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Convivencia Y Conflicto

karlapro18 de Septiembre de 2014

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1.3 Construcción de la identidad en relación con los demás

La construcción de la identidad propia es un asunto complejo que requiere de toda una serie de habilidades psicológicas que van desde las perceptivas y atencionales (cognitivas), hasta las socio-emocionales y lingüísticas. La construcción de esa identidad pasa en primer lugar e indiscutiblemente por la comprensión y asimilación del propio cuerpo.

Identidad significa ser uno mismo, y para el logro de la propia identidad se precisa la libertad. En la relación con los demás, se comparten semejantes capacidades, tales como el elegir el propio plan de vida, la identificación con la imagen ideal que de sí se construye cada sujeto o la elección de algún bien. En este sentido, la identidad se refiere a una representación que tiene el sujeto de sí.

Pueden colocarse varios criterios de identidad: la identidad numérica de la misma cosa a través de sus apariciones múltiples, la identidad establecida sobre la base de pruebas de identificación de lo mismo o identidad genética, es decir, la continuidad ininterrumpida entre el primero y el último estado de un mismo individuo. También, el individuo se reconoce siendo él mismo a pesar de algunos cambios, es decir, a pesar de variaciones que afectan deseos y creencias, se mantiene como sí mismo.

La constitución y construcción de una identidad propia es posible gracias al lenguaje; por medio de él, entramos en relación con los otros yo y nos reconocemos como tales. El yo es condición de posibilidad de esa construcción. De ahí que haya un sustrato, como elemento de permanencia y continuidad ininterrumpida, pero dicho yo tiene que relacionarse indefectiblemente con otros yoes para que pueda constituirse, y sólo en relación a ciertos interlocutores. Por ello, es necesario que estemos situados en una “red de interlocución” con los demás, sin la cual sería imposible encontrar nuestra propia identidad. El logro de dicha autodefinición solo es posible en esos entramados de interlocución. A decir de Taylor, esta es la situación original que da su sentido a nuestro concepto de identidad, y ofrece una respuesta a la pregunta de quién soy. Lo hace a través de una definición que parte de esta base: desde dónde estoy hablando y hacia quién. La identidad colectiva, de un pueblo o una cultura, se da cuando hay un reconocimiento de otro u otros como miembros de ese pueblo o cultura. Así, se trata de una representación colectiva, intersubjetiva que constituye un sí mismo colectivo y se va forjando participativamente a través de las creencias, actitudes y comportamientos de los grupos a los que pertenece. De este modo, “el problema de la identidad de los pueblos remite a su cultura”

la identidad es una necesidad afectiva ("sentimiento"), cognitiva ("conciencia de sí mismo y del otro como personas diferentes") y activa (el ser humano tiene que "tomar decisiones" haciendo uso de su libertad y voluntad).

2.1 Necesidad de ser reconocido

La verdadera relación con los otros significa no buscar en el rostro de otros el reconocimiento de mi propia identidad, de mi importancia, de mi propio aprecio. Quien vive de la aprobación y el reconocimiento de fuera, vive en la angustia y en la inquietud constante. Nada hay más frágil y voluble que la atención y el aprecio de otros. Para vivir en paz y sosiego y para poder realizar el propio trabajo, que sea un trabajo nacido del amor y no de la necesidad constante de apuntalarse a sí mismo para no caer en el vacío, hay que relacionarse con las otras personas sin buscar nada en ellas, como si ya no existieras. El reconocimiento tiene que ver con la actuación. Se actúa para ser reconocido, en el ámbito que sea.

A la mayoría nos gusta negar la importancia que para nosotros tiene como nos ven los demás. Sin embargo,

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