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Desarrollo Mujer

moka183 de Junio de 2013

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La mujer dentro del desarrollo en México: Propuesta teórica

“No existe una herramienta para el desarrollo más eficaz que la potenciación de la mujer,” - Kofi Annan, 2005

Introducción

En décadas recientes, los niveles de educación y salud para mujeres han mejorado, pero todavía hay mucho que hacer en el área de equidad de género. Las mujeres siguen careciendo de voz y oportunidades de estar involucradas en la toma de decisiones en la casa y en la sociedad. Sus situaciones económicas también están limitadas. El interés en la relación entre género y desarrollo está tan importante que la promoción de equidad de género y el empoderamiento de la mujer están incluidos como parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU.

Una serie de estudios sugieren que poner las ganancias en manos de las mujeres es lo más inteligente para acelerar el desarrollo y el proceso de superación de la pobreza. Las mujeres tienden a reinvertir una mayor parte de las ganancias en sus familias y comunidades que los hombres. Esto podría ser una razón por la cual los países con mayor igualdad de género disfrutan de bajos índices de pobreza (Ravenga, 2012).

Un amplio conjunto de datos recientes muestran que el aumento de la educación de la mujer y su control sobre los recursos, además del levantamiento de su voz política puede tener un impacto profundo en el desarrollo (Coleman, 2004). El nivel de educación que una mujer posee impacta sus actitudes acerca de la salud, y en consecuencia, la salud de los niños. Madres que tienen un nivel de educación alto tienden a poner énfasis en factores que benefician la salud de los hijos (Bjorgen, 2011). Un mejoramiento en la educación de la mujer es esencial para llevar a cabo la transición demográfica, como Tim Dyson afirma. Una disminución de la tasa de fecundidad (un fenómeno clave de la transición demográfica) es acelerada cuando la edad promedia de las mujeres a la hora de casarse es más alta. Por ende, mujeres que gozan de un mejor nivel de educación que sus contemporáneos tienden a casarse a edades mayores, usan contraceptivos más adecuadamente y toman control sobre su fertilidad (Dyson, 2010). Además, Dyson no es el único autor que muestra, cómo la disminución de la tasa de fecundidad es apoyada por un mejor nivel de educación.

El reporte de la ONU también explora la relación entre educación femenina y fertilidad. Se encontró que el nivel de educción de la mujer tiene un impacto en las preferencias de fertilidad, la fecundidad adolescente y el uso de anticonceptivos. Las poblaciones que tienen una mejor educación entre las mujeres “desean familias más pequeñas, tiene los menores porcentajes de mujeres embarazadas o madres adolescentes entre su población, y tienen un mayor porcentaje de mujeres que utilizan anticonceptivos entre su población casada” (ONU, 2003: 35). El mismo reporte argumenta que las mujeres reciben un mayor retorno de la inversión en educación que los hombres (2003: 6).

Kristy McNay es otra autora que maneja las implicaciones que la transición demográfica causa para mujeres y cómo esa se ha cambiado los roles de la mujer. Lo pertinente de su trabajo para este ensayo es la idea de que los países con una baja tasa de fecundidad tienen mayores scores en el Índice de Potenciación de Género (2003:4). De hecho, como McNay cita a Dyson, las medidas de equidad de género tienden a ser mayor en sociedades con baja fertilidad (McNay, 2003: 3).

Existe un cierto interés sobre el hecho de que las mujeres están perdiendo los beneficios del desarrollo y estas preocupaciones no han podido transformarse rápidamente en políticas. El discurso del desarrollo consideró a mujeres como “recipientes pasivas” y que la mejor manera en la cual las mujeres pueden contribuir a la economía en un país en vías de desarrollo es dentro de su papel tradicional de esposas y ser las que cuidan a la familia (Moser 1989: 807).

Asuntos relacionados con género son importantes en el discurso para el desarrollo porque los países que aprovechan las habilidades y talentos de las mujeres, tienen una ventaja sobre los países que no lo hacen. Cuando las mujeres gozan de oportunidades de obtener una educación, un trabajo para ganar un ingreso, o cuando están involucradas en los asuntos de administración de casas o si tienen voz en la sociedad, los resultados son mejores, especialmente para los niños. Además, cuando las mujeres están involucradas en la política, las instituciones o los mecanismos de toma de decisiones, las sociedades deciden mejor y crean políticas que conciernen a hombres y mujeres (Ravenga, 2011).

Diversos autores muestran cómo la falta de participación por parte de las mujeres en el proceso de toma de decisiones impacta la posibilidad de las mujeres de obtener beneficios sociales. El problema de la estructuralización de desigualdad de género impacta a procesos de “reparto de beneficios” (Alvarez Castillo, 2006: 115). ¿Qué entendemos por género? Tomamos la definición de Scott, quien lo definió como el contexto social y político en el cual los significados de diferencia sexual están articulados e institucionalizados. (Scott, 2008: 150).

Desde 1995 existen dos mediciones de desarrollo humano que analizan la situación de las mujeres: el Índice de Desarrollo ajustado por Género (IDG) y el Índice de Potenciación de Género (IPG). El IDG muestra la desigualdad en términos de progreso entre mujeres y hombres, en tres dimensiones: salud reproductiva, empoderamiento y mercado laboral. Por otro lado, el IPG mide la participación de las mujeres en foros políticos y económicos. El IDG refleja la posibilidad de las mujeres de ser activas en la política, economía y toma de decisiones. Estos dos índices van a ser explorados posteriormente dentro del presente ensayo.

La participación social y política de las mujeres en México

Como ya señaló en la introducción, dentro del discurso del desarrollo, el tema del género se ha insertado como una parte crucial, especialmente desde la primera Conferencia Mundial sobre la Mujer llevada a cabo en la Ciudad de México en 1975. Esta conferencia exploró la integración y participación de mujeres en el desarrollo. Entonces, cómo es la situación de las mujeres hoy en día en México?

Una disminución de la tasa de fecundidad no se inició en México hasta mediados de los años sesenta (Tuiran, Partida, Mojarro, & Zúñiga, 2009: 484). Como se espero, los niveles de fecundidad se mantuvieron altos, e incluso se levantó antes de la disminución. Tuiran et al. reporta que “las familias tenían alrededor de los 6 a los niños en el comienzo de la siglo XX, alcanzando un máximo de 7,2 hijos durante los años sesenta” (2009: 484).

Matrimonio temprano no es un problema grave en el país, pero todavía México tiene un porcentaje significante - entre 25% y 49% de mujeres se casaron a los 18 años (Population Reference Bureau, 2011). En cuanto a la educación, inscripciones en secundarias para mujeres y hombres son de 93% y 87% respectivamente y ambos sexos tienen una tasa de alfabetismo de 98% (Population Reference Bureau, 2011). Cifras como estas muestran que las mujeres mexicanas se encuentran en una situación aceptable, siempre quedan cosas para mejorar.

La participación activa de las mujeres en la sociedad es cada vez mayor y el impacto que han tenido en el desarrollo comunitario, económico y social es de gran importancia. No fue sino hasta el surgimiento de un grupo de mujeres dedicadas a promover el sufragio femenino (sufragistas) a nivel mundial que las mujeres en México comenzaron a ejercer el derecho a decidir por sus gobernantes (1953). Esto marcó un parte aguas en la vida democrática de las mujeres, adquirieron un empoderamiento que les permitió actuar en ámbitos más allá de los roles domésticos de entonces (Piña, 2006)

Este nuevo planteamiento en donde la mujer comienza a tener más derechos lo explica Michel Foucault en su “Historia de la sexualidad”, el bio-poder en México tiene ahora un antecedente teórico que no sólo respalda el papel importante de la mujer en la política o en la toma de decisiones del país, sino desde una perspectiva biológica (1976), en la que la mujer posee la fuerza y la presencia suficiente para hacerse notar. Esto, por la sencilla lógica de equilibrio de género en la pirámide poblacional; son ellas quienes mantienen eficientemente la continuidad en las tendencias de población mediante uno de los indicadores más importantes de desarrollo: la tasa de fecundidad.

El voto femenino fue tan sólo una de las consecuencias de las luchas feministas que se llevaban a cabo en las décadas de los 40s y 50s; sin embargo el trasfondo va mucho más allá del simple voto, se trata de un cambio de paradigma que encontró gran resistencia por su contraparte conservadora encabezada por hombres; sin embrago, la necesidad de dar voz y voto en la vida pública a las mujeres fue mucho más allá. Dar poder de decisión a las mujeres supuso una idea de igualdad con respecto a los hombres y esa idea según autoras como Álvarez-del Castillo (2006), tiene que ver con justicia social. Esta justicia social debía ser el antídoto para la discriminación de género basada en las estructuras sociales tradicionales.

Estas luchas por la participación, voz y voto femeninos, fue grandemente impulsado por el antes mencionado movimiento feminista, que hasta ahora es considerado un fenómeno complejo debido a los múltiples aspectos y escenarios en los que tiene injerencia. La autora Martha Lamas, explica el movimiento feminista como un fenómeno

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