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Vamos A Contar Mentiras


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2014  •  24.448 Palabras (98 Páginas)  •  283 Visitas

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VAMOS A CONTAR MENTIRAS

(Nueva versión.)

Obra en dos actos, original de

ALFONSO PASO

PERSONAJES

(Por orden de aparición.)

JULIA: Paola

ELISA: Ivanna

LORENZO: Xavier

CARLOS: Daniel

JUAN: Henry

LUCIA (RAMIRO): Arianna

BERMES: Ricardo

ROSA: Jolly

UNA MUJER y VOZ: Cindy

Acción. En un barrio de casas situada en los ceibos y en la casa del matrimonio Poveda.

Época: una Navidad de nuestros tiempos.

Lados: los del director de escena.

Cada actor se encargará de su vestuario y utilería con la aprobación del grupo.

Palabras muy usadas que cambiamos:

Turrón = relleno

Fruta escarchada = pan de pascua

Felices Pascuas = Feliz Navidad

Madrid = Guayaquil

Coche = Carro

Hotelito - Hotel = Casa

ACTO PRIMERO

(Juan corre a la puerta y la cierra con llave. Suena el timbre de lSuena Canción “Vamos a contar mentiras”.

Salón en casa de Carlos y Julia Poveda. Trátase de una gran habitación, espaciosa, decorada y puesta con un excelente buen gusto. Es un departamento en un condominio situado en un barrio residencial en Ceibos. En el foro hay un gran ventanal practicable, que comunica directamente el salón con un jardín estilo inglés. Hacia la derecha, también en el foro, la puerta de acceso al departamento, dotada de cerradura y cerrojo de resbalón. Puertas a derecha e izquierda. Esta última abre paso al resto de las habitaciones. La primera comunica directamente con un dormitorio. Una ventana con balcon. Sofá, una butaquita, una pequeña mesa con bebidas. Un biombo. Teléfono. pantalla plana. En las paredes buenos cuadros, cortinas de excelente gusto en el ventanal. Son las ocho y media de un 24 de diciembre de nuestros tiempos. En el foro, en lugar adecuado, hay un bonito árbol de Navidad poblado de lucecitas multicolores.

(ELISA, una asistente domestica. Tiene veinticinco años, es delgada, de pequeña estatura y músculos flexibles. JULIA está cercana a los cuarenta, no excesivamente y es una mujer de singular encanto y especial elegancia. Viste soberbiamente, un vestido de gala y se adorna con unas joyas magníficas.)

JULIA.—Elisa, puedes escuchar música.

ELISA.—Prefiero acostarme, señora. De verdad.

JULIA.—Es una pena que no tengas familiares en Guayaquil ni novio ni cualquier cosita. Ya sabes que las mujeres que no tienen novio tienen su cualquier cosita.

ELISA.—Sí. He visto que eso esta de moda en Guayaquil.

JULIA.—Si tuvieras amigos podría pasar la Navidad con ellos. Me da pena que cenes sola y te vayas a dormir.

ELISA.—No se preocupe por mí, señora. Le aseguro que no me importa.

JULIA.— Mi esposo está muy contento contigo, en el mejor sentido de la palabra. Me dijo que en las dos semanas que estas aquí has demostrado unas ganas de...de... ¿cómo se dice eso que les gusta a los alemanes?

ELISA.—Trabajar.

JULIA.—Eso. Unas ganas de trabajar poco frecuentes por aquí. Y que eres una muchacha pilas y no se nota en nada que eres recién llegada a la ciudad.

ELISA.—Trabajé en Salinas. No es Galápagos, ya lo sé. Pero no está mal.

(La luz tiembla. Baja de intensidad.)

JULIA.—¡Oh no, otra vez la luz!

(La luz sube gradualmente.)

ELISA.—Está toda la tarde así. No se preocupe. No llega a apagarse del todo. ¿Si ve?

(La luz baja.)

JULIA.—¿Tu crees?

ELISA.—Siempre ocurre cuando llueve. Debe ser que se llena el estero salado. (La luz sube.) Ahí volvió.

JULIA.—A mí me marea.

ELISA.—A mí también. Claro que soy muy propensa a los mareos. Cuando bajo de un carro empiezo a caminar como borracha y me tienen que agarrar.

JULIA.—¿De verdad no quieres que llame a la chica de la casa de al lado? Creo que tienen preparada una farra a base de villancicos que va a ser estupenda. La vecina me ofreció relleno y pan de pascua.

ELISA.—Si usted me lo permite le diré que, con todo respeto mi niña, la Navidad me parece una ocasión excelente para descansar, meditar sola y dormir tranquilamente en lugar de cometer excesos. Se puede tocar una pandereta porque ganó la selección, pero como es Navidad me parece un poco exagerado.

JULIA.—¡Qué rara eres!

ELISA.—No soy rara. Soy de Calceta.

JULIA.—¡Ahhhhh!

ELISA.—¿Necesita algo más?

JULIA.—No. ¡Ah!, si llama la señora de Pérez, le dice que nos fuimos a cenar a Samborondón.

ELISA.—¿Por qué?

JULIA.—¿Cómo que por qué?

ELISA.—¿Por qué tengo que decir que van ustedes a cenar a Samborondón, si en realidad van a cenar al centro?

JULIA.—Pues no sé... porque los dos están lejos.

ELISA.—Es una mentira innecesaria. Tenga en cuenta que la señora de Pérez cena en su casa, no sé por qué hay que mentirle.

JULIA.—Es verdad. Bueno, dígale que nos

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