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Desarrollismo, neodesarrollismo y posdesarrollo. Aspectos claves para del debate

Diego Ldu FunebreroPráctica o problema9 de Septiembre de 2020

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Universidad Central del Ecuador

Facultad de Ciencias Económicas

Desarrollismo, neodesarrollismo y posdesarrollo. Aspectos claves para del debate

Santiago García Álvarez[1]

Introducción

El principal objetivo de este documento es presentar los aspectos fundamentales que caracterizan, distinguen y diferencian a las teorías del desarrollismo y el neodesarrollismo con respecto al llamado posdesarrollo. Presuponemos que estos 3 enfoques mantienen una estructura teórica y epistemológica perfectamente diferenciable y por tanto puede ser objeto de análisis comparativo. Consideramos también que el desarrollismo y el neodesarrollismo tienen la misma vertiente teórica que es el pensamiento del desarrollo latinoamericano de la CEPAL, mientras que el posdesarrollo es una corriente que se nutre de los planteamientos del posestructuralismo francés y que ha sido enriquecida por planteamientos del pensamiento crítico latinoamericano vinculados al poscapitalismo.

Desarrollismo y neodesarrollismo

Desde finales del siglo anterior e inicios del presente siglo, en buena parte de la región latinoamericana se ha extendido con gran velocidad un modelo político y económico que ha sido impulsado por los llamados gobiernos progresistas, cuya definición no es precisa pero que en general se acepta como gobiernos críticos del neoliberalismo.

Pero no solo se trata de la emergencia de gobiernos progresistas de izquierda sino que también se han hecho presentes múltiples movimientos sociales que han planteado una crítica directa y radical al modelo tradicional de desarrollo que ha seguido América Latina en las últimas tres décadas. Desde el lado intelectual también han tomando fuerza los planteamientos sobre la existencia de una crisis civilizatoria del sistema capitalista contemporáneo, ya que por su carácter de crisis estructural y multifacética, amenaza incluso la supervivencia de la especie humana.

En este particular contexto histórico, se presenta el debate sobre las diferentes opciones que existirían para la transformación social. Una de las líneas de esta confrontación teórica e ideológica se da entre el neodesarrollismo y el desarrollismo. Como se conoce, el desarrollismo tomó impulso después de la segunda guerra mundial al calor de los procesos de descolonización en África y Asia.

En el caso latinoamericano, fue una experiencia que propugnaba en lo social un mejoramiento de las condiciones de vida, en lo político la vigencia de la democracia representativa y, en lo económico una modernización capitalista en términos de mayores niveles de productividad lograda a través de la industrialización y una mejor y mayor participación en la economía mundial. El auge del neoliberalismo en los años setenta y subsiguientes fue un duro golpe a la estrategia desarrollista de la región, para pasar a una estrategia de modernización capitalista más agresiva, fundamentada en la liberalización y la desregulación económica.

En concreto, el desarrollismo se expresó en la industrialización, la consolidación de las relaciones capitalistas en el sector rural, la participación activa de las empresas transnacionales para la explotación de los recursos estratégicos, las reformas laborales para garantizar la libertad de contratación, el control de la contaminación a través de tecnologías limpias, la profundización financiera y bancaria, entre otros aspectos.

Por su parte, el neodesarrollismo viene a ser un desarrollismo remozado, en el que predomina un capitalismo de Estado, que a su vez, no solo está interesado en el crecimiento económico, sino que busca superar bajo un enfoque integral las dificultades propias de los países periféricos relacionadas con la inequidad, la baja productividad, la inserción internacional desventajosa, todo ello matizado por la promoción de la sostenibilidad ambiental.

Las variables claves para el cambio estructural comprenden aspectos tales como: difusión de innovaciones, capacidades emprendedoras, calidad del capital humano, flexibilidad del sistema productivo, formación, redes y relaciones entre actores y actividades, protección recursos naturales, recuperación patrimonio histórico y cultural. Todos estos planteamientos forman parte de la llamada competitividad sistémica (Leiva, 2008)

Los gobiernos progresistas de América Latina han cambiado ciertas reglas de juego en los procesos extractivistas en la perspectiva de capturar mayores rentas que se convierten en el soporte de amplias políticas sociales e incluso ambientales. No solo se quedan con la renta extractivista sino que también utilizan una mayor fiscalidad para incrementar sus ingresos con los objetivos señalados anteriormente.

Lo anterior no quita de que todo este proceso podría conducir a confrontaciones de intereses entre las clases desposeídas que se benefician de tales programas con los intereses de las oligarquías locales y de las empresas transnacionales, proceso político que terminan tensando las relaciones sociales pero que el Estado neodesarrollista las gestiona mediante ciertas prácticas de disciplinamiento y control social y la mantención del crecimiento económico que termina beneficiando a los estratos altos y a los estratos medios y bajos.

Posdesarrollo

El posdesarrollo es una corriente de pensamiento asociada a los posestructuralistas franceses, cuya cabeza visible es Michel Foucault (1979, 1973a, 1973b). El posestructuralismo aporta al debate filosófico cuando plantea la necesidad del tomar distancia de formas de pensamiento modernas y eurocéntricas. Cuestiona los discursos, la institucionalidad y las prácticas propias de una visión que deviene en la llamada ideología del progreso (Escobar, 2010).

Frente a la modernización y el progreso vinculados al bienestar material propios del desarrollo económico, el posdesarrollo propone las nociones de multiplicad de modelos socio-organizativos cuya finalidad va más allá del bienestar material, promueve el bienestar colectivo y se fundamenta en las capacidades humanas muy vinculadas a entornos culturales y ambientales diversos. Las necesidades absolutas como empleo, vestido, etc., pasan a ser necesidades relacionales tales como felicidad, tiempo libre, solidaridad, etc.

El desarrollo económico se ha mantenido no solo bajo la visión de la modernización y el progreso, sino que se fundamenta en un tipo de organización económica que busca su expansión en la lógica de la acumulación y la ganancia, como principio y fin de todo el proceso, consecuentemente, quedan subordinados a esta lógica economicista las relaciones sociales y ambientales que no conlleven o no aporten a la revalorización del capital. De esta organización económica deviene un tipo de organización social a imagen de un patrón cultural único denominado modelo occidental de sociedad, y el tratamiento de la naturaleza como un factor netamente productivo (Escobar, 2010).

Escobar (2010, 2005, 1996) llega a decir que hay que ir más allá de la ciencia, del individuo, de la economía y de la concepción de lo real. Este autor argumenta que la episteme racionalista de la ciencia moderna niega equivocadamente otros saberes por no ser funcionales al lucro y la ganancia capitalista, además, lo individual cobra real sentido en el marco de lo social, así como reniega del economicismo y entiende que lo real también pasa por lo emocional.

El posdesarrollo vendría a ser una era posterior a la finalización de la concepción convencional del desarrollo, que tenía firmada su acta de defunción (Escobar, 1991; Sachs, 1992). Esta crítica enfiló desde su inicio contra la noción de subdesarrollo entendida como falta de desarrollo, además contra el discurso desarrollista que dio paso a marcos institucionales y a la profesionalización de los problemas del desarrollo, que contradictoriamente habían excluido a las organizaciones y a los conocimientos de aquellos sectores sociales sobre los cuales supuestamente se aplicaban las acciones para su desarrollo (Escobar, 2005).

Para Escobar (2010) los principios de la modernidad descansan en aspectos tales como la existencia de un individuo racional; la separación entre la naturaleza y la cultura; la separación entre economía, sociedad y naturaleza; la primacía del conocimiento experto. Estos principios aplicados a la realidad erosiona la diversidad humana y natural. La transformación necesariamente tiene que ir más allá del Estado y de las propias estructuras socioeconómicas, sino lo trascendente tiene que ver con los cambios culturales y epistémicos de los modos de conocimiento y de los modelos del mundo.[2]

Las críticas a los planteamientos del posdesarrollo han girado alrededor de que se trata de una corriente de pensamiento que pone mucho énfasis en el discurso, pasando por alto la pobreza y el capitalismo, además, por mantener una visión generalizada y esencialista del desarrollo y porque romantiza las tradiciones locales y los movimientos sociales, tal como lo reconoce el propio Arturo Escobar (2005: 22). Frente a estos cuestionamientos, la respuesta ha sido que el posdesarrollo no intenta lograr la verdad, sino la construcción de un objeto de crítica para el debate y la acción sociopolítica.

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