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El fin de la sociedad


Enviado por   •  14 de Junio de 2022  •  Exámen  •  2.747 Palabras (11 Páginas)  •  60 Visitas

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DSO  Lectura 3

El fin de la sociedad

  1. Dimensión social de la persona:
  • La dimensión personal y social del hombre se complementan, ya que solamente con la unión con los demás, la persona puede desarrollar su propia virtualidad y alcanzar su meta. Esto tiene semejanza con la vida íntima de la Santísima Trinidad y la comunión que se debe instaurar en la sociedad humana, que es la propia de una familia en la que todos son llamados al único y mismo fin; debido a que, el hombre tiene la necesidad de la ayuda de los demás, también porque es imposible un verdadero amor a Dios sin el amor al prójimo. Dios creo a un ser social (vida social no es exterior al hombre, es natural en él), entonces el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser de la persona humana. Al ser por naturaleza un animal social (definición aristotélica), un ser asocial o es superior o es inferior (dios o bestia). Además esta característica, desde el punto de vista de la fe, se argumenta en que el prójimo es imagen y semejanza de Dios y por eso estamos dispuestos a perdernos a su favor.
  •  Cuando se olvida la sociabilidad, la persona se deshumaniza, ya sea por masificación (por estados totalitarios que nivela todos los valores al mínimo o anula la iniciativa) o por dispersión (aislamiento). La dimensión social no es la única ni principal pero debe estar integrada con los demás aspectos humanos. Si la persona estuviera subordinada a la sociedad, se convertiría en un medio para, lo que es incompatible con la dignidad del ser humano, porque se vería como un para mi bien personal se llegaría a pensar que los demás son un medio para mí.
  • La solución para evitar el individualismo y el colectivismo es: buscar la colaboración de ambos aspectos o estimular el bien integral de todos los hombres, ya que su propia naturaleza necesita absolutamente de la vida social. Solo a través de la relación con los demás, el hombre desarrolla todas sus posibilidades y puede responder a su vocación. Por lo que es urgente promover iniciativas que refuercen la vida en sociedad.
  • Se llega a olvidar que la convivencia de los hombres no tiene como fin el mercado ni el Estado, ya que posee en sí misma un valor singular a cuyo servicio deben estar el Estado y mercado. Este reduccionismo ha causado problemas que incitan la sociedad actual: la modernidad y el Estado Benefactor (búsqueda de que el orden de la vida económica coincida con los principios de justicia, dignidad y equidad, que otorgue las condiciones ideales para el desarrollo humano) han fallado en resolver el problema por haber desatendido la entera verdad sobre el hombre: la subjetividad de la persona y el bien común.
  1. Primacía de la subjetividad
  • El desarrollo verdadero (plena perfección) es el del hombre en su integridad (todas las dimensiones humanas). Se trata de hacer crecer la capacidad de cada persona a fin de responder a su vocación, y, por lo tanto, a la llamada de Dios. La persona es el primer principio, el sujeto y el alma de la enseñanza social de la Iglesia. Principio en cuanto constituye la fuente de los demás principios propios de la doctrina social: el hombre es el núcleo y el centro de la sociedad, que a través de sus obras tiene el objetivo  de que todos desarrollen sus cualidades y la satisfacción de sus legítimas aspiraciones de perfección y felicidad. Por esto, la Iglesia no deja de abogar por la dignidad de la persona humana.
  • La verdad sobre el hombre se encuentra en el hecho de que este es criatura de Dios, elevado a la dignidad de hijo suyo. Por lo que, las propuestas son inútiles cuando no están sostenidas por una adecuada visión trascendente, la dimensión teológica se hace necesaria para interpretar y resolver los actuales problemas de la convivencia humana. Buscar a Dios es la única tarea y las demás se encuentran subordinadas a ella.
  • Sin Dios una sociedad no puede ser organizada, porque sería organizada contra el hombre. El humanismo exclusivo es un humanismo inhumano. El verdadero orden de la sociedad comienza por trabajar en los valores religiosos, para después resolver en modo ordenado los problemas sociales y materiales. Si se prescinde de Dios queda únicamente la prepotencia, la coacción, física o quizá más sutil de los diversos condicionamientos sociales.
  1. Principios morales del obrar social
  • La finalidad de la vida social es facilitar que toda persona crezca en su ser según la entera verdad humana: su dimensión trascendente.
  • Además es necesario evidenciar otros principios que sirven como criterio para valorar las situaciones, las estructuras y los sistemas sociales. Estos principios se referirán a la persona humana en cuanto tal, a su dimensión social y al uso de los bienes terrenos.
  • Respecto a la persona, su constitutivo esencial es la libertad, ya que las personas son activas y responsables de su desarrollo; esta libertad comporta subsidiariedad y respeto a la identidad de otros.
  • La dimensión social implica que el hombre debe participar con sus iguales en la producción y el uso del bien común de la sociedad: solidaridad.
  • En cuanto a los bienes terrenos, todo hombre debe tener la posibilidad de disfrutar del bienestar que es necesario para el pleno desarrollo: derecho de uso común de los bienes.
  • Estos tres principios morales son directrices que deben ser puestas en práctica en la vida social para alcanzar el pleno desarrollo de los hombres.
  • Los tres principios se mantienen o se pierden juntos: la propiedad de las cosas es garantía del obrar libre y la libertad se verifica especialmente en la auto donación (solidaridad).
  1. Uso común de los bienes:
  • El origen primigenio de todo lo que es un bien es el acto mismo de Dios que ha creado el mundo y el hombre, y que ha dado a este la tierra para que la domine con su trabajo y goce de sus frutos. Dios ha dado la tierra a todos para que ella sustente a todos sus habitantes sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. Por su misma fecundidad y capacidad de satisfacer las necesidades del hombre, (la tierra) es el primer don de Dios para el sustento de la vida humana.
  • Debemos solo recordar que la solución al problema de la propiedad de los bienes y su destino común es decir sí al hombre, para que toda persona en cualquier circunstancia sea tratada como tal: lo que la industria humana produce con la elaboración de las materias primas y con la aportación del trabajo, debe servir igualmente al bien de todos. La materia prima es don del Creador a todos los hombres y el trabajo para su elaboración es fruto del hombre, y todos los demás hombres están solidariamente unidos a él. Esto no es un incentivo al parasitismo.
  • El principio del destino universal de los bienes significa hacer que todas las personas y los pueblos se encuentren en condiciones de alcanzar el desarrollo integral, y contribuir así a la promoción de un mundo más humano para todos, donde cada uno pueda dar y recibir, y donde el progreso de unos no sea obstáculo para el desarrollo de los otros, ni un pretexto para su servidumbre.
  1. Solidaridad
  • Significa el conjunto de vínculos que unen a los hombres entre sí y los impulsa a la ayuda recíproca. La socialización conlleva a una interdependencia necesaria, debido a que ninguna persona o comunidad puede conseguir por sí sola los propios objetivos: las mutuas relaciones comportan un conjunto de conexiones con influencias mutuas, siempre más intensas. Desde un punto de vista pragmático, es conveniente promover la cooperación y la ayuda recíproca. Pero por encima del pragmatismo, una conducta solidaria es entendida como una tarea concreta al servicio de los hermanos, la solidaridad se convierte en el fin y en el criterio para organizar la sociedad, y es uno de los principios fundamentales de la enseñanza social cristiana.
  • La solidaridad significa promover la dignidad de toda persona y contribuir a que se desarrolle de modo íntegro, esto favorece al dinamismo que vivifica y potencia las instituciones sociales. Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común. Una razón de urgencia hace que la solidaridad sea más necesaria cuanto más difíciles sean las situaciones de las personas: zonas de miseria y de privación; por lo que la esta se involucra en la entera vida social: como todos son verdaderamente responsables de todos, nadie puede ser indiferente o destructivo con el esfuerzo común.
  • Los esfuerzos socio-económicos solo puede ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad. La solidaridad internacional es una exigencia del orden moral: la paz del mundo depende de ella. Todos deben contribuir a instaurar relaciones de hermandad universal, que va más allá de los bienes materiales. El ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad es válido solo cuando sus miembros se reconocen uso a otros como personas.
  • Desde la fe, la solidaridad se supera a sí misma, al revestirse de las dimensiones cristianas de gratitud, perdón y reconciliación; entonces el prójimo se convierte en imagen viva de Dios y por Él debe estar dispuesto a dar la vida por los hermanos.
  1. Libertad y subsidiariedad
  • El principio de subsidiariedad y el derecho de iniciativa están íntimamente relacionados. El Estado y las fuerzas sociales no deben suplantar la iniciativa, la libertad y la responsabilidad de las personas y de los grupos sociales menores: la negación o limitación de este derecho destruye la subjetividad creativa del ciudadano, lo que debilita a la persona y a la sociedad.
  • La libertad debe ser integral y abarcar todas la dimensiones de la persona o no será libertad (la libertad económica es solo un elemento de toda la libertad humana).
  • El principio de subsidiariedad favorece activamente, por parte del Estado y de organismos superiores, ámbitos de libertad y de responsabilidad; estimula el dinamismo y la creatividad propios de la iniciativa privada; y promueve la participación social de las personas y grupos.
  • La libertad es energía de progreso que no debe permanecer inactiva, en las personas y grupos. Ciertamente, se precisa la ayuda solidaria de todos pero la finalidad principal de esta es que las diversas personas y países puedan desarrollarse por sí mismos, y aportar también una contribución al bien común.
  • El Estado puede ejercer funciones de suplencia en situaciones excepcionales, cuando sectores sociales o sistemas de empresas son débiles, pero esta ayuda debe ser limitada temporalmente, para no privar establemente de sus competencias.
  • En resumen, la libertad y la solidaridad reclaman, como condición indispensable, autonomía y libre disponibilidad de sí mismo y, al mismo tiempo, exigen la determinación de aceptar los sacrificios necesarios en la construcción del bien común, a nivel nacional y mundial.
  1. El Bien común: dimensiones materiales y espirituales
  • Una sociedad al servicio del hombre es aquella que se propone como meta el bien común (conjunto de condiciones necesarias para que los hombres, las familias, las asociaciones y los países puedan alcanzar, plena y fácilmente, el propio desarrollo).
  • Una política encuentra su criterio básico en la consecución del bien común como bien de todos los hombres y de todo el hombre. El hombre, la familia y las comunidades menores no se encuentran en el grado de llegar por sí mismas al pleno desarrollo; de ahí deriva la necesidad de una sociedad políticamente constituida, cuya meta es hacer posible que las personas alcancen los bienes necesarios para vivir una existencia humana (realicen su vocación). El bien común es el objetivo que unifica, da plena justificación y exige el ordenamiento social.
  • Para que sea común debe estar al servicio de todo hombre; por eso, el bien común supone al respeto a las personas: Las autoridades están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana.
  • El bien común no puede considerarse como un fin último; tiene valor solo en referencia al bien común universal de la Creación. Por ningún motivo se puede separar de su dimensión teologal. La Encarnación y la Redención, iluminan el progreso del bien común, nuestro esfuerzo gira entorno a Cristo. Este progreso es posible porque Dios ha decidido desde hacer al hombre partícipe de su gloria.
  • Una visión puramente terrena y materialista terminaría por transformar el bien común en simple bienestar socioeconómico, privado de la finalidad teologal, perdiendo así su razón de ser, resultaría un perjuicio a la sociedad y a las personas.
  • Aspectos materiales: El bien común está especificado en contenidos concretos, reales de la sociedad, sus exigencias dependen de las condiciones sociales de cada época y están íntimamente relacionadas con los derechos humanos.
  • Los documentos del Magisterio contienen elementos del bien común que ayudan a percibir su contenido concreto. Por conexión al Bien supremo, el bien común está regulado por la ley eterna; pero, debe haber una adecuada armonización de estos diversos aspectos según las épocas y situaciones.
  • Aspectos espirituales: Lo importante es la plena realización de la persona, ser mejor de acuerdo con la verdad sobre el hombre, sin dejar fuera ninguna virtualidad humana, y disponerse así a alcanzar el Bien absoluto. Tal desarrollo integral implica el tener bienes materiales; sin embargo, estos no bastan: su objetivo es el de contribuir al enriquecimiento de la persona humana en cuanto tal.
  • Como los bienes materiales no puede satisfacer las necesidades personales, su búsqueda exclusiva comporta una cultura de muerte. La Iglesia recuerda el carácter esencialmente espiritual y ético del bien común, también como disposición necesaria para una sociedad digna de la persona.
  1. Responsabilidad acerca del bien común
  • El bien común es responsabilidad de todos los que forman parte de la sociedad. Es necesario que todos participen, cada uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña. Este deber (promover el bien común) es inherente a la dignidad de la persona humana, así como su derecho a disfrutarlo.
  • Esta responsabilidad compete al Estado (debido a su autoridad), a las asociaciones intermedias y a todo ciudadano. El poder público interviene con un deseo de justicia y dedicación al bien común.
  • Quién no se preocupa por el bien común que ve, no puede amar auténticamente al Bien supremo que no ve. El bien común es comunicable, se puede extender a todas las personas y a todos los sectores de la sociedad.
  • Correcta conciliación de los bienes particulares: Los gobernantes deben orientar sus esfuerzos a que el bien común resulte en provecho de todos por igual; sin embargo por razones de justicia debe tener especial cuidado con los ciudadanos más débiles (Especial interés el amor preferencial por los pobres).
  • Es necesario un empeño en favor de la vida social. Los que cuentan más, al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen. Está en la misma línea de solidaridad, que los más débiles no deben adoptar una actitud meramente pasiva o destructiva. Por su parte, los grupos intermedios no han de insistir egoístamente en sus intereses particulares, sino que deben respetar los intereses de los demás.

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