CRISIS ACTUAL
gyoo3 de Noviembre de 2013
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Los factores determinantes de la actual crisis económica y financiera internacional son de naturaleza estructural. En primer término, las instituciones y prácticas de la denominada nueva arquitectura financiera internacional, compuesta por un sistema global de grandes bancos de inversiones, fondos de cobertura y vehículos especiales de inversión, están inadecuadamente reguladas o carecen de cualquier tipo de regulación. En segundo lugar, la crisis se ha desatado en momentos en que se registran fuertes desequilibrios mundiales: entre el trabajo y la circulación de capitales, el déficit comercial de los Estados Unidos y el predominio del capital financiero sobre el capital productivo, entre otros. Así, la burbuja del mercado de crédito hipotecario de alto riesgo y la consiguiente deflación de la deuda, junto con el largo período de abundante liquidez y las bajas tasas de interés antes de la crisis, llevaron a los inversionistas a buscar mayor rentabilidad y a subestimar los riesgos.
El alto nivel de endeudamiento del sector privado, sobre todo de los hogares estadounidenses, es más bien un síntoma, que refleja los factores estructurales de la crisis, tanto financieros como no financieros, que constituyen la esencia de las economías contemporáneas.
Tras la conmoción en el mercado de las hipotecas de alto riesgo y la pérdida de valor de una enorme cantidad de derivados construidos sobre la base de dichas hipotecas, las condiciones económicas mundiales sufrieron un marcado deterioro desde mediados de septiembre de 2008, con lo cual las perspectivas y el contexto externo para América Latina y el Caribe también empeoraron. Este deterioro comenzó en realidad a mediados de 2007, cuando el aumento de la tasa de desempleo de los Estados Unidos provocó el colapso del mercado de las hipotecas de alto riesgo. La crisis de este mercado comenzó a repercutir rápidamente en los estados financieros de instituciones financieras sólidas, que tenían y vendían derivados con hipotecas de alto riesgo como activos subyacentes. Al mismo tiempo, las fuertes alzas de los precios de los alimentos y la energía golpeaban a la economía mundial, lo que llevó a algunos bancos centrales a aumentar las tasas de interés para controlar las presiones inflacionarias, mientras otros simplemente mantenían las estrictas condiciones monetarias adoptadas en la etapa de prosperidad.
La CEPAL predijo que la gran volatilidad de los precios de las materias primas, sobre todo alimentos e hidrocarburos, era un fenómeno global atribuible a una combinación de factores. Algunos de ellos son de índole estructural: el aumento de la población y de los ingresos, a su vez asociado a la creciente demanda de alimentos; la rápida industrialización de Asia, que promovió la demanda de materia prima y energía, y el otorgamiento generalizado de subsidios a la producción de biocombustibles en Europa y los Estados Unidos, que se agrega a la presión sobre los precios en los mercados agrícolas. Hay otros factores de naturaleza más especulativa, como el exceso de liquidez y la influencia de los fondos de cobertura, que cada vez se orientan más hacia los mercados de los productos básicos. Si bien el reciente descenso de precios de algunas materias primas refleja cuánto influyen los movimientos especulativos en la volatilidad de esos mercados, aún no se ha definido claramente el peso relativo de los factores estructurales y especulativos en las fluctuaciones de precios.
A continuación se enumeran tres fenómenos interrelacionados que sacuden a la economía mundial y se refuerzan mutuamente: la crisis financiera, la desaceleración del crecimiento y los cambios de los precios relativos internacionales. El mercado de títulos comerciales a corto plazo se paralizó y nadie estaba dispuesto a prestar. Desde entonces, los diferenciales de crédito se ampliaron significativamente, las bolsas se desplomaron y las economías del mundo tambalean. El contagio financiero se extendió al resto de la economía y al mundo en general. La respuesta a la crisis se centró en desbloquear el crédito y evitar mayores daños a la economía mundial, pero la crisis ya golpea a la región de América Latina y el Caribe y reina la incertidumbre.
Pese a que esta vez los mercados emergentes no fueron los que provocaron la crisis, hoy su demanda agregada es más vulnerable a una contracción de la actividad económica mundial debido a la dependencia de la demanda externa y la inversión extranjera. Las instituciones financieras y los fondos de cobertura de las economías desarrolladas rápidamente retiraron grandes sumas de dinero de los mercados emergentes, lo que causó problemas a los bancos y mercados locales. Las líneas de crédito, fundamentales para las transacciones internacionales, también se congelaron, lo que afectó el comercio y redujo los ingresos de exportaciones.
Los gobiernos de las economías emergentes también han actuado con decisión, bajando las tasas e inyectando liquidez a los sistemas bancarios. Si bien en algunos países se podrían aplicar más estímulos fiscales, no es el caso de los más pobres, que no tienen suficiente margen fiscal para implementar políticas anticíclicas. La asistencia internacional es importantísima, por eso es preciso que los países desarrollados cumplan con los compromisos asumidos de aumentar la asistencia a los países en desarrollo.
Se prevé que el impacto de la crisis económica y financiera mundial en las economías de América Latina y el Caribe se canalizará por cinco vías:
i) Contagio financiero y endeudamiento externo, ii) inversión extranjera directa, iii) demanda externa, iv) remesas de los trabajadores y v) cambios de los precios relativos (sobre todo de los productos básicos). Los efectos de la crisis se propagarán tanto a nivel macroeconómico como microeconómico y los grupos sociales más vulnerables serán los más afectados. Se espera un aumento de la pobreza, sobre todo debido al incremento de los precios de los alimentos y la energía y al deterioro de las condiciones del mercado laboral. El empleo será la variable de ajuste y el resultado final dependerá del marco económico, social e institucional propio de cada país.
La reducida disponibilidad del financiamiento externo obligará a las empresas privadas más grandes a recurrir a los mercados internos, que probablemente tendrán problemas de liquidez. Este hecho, sumado al aumento de la incertidumbre, pondrá en aprietos a las pequeñas y medianas empresas que deseen acceder a recursos financieros. El endeudamiento interempresarial a lo largo de la cadena de producción también ha registrado un marcado descenso en la región, paralizando los proyectos de inversión y las prácticas establecidas y afectando seriamente la posición financiera de un creciente número de empresas. La restricción de las condiciones financieras internacionales también tendrá un efecto negativo en la entrada de inversión extranjera directa, que en los últimos años era una importante fuente de financiamiento para algunos países y que en 2009 se espera que se reduzca. En 2008, la inversión extranjera directa que ingresó a los países del Caribe, en su mayoría vinculada al turismo, representó entre el 15% y el 25% del PIB. En Costa Rica, Panamá y la República Dominicana, se situó entre el 6,5% y el 8% del PIB y en Chile y el Perú fue de alrededor del 5% del PIB. La inversión extranjera directa total que ingresó a la región fue levemente menor que la cifra registrada en 2007, como consecuencia de un aumento estimado del 7% en los países ricos en recursos, especialmente en América del Sur, y un descenso previsto del 25% en las economías más dependientes de las exportaciones, sobre todo de manufacturas, y el turismo, como las de México, Centroamérica y los países del Caribe. A medida que el crecimiento económico mundial pierde impulso, lo mismo ocurre con la entrada de inversión extranjera directa. La desaceleración de los países desarrollados reduce la necesidad de inversión extranjera directa destinada a la búsqueda de la eficiencia y de recursos en la región, mientras que la desaceleración de las economías de la región reduce los incentivos para la inversión extranjera directa destinada a la búsqueda de mercados. Además, la crisis de liquidez limita la capacidad de las empresas de financiar operaciones de fusión y adquisición, que constituyen la forma más importante de inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe.
Las importaciones no petroleras desde México comenzaron a desacelerarse a mediados de 2007 y continuaron bajando hasta registrar una contracción interanual del 2,4% en el tercer trimestre de 2008. Por su parte, las importaciones provenientes de los países centroamericanos se comportaron prácticamente igual que las de otras regiones del mundo, lo que puede atribuirse a que, pese a que hay indicios de una desaceleración e incluso una contracción de las manufacturas de Centroamérica destinadas al mercado estadounidense, este descenso se ha visto compensado por el aumento de precios obtenido en las exportaciones de productos básicos.
Cabe esperar que el descenso de las exportaciones de mercadería tenga un mayor impacto en el crecimiento de las economías más abiertas, de las que realizan más transacciones comerciales con los países desarrollados y, sobre todo, de las que venden una mayor proporción de bienes manufacturados a los mercados desarrollados, porque será más difícil encontrar rápidamente mercados alternativos para esos
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