El trabajo. La clase obrera argentina.
Cristian MazzoniTrabajo8 de Noviembre de 2016
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Trabajo Práctico de Geografía.
Escuela Superior De Comercio Carlos Pellegrini.
Alumnos: Milena Ayelen Acuña, Pablo Segre y Cristian Mazzoni.
Profesora: Marcela Spighich.
Materia: Problemáticas Contemporáneas, parte historia.
División y Turno: 4º 4ta de la mañana.
El trabajo.
La clase obrera argentina.
¿Mundo del trabajo o clase obrera? ¿Qué es el trabajo? El trabajo ha sido definido clásicamente como “un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en el que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza”.
Más aún, como el uso convencional que se hace de ese nombre se asienta en una concepción que coloca al “trabajo” como uno de los factores de la producción a la par del “capital”, considerados ambos de manera abstracta, sin tomar en consideración la producción y reproducción de las relaciones de explotación y dominación establecidas entre capitalistas y trabajadores ni su historia, es preferible dejar de lado esa denominación. En síntesis, este artículo va a ocuparse de la clase obrera argentina, tanto en su condición de clase para el capital como en su proceso de constitución como clase en sentido pleno, mediante la lucha.
En Argentina se entrelazan tres estructuras económicas de la sociedad: capitalismo de estado, capitalismo de economía privada y pequeña producción mercantil, de las cuales obviamente las más fuertes son las dos primeras; el discurso oficial, tanto del gobierno instaurado en 1976 como en los ’90 planteó como meta reducir el papel del Estado, pero como ese papel es ineludible en esta fase de desarrollo capitalista (baste recordar que la privatización de empresas públicas, con la consiguiente redistribución de territorios económicos, el congelamiento de salarios, la fijación de tasas, etc. fueron hechas de acuerdo a planes desde el gobierno del estado) nunca dejó de ser predominante el capitalismo monopolista de estado8. El resultado de esas políticas fue una nueva articulación entre capitalismo de estado y capitalismo de economía privada.
Ofensiva del capital
Las fuerzas sociales expresaban los intereses contrapuestos de las clases sociales fundamentales en Argentina de ese período y, ante el agotamiento del desarrollo capitalista en extensión, luchaban por imponer al conjunto de la sociedad formas distintas de organización social.
La burguesía, personificación del capital más concentrado, entrelazada con el capital concentrado a nivel internacional, dirigía a una parte de la pequeña burguesía y de la burguesía agraria; su esquema, (economía de mercado, la apertura al mercado mundial y el libre juego dela competencia que refuerza el poder monopólico del capital más concentrado) expresaban y defendían el desarrollo del capitalismo en las nuevas condiciones mundiales al insertarse en la ofensiva capitalista.
La situación objetiva de la clase obrera
¿Qué ocurrió con la clase obrera en las nuevas condiciones del capitalismo argentino?
Comencemos por analizar sus condiciones objetivas. La respuesta puede resumirse en “máxima jornada de trabajo con mínimo salario” para la parte de esa clase que consigue vender su fuerza de trabajo, mientras creció la parte que, imposibilitada de obtener esos medios de vida, se hundió en el pauperismo y la miseria consolidada.
No fue ésta la caracterización de la situación que predominó desde los años ’80 entre la casi totalidad de los académicos y la mayoría del mundo político. La ya referida ofensiva capitalista desarrollada desde la década de 1970 se desplegó en el campo intelectual utilizando un discurso, dirigido a debilitar y aislar las luchas de los trabajadores, que anunciaba la “desaparición de la clase obrera”, o al menos la pérdida de su centralidad. En Argentina, donde la ofensiva encabezada por la oligarquía financiera había transformado algunos rasgos de la fisonomía del capitalismo, aunque obviamente no su naturaleza, ese discurso tuvo una fuerte acogida, incluso entre quienes se reivindicaban parte del campo popular. Estas afirmaciones buscaron sustentarse en la disminución del porcentaje de asalariados dentro de la Población Económicamente activa. Claro que este discurso requería asimilar la categoría censal “Asalariado” a “Clase Obrera” aunque en otra de sus versiones era posible porque se circunscribía la “clase obrera” a trabajadores asalariados manuales de la rama de la industria manufacturera.
La realidad era otra, una lectura rigurosa de la información censal correspondiente a 1960 y 1980 señalaba un crecimiento del proletariado en términos no sólo absolutos sino relativos, aún sin poder incluir en ese grupo social a todos los proletarios que aparecían encubiertos como Trabajadores Por Cuenta Propia.
En 1980, la fracción de la clase obrera que constituía el proletariado industrial era aproximadamente el 21,4% del proletariado. Para poder observar el a los asalariados siendo, no todos ellos, de las ramas industriales, aún así en la movimiento desde 1960 debemos hacer una aproximación menos precisa y considerar una cuarta parte de su número, número que probablemente recuperaron a partir de década de 1990 crecieron levemente en términos absolutos y desde los ’90 perdieron 2003, con la reactivación económica.
Esto nos permite observar que la caída en términos relativos del proletariado industrial no sólo está mostrando una disminución en su número sino, más aún, el crecimiento de otras capas y fracciones de la clase obrera, y sobre todo de la parte de ella que transformación que ha sufrido la clase obrera argentina en las tres últimas décadas: el constituye una población sobrante para las necesidades del capital. Ésta es el principal gobierno militar. Fue en 1988 cuando el índice de desocupación abierta rompió su tope inmediato del capital.
Desde la década de 1960 y hasta casi fines de la de 1980 la tasa de desocupación máxima rondó el 6% de la PEA; hubo algún momento excepcional en que llegó al 7%, pero, en general, fue inferior al 6%; la tasa mínima fue de alrededor de 3 ó 4%, con algún momento excepcional al final de la década, explicable por la política de contrainsurgencia del cambio en las proporciones entre las dos partes que la componen, la parte activa y la cambio en las proporciones entre las dos partes que la componen y que, bajo diferentes modalidades, resulta sobrante para las necesidades inmediatas del capital.
La nueva esclavitud: la flexibilización laboral y el desarrollo en la producción.
El momento ascendente del ciclo económico se reflejó en los salarios, tanto por los aumentos fijados por decretos gubernamentales como en las negociaciones paritarias entre sindicatos y cámaras empresarias.
Buena parte de los asalariados deben vender su fuerza de trabajo fuera de toda protección legal, en condiciones de inestabilidad y precariedad (el llamado “trabajo en negro” o no registrado), que es otro rasgo que se ha incrementado en el último cuarto de siglo.
Pero, además, los cuadros del capital financiero lograron en 2000 convertir esa condición laboral en la forma normal de trabajo: la llamada “ley de flexibilización laboral”, impulsada por ellos a lo largo de la década de 1990, volvió legal lo que no lo era, y, a pesar de que fue derogada posteriormente, la tendencia a incorporar cláusulas de flexibilización en los convenios colectivos, aunque algo menor, se mantuvo entre 2003 y 2007.
Las condiciones impuestas en el mercado de fuerza de trabajo, primero por la fuerza de las armas y, una vez establecidas, por la presión del incremento de la parte de la superpoblación abiertamente observable, y sancionadas por el sistema jurídico, fueron acompañadas, y, a la vez, viabilizaron los cambios tecnológicos en la esfera de la producción.
En el mundo de la fábrica durante la década del `90 se profundizaron y/o se extendieron, principalmente en las ramas más dinámicas de la producción, como la petroquímica, la minería, la fabricación de automóviles y la siderurgia, las tendencias propias de la gran industria:
La subordinación del factor subjetivo al factor objetivo, aumento de la fuerza productiva del trabajo, homogeneización de la calificación del obrero y apropiación de su saber.
Han tenido mayor desarrollo las innovaciones en la organización del proceso de por el capital. Aunque, a la vez, estas nuevas condiciones pueden colocar a una fracción obrera en una situación potencial de mayor control del proceso productivo.
Aumentó la productividad del trabajo, medida por trabajador ocupado, desde un índice de 74,2 en 1990 hasta alcanzar a 99,3 en 1996, en que casi igualó el año base de la serie (1980=100), cuando esa productividad se aseguraba con el uso de la fuerza militar. También se extendió la jornada de trabajo, incrementándose la sobre ocupación (jornada laboral de más de 45 horas semanales.)
Las protestas y luchas de los trabajadores
A pesar del cambio, que resultó en una relación de fuerzas objetiva desfavorable para la clase obrera y otras fracciones populares, los trabajadores asalariados siguieron siendo un sujeto principal de las protestas y luchas desarrolladas en las últimas tres décadas y media.
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