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Tratados de delitos y penas


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2018  •  Ensayos  •  2.179 Palabras (9 Páginas)  •  111 Visitas

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CAPITULO 1. EL ORIGEN DE LAS PENAS

Este capítulo, hace referencia a que los hombres tiene que hacer una especie de alianza, agotados de estar en constante conflicto se ven en la necesidad de crear leyes, sacrificando parte de su libertad, con el objeto de  buscar o  mejorar la armonía social. Pero para que la convivencia mejorara era necesario que todos cumplieran las leyes establecidas; por esa causa se constituyeron penas contra aquellos hombre que decidieran desobedecer  las leyes.

CAPITULO 2. DERECHO DE CASTIGAR

El autor nos hace referencia a que la pena sólo debe existir, si se deriva de la absoluta necesidad, siendo está  más sagrada e inviolable, y mayor la libertad a que el soberano conserve a sus súbditos, facultando a este por un  pacto,  y asi para poder sancionar los atentados de individuos que van en contra de la salud publica. La necesidad precisó a los individuos a condescender una porción de su propia libertad; aunque para algunos es mas difícil de mantenerse dentro de esos límites de libertad. La unión de estas libertades mediante un pacto evitaron creación de nuevas guerras y asi mismo se creo el derecho de castigar.

CAPITULO 3. CONSECUENCIAS[pic 1]

Este capítulo señala tres consecuencias de las penas.

- La primera consecuencia es que las penas de los delitos sólo pueden ser decretadas por las leyes; y esta autoridad debe residir unicamente en el legislador. ningún juez, en estado de ira o venganza, pode imponer o modificar una pena a su conveniencia de una forma desmedida.

- La segunda consecuencia establece que los intereses de un pacto, deben ser vigilados por todos para evitar violaciones  evitando un desconcierto dentro del sistema, cuyo objetido del sistema es la aplicación de la justicia, la crecion de leyes,  juzgadores encargados de imponer las sanciones respetivas a los infractores evitando que la nación se

- La tercera consecuencia, no se trata de que los hombres prueben la atrocidad de las penas como medida de prevención, ya que sería contrario al pacto, decidiendo asi  buscar una vida mejor y faltar este pacto, violarían los principios y esto causaría que el soberano estaría automáticamente gobernando a un gran número de esclavos y no ciudadanos.

CAPITULO4. INTERPRETACION DE LAS LEYES

Indica una cuarta consecuencia, en el cual señala que los jueces criminales no pueden interpretar las leyes penales, porque no son legisladores. De lo contrario, estaríamos indudablemente, frente a sus emociones más sombrías  y desmedidos sentimientos. Los jueces no recibieron las leyes como una tradición, sino como la legítima voluntad de todos. El autor señala que en todo delito debe hacerse un silogismo perfecto. Hubo muchos casos en donde los mismos  delitos fueron castigados con distintas penas debido a la imparcialidad de los jueces, que son los encargados de interpretar las leyes, y dar. Los intérpretes de la justicia son humanos. Por ese motivo, los jueces no pueden interpretar la ley en forma perfecta, pero deben hacerlo lo mejor y más imparcialmente posible.

CAPITULO 5. OSCURIDAD DE LAS LEYES

En este capítulo hace referencia que es peligroso que las leyes estén plasmadas en una lengua extraña al pueblo, ya que pueden cometerse delitos por falta de entendimiento  de las leyes. Cuando la mayoría del pueblo entienda las leyes, se reducirá el número de  delitos cometidos.

CAPITULO 6. PROPORCION ENTRE LOS DELITOS Y LAS PENAS

Los delitos deben ser castigados, conforme a la magnitud que violaron o pusieron en peligro el bien tutelado del ciudadano, no obstante no todos los delitos dañan de igual manera a la sociedad; pero entonces cuanto mayor sea el delito, mayor deberá ser la pena correspondiente. Por ese motivo, también debe existir una escala de penas, que deben ser proporcionales a los delitos cometidos.

CAPITULO 7. ERRORES EN LA GRADUACION DE LAS PENAS

La graduación de los delitos debe considerarse según la gravedad del pecado. Pues se podría decir que en realidad, ya que la gravedad del pecado depende de la perversidad del corazón de cada uno; ya que no sabemos cómo seres humanos lo que el prójimo siente. El único ser capaz de tener ese conocimiento un ser omnipotente llamado Dios. Y que, en ciertas ocasiones el hombre con buenas intenciones, provoca algún daño a la sociedad y el hombre con las peores intenciones, puede causar un  bien a la sociedad, motivo por el cual el hombre debe diferenciar, la aplicación de la ley, que él creó y la ley de Dios.

CAPITULO 8. DIVISION DE LOS DELITOS

Según nuestro autor, existen tres tipos de delitos. Los primeros los denominó de lesa majestad y son aquellos que tenían por finalidad destruir directamente a la sociedad o a quien la representa; los segundos tienen que ver con la seguridad de los particulares, son cometidos actos que van contra el honor, la vida o los bienes del ciudadano; los terceros están relacionados con las acciones contrarias a lo que cada uno está obligado a hacer o no hacer.

CAPITULO 9. DEL HONOR

 Si bien es cierto el honor es uno de los derechos de las personas y que por tanto se han convertido en bienes tutelados por la ley, tal es el caso de nuestra legislación civil, tanto federal como local, donde se señala que el honor es uno de los derechos irrenunciables del hombre. El autor nos hace referencia en cuanto que existe una diferencia entre las leyes civiles y las de honor. Las leyes civiles son aquellas que defienden las cosas y bienes de cada hombre. En cambio, las leyes de honor, son aquellas que defienden el mismo honor de las personas. En este caso por ejemplo seria delitos en contra del racismo o discriminación de todo tipo.

CAPITULO 10. DE LOS DUELOS

En este capítulo se explica que de la necesidad de los sufragios de otros nacieron los duelos  privados. Estos tuvieron su origen en la anarquía de las leyes. En ocasiones la ley es incapaz de dirimir algunos de los conflictos suscitados entre los hombres y ni las advertencias de muerte a quien participará en ellos, logró erradicar esta practica, a la que nadie que fuera emplazado a ella se podía negar, pues se haría acreedor a una sanción mayor que la propia muerte: el deshonor.

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