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Estado En La Ciencia Politica Moderna

71211812 de Septiembre de 2013

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EL CONCEPTO “ESTADO” EN LA CIENCIA

POLÍTICA MODERNA

Por Leticia Vita

∗∗

1. INTRODUCCIÓN

Se suele decir que el concepto de Estado, en los términos en que lo utilizamos actualmente, fue

primeramente empleado por Nicolás Maquiavelo en El Príncipe. Sin embargo, sería posible hallar algunos

usos del mismo con anterioridad a este autor. Ya en el siglo XIV encontramos el término latino status,

junto con algunos similares en las lenguas vernáculas como estat, stato y state- usado con generalidad para

referirse a una variedad de contextos políticos. Todas estas expresiones eran utilizadas sobre todo para

aludir al estado o posición de los propios gobernantes frente a los gobernados. Así, ya hacia fines del siglo

XIV, el término status también se empleaba regularmente para hacer referencia al estado o condición de un

reino o república. (Skinner, 2003)

Los estudios sobre el derecho romano hicieron que el término adquiriera una mayor difusión. En

el siglo XIV en Francia e Inglaterra se discutía sobre el “estado del reino” o estat du roilme y aún antes, en el

siglo XIII, era posible encontrarlo para referirse a magistrados, cuyo interés era el status civitatum, el estado

o condición de la ciudad como entidad política independiente. Sin embargo, estos primeros usos de status

fueron modificándose paulatinamente hasta adquirir de manera definitiva su significado moderno. Esta

transformación podría ser rastreada en la literatura de “espejos para príncipes”, siendo la palabra stato

usada para denotar la posición política de los gobernantes y para referirse al modo en que éstos debían

comportarse si deseaban mantenere lo stato (Skinner, 2003) Así llegamos a Maquiavelo, que en El Príncipe

(1513) se refiere a también a lo que los gobernantes debían hacer para mantener su posición política, pero

asimismo se lo utilizaría por aquellos tiempos para hacer referencia a formas particulares de gobierno.

Puntualmente, el proceso por el cual se empezó a considerar al Estado como un agente independiente y

como la sede de la soberanía habría que rastrearlo en dos tendencias de la teoría constitucionalista de los

siglos XV y XVI. Una de ellas sería la teoría contractualista defensora de la monarquía y la otra sería la

tradición del republicanismo italiano. (Skinner, 2003) Ambas tradiciones dejan de hablar de gobernantes

preocupados por “mantener su estado” y comienzan a usar status o stato como el nombre de ese aparato de

gobierno que nuestros gobernantes tienen la obligación de mantener y preservar. Sería finalmente en el

siglo XVII cuando teóricos legitimadores de las formas absolutistas –Bodin, Hobbes- distingan los

poderes del Estado, no solo de los poderes de los gobernantes sino también de los de la comunidad.

Este trabajo fue realizado en vinculación a los temas debatidos en el marco del seminario de doctorado “Teoría

Política” dictado en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA por el Prof. Dr. Arturo Fernández.

∗∗

Lic. en Ciencia Política (UBA), Abogada (UBA) – Docente auxiliar de Teoría del Estado –Becaria de doctorado

CONICET – Miembro adscripta del Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales “Ambrosio L. Gioja” desde el

año 2007 – Integrante del Proyecto UBACYT DO17, “El anarquismo, la genealogía del Estado y la de-construcción del

discurso constitucionalista”, dirigido por el Prof. Aníbal D´Auria. Facultad de Derecho – Universidad de Buenos Aires

e-Mail: revistagioja@derecho.uba.ar | URL: www.derecho.uba.ar/revistagioja/

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Revista Electrónica del Instituto de Investigaciones "Ambrosio L. Gioja" - Año II, Número 3, Primavera 2008

ISSN 1851-3069

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Ahora bien, la ciencia política moderna, reconocida como disciplina autónoma a mediados del

siglo XX, ha tenido una relación cambiante con el término Estado. El pensamiento entroncado en la

corriente conductista ha preferido reformular su metodología y sus términos desligándose de todo posible

viso de irracionalidad y vaguedad. Es así que la noción de Estado sería reemplazada por la de “sistema

político” o la de “gobierno”, y quedaría rezagada por varios años de la ciencia política a no ser por las

llamadas corrientes estatistas o neoestatistas de corte marxista, que en los años ´70 reinstalarían el uso de

este término en la disciplina.

Algunos de estos debates y ciertos de sus alcances serán el eje central del presente trabajo. La

excusa es utilizar el tratamiento que ha recibido el concepto de Estado, a fin de dar cuenta de las

características de ciertos debates en la ciencia política y de las grandes dificultades que se plantean en la

construcción de un único corpus de conocimiento en la disciplina. Para esto, primero se tratarán algunas

de las principales cuestiones que se plantearon en torno al abandono de la noción de Estado por parte,

principalmente, de las teorías sistémicas de la política de los años ´50 y ´60. En segundo lugar, se

plantearán algunas de las tesis centrales de Gabriel Almond en una obra de 1988 de referencia ineludible

de la disciplina. Gabriel Almond publicaba, en el número 21 de la revista Political Science, bajo el título

Separated Tables, su diagnóstico de la situación de la Ciencia Política de su tiempo y la caracterizaba por su

gran fragmentación epistemológica. Fragmentación que el tratamiento de la cuestión del Estado ilustra

claramente. Es así que en último lugar se presentarán algunas aristas del debate que se diera entre al mismo

Almond y un grupo de politólogos también en el año 1988 en relación al llamado “retorno del Estado”.

2. EL ABANDONO DEL ESTADO

La base metodológica de la ciencia política antes del siglo XX se cimentaba en torno a conceptos

como justicia, derecho, sociedad, soberanía o Estado. Antes que un perfil investigativo y propositivo

apuntaba a la interpretación y el conocimiento histórico. Durante la segunda mitad del siglo XIX la idea de

Estado sustentaba la mayor parte de los estudios políticos. Se buscaba analizar sus elementos constitutivos

y se consideraba al concepto desde dos puntos de vista: como elemento subjetivo-ideológico, en la

búsqueda de un mejor gobierno y desde una perspectiva institucional, considerando al Estado desde

parámetros evolucionistas, históricos y comparados. En otras palabras la ciencia política del siglo XIX se

preguntaba moral o jurídicamente por la naturaleza, el origen y la evolución del Estado, a partir de una

mirada hermenéutica y de descripciones comparadas de las distintas formas de gobierno. (“Estudio

introductorio”, Almond, 1999)

Siguiendo la distinción que Norberto Bobbio (Bobbio, Matteucci y Pasquino, 1981) lleva a cabo

entre ciencia política en sentido amplio y estricto, podemos afirmar que el rechazo a la utilización de la

noción de Estado ha venido de la mano del segundo grupo de estudios. Es decir, de aquellos estudios

sobre lo político con altas pretensiones de cientificidad. Estos análisis habían intentado diferenciarse de

aquellos que se vinculaban especialmente con el estudio de las instituciones y en especial con la del

Estado, como actor dominante de lo institucional (Prélot, 1964). La “ciencia empírica de la política” o Facultad de Derecho – Universidad de Buenos Aires

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“ciencia de la política” intentó desde sus inicios separarse de la matriz tradicional del derecho, la filosofía

política y la historia y así:

“habiéndose distanciado en esta forma de las disciplinas que habían constituido la fuente de una

parte tan grande de la ciencia política tradicional o clásica, los conductistas trataron de encontrar

inspiración y ayuda en otras disciplinas más cercanas a sus intereses y a sus necesidades”. (Bobbio,

Matteucci y Pasquino, 1981, 287)

Los estudios conductistas de la política serían los que iniciarían así este quiebre en la orientación y

metodología de los análisis políticos. Se orientaron a las disciplinas “duras”, tomando como modelo a la

rigurosa ciencia de la física y recibieron influencias de la psicología conductista de la época. Fuertemente

enraizados en la tradición de investigación norteamericana estos estudios encontrarían su apogeo en los

años ’50 y ‘60. Por esos tiempos las teorías sistémicas de David Easton y Gabriel Almond constituirían

uno de los mayores esfuerzos por brindar a la ciencia política conductista una teoría general en que

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