los sujetos formadores; Según E. Díaz , las dificultades que se presentan en el aprendizaje del conocimiento científico a nivel del sujeto que aprende, son un reflejo de los problemas que se presentan a nivel del sujeto que enseña, transferidos de uno a otro en las diferentes etapas del proceso educativo.

Tal como se define en renglones anteriores, son los docentes las personas “idóneas” a realizar el proyecto social de enseñanza, quienes parten de un saber sabio para condenarse a repetir la historia que día tras día y año tras año lo llevarán a un estado fósil de la educación, esto haciendo referencia a la no evolución del conocimiento y por ende a la afectación de la investigación tanto del objeto de saber como del individuo a enseñar.

La transposición didáctica es un elemento que lastimosamente se encuentra aislado y solo en abstracto para muchos docentes, quienes en sus prácticas pedagógicas olvidan la epistemología y buscan el camino más fácil para llegar al “conocimiento”. Es lamentable saber cómo una investigación de la didáctica de las matemáticas que conlleva a Yves Chevallard a revelar algo que para muchos aun está oculto seguirá en la sombra del conformismo.

Parece ambiguo afirmar que un objeto de saber con el cual se debe llegar a una trasposición didáctica, resulte algunas veces inalcanzable para el enseñante ; nos formamos en la pedagogía tradicional y en el positivismo absurdo en el cual todo se daba por acabado y comprendido, nos volvimos seres inertes ante los nuevos cambios y creamos una cultura del conformismo dejando de ser críticos y tomando los conceptos venidos del saber sabio como simples definiciones que ayudarían al proceso de aprendizaje más no al proceso de producción de saberes. J. M. Esteve hace una alusión a la formación docente y los procesos de formación diciendo:

“Parece poco discutible que los modelos formativos tradicionales para la formación del profesorado, que de hecho continúan siendo hegemónicos, no aporten los conocimientos y competencias exigibles para afrontar los problemas más comunes en la práctica educativa. A pesar de los múltiples esfuerzos que tanto administraciones públicas como universidades dedican a la formación inicial y permanente de los docentes en forma de nuevos planes de estudio, seminarios de actualización, cursos intensivos, jornadas de intercambio, etc., la transposición de lo aprendido a las aulas a través de innovaciones metodológicas para mejorar el clima educativo y el aprendizaje de los alumnos continúa siendo una asignatura pendiente”.

Nos dejamos envolver por un sistema educativo proselitista cuyo interés está centrado en acumular competencias y estándares descontextualizados de la educación que no conllevan a crear conocimiento sino, que por el contrario sólo inquiere en el desazón del mismo reduciéndolo al término de “información”; cúmulo de saberes para enfrentarse a una sociedad del siglo XXI que vive anclada a su pasado y a lo que un día fue pero que no podrá ser. Esto haciendo referencia a lo incapaces que nos volvió la formación que recibimos de nuestros docentes, quienes nunca nos prepararon para crear, para innovar, para indagar, para producir, sino que por el contrario nos convirtieron en entes repetidores en donde no había cabida para una transposición didáctica; como acertadamente afirmó el premio Nobel Herbert Simón, el significado de "saber" ha pasado de poder recordar y repetir información a poder encontrarla y utilizarla (Simón, 1996). La cantidad abrumadora de información disponible sobre diferentes temas impide que esta se concentre en un solo maestro o persona experta, o que la educación pueda enseñarlo

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