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GENERO, EDUCACION Y MERCADO LABORAL

Anthony CruzInforme20 de Noviembre de 2017

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GENERO, EDUCACION Y MERCADO LABORAL

Desde que se tiene uso de razón en el Perú, siempre ha existido una distinción en el trato entre hombres y mujeres, ya sea en el aspecto social, familiar, político, o en el aspecto laboral. En la actualidad, la mujer todavía tiene un trato inferior frente al hombre y se puede apreciar claramente en un artículo publicado el 26 de junio donde se muestra que la desigualdad de género en el mercado laboral pone en riesgo el crecimiento económico peruano. Ya que “si bien en todo el mundo existe una brecha en la participación laboral, en el Perú esta es tan grande –18 puntos porcentuales– que no solo afecta cuestiones de equidad de género, sino que podría repercutir en el futuro patrón de crecimiento económico del país, advirtió George Gray, economista principal para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo”. Es así que en este ensayo se procederá a describir la situación actual de la mujer en el mercado laboral peruano tomando los siguientes puntos; primero, qué se entiende por la definición de género, segundo, el rol de la mujer para la teoría funcionalista, tercero, la educación alcanzada por las mujeres a nivel nacional y cuáles son las diferencias existentes a nivel regional, cuarto, como es la colocación laboral de las mujeres, quinto, cual es el ingreso promedio según sexo y finalmente se profundizará en la situación laboral que se vive en la ciudad de Lima no olvidando considerar una entrevista tomada a una mujer de 40 años.

Se define al género, como la construcción social de los roles asignados a las personas según su sexo y que alude a las características diferenciadas que cada sociedad asigna a los hombres y mujeres. Este remite a una categoría relacional. Así, el diccionario de la Real Academia Española lo considera como el grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, pero entendido desde un punto de vista sociocultural que no solo abarca el aspecto biológico.

Es por ello, que se debe recurrir a la explicación de la teoría funcionalista y cómo esta, también tiene repercusiones en la cotidianeidad. Esta teoría considera a la sociedad como un sistema de partes en la que solidaridad social es indispensable para el equilibrio, y donde las diferencias de género y los roles designados a cada sexo contribuyen a la integración, revelando así una idea bastante conservadora del mundo. En consecuencia, las funciones que se dan para la mujer, están limitados a la esfera privada de la sociedad, al hogar, al cuidado de los hijos, al ser ama de casa, mientras que los hombres trabajan fuera de casa cumpliendo funciones de ámbito económico. Este hecho se ve reflejado en los indicadores presentados por INEI, en la cual, de un total de cerca de 22 millones de personas, cerca de 4 millones de mujeres se desempeña en actividades no remuneradas que por lo general radican en las funciones del hogar.

En una entrevista dada a la Señora Elizabeth Torres Pérez, ama de casa, 40 años, madre de cuatro hijos se le pregunta acerca de la realidad que vive la mujer peruana en nuestro país. Y efectivamente, según su perspectiva la situación de la mujer no es factor de interés en la mujer y se llama a una igual mas no hay propuestas concretas que ayuden al trato igual en el mercado laboral de una mujer. Una fémina cuando acude a buscar trabajo se ve sometida a discriminaciones que en lo físico la restringen a ciertas actividades que no pueden realizar, luego su función reproductiva también juega un punto en contra debido a que puede salir embarazada durante el tiempo en que se encuentra trabajando representando un gasto extra para la empresa, además de seguro, las vacaciones asignadas, la hora de lactancia, etc. que no contribuyen al ingreso económico de la organización. Por ello, muchas veces, las mujeres se insertan en la actividad económica, pero al convertirse en madres, abandonan sus respectivos trabajos para dedicarse a la labor completa del hogar.

En consecuencia, si la mujer necesita seguir desempeñándose en la actividad laboral, acude a empleos no formales. Dedicándose a ser trabajadoras independientes en empleos como costureras, cocineras, empleadas domésticas, vendedoras en las calles, etc. que permitan dividir su labor de madre y mujer trabajadora.

No obstante, como se puede apreciar en el siguiente cuadro (Grafico 1) ha habido un incremento progresivo de la ocupación de la mujer en los últimos años, no se puede decir con exactitud si también la cantidad de personas con trabajo remunerado ha incrementado.

[pic 1] [pic 2]

Por otro lado, como se muestra en el siguiente cuadro (CUADRO 1), la tasa de actividad de la población en edad de trabajar ha estado fluctuando entre 71% y 74%. Como resultado, en el Gráfico 2, también se puede observar que de un 100% de mujeres en edad de trabajar más de la mitad se encuentra laborando, mostrando fluctuaciones entre 60% y 66%. Lastimosamente, en los últimos años se ha dado un descenso bastante pronunciado.[pic 3]

Grupo de edad / Sexo /
Área de residencia

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010

2011

2012

2013

2014

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Total

72.0

71.1

72.3

73.8

73.8

74.0

74.1

73.9

73.6

73.2

72.3

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[pic 4]

[pic 5][pic 6]

A la vez, para nuestro entrevistada, las empresas privadas y estatales distan mucho de aquellos países en los que hay una mayor preocupación y consideración hacia la mujer como mama, ya que en nuestro país no hay muchas guarderías, lactarios, horarios flexibles, vacaciones por postparto, un horario de lactancia, permisos para la atención de la salud de los menores, etc, y por necesidad se deben someter a estos tratos. Por lo que el contratar a un hombre es más sencillo, económico y menos complicado.

        Así, la entrevistada apoyada por hechos facticos, no deja de lado la diferencia salarial entre sexos, ya que incluso cuando una mujer y un hombre son contratados para desempeñar las mismas funciones, que en muchos casos la primera está mejor capacitada para el cargo que el segundo, tienen sueldos distintos. Por lo que la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral y el Ministerio de Trabajo deben estar alertas tratando de minimizar y erradicar este tipo de acciones bastante discriminatorias.

        Toda aquello observado por nuestra entrevistada, se demuestra a través de un estudio por el Programa de las Naciones Unidas por el Desarrollo, que reafirma que la tasa de actividad femenina es 20% menor al de los hombres reconociendo que esta diferencia radica en la distribución del tiempo que hace la persona. En ese sentido, mientras que los hombres en las zonas urbanas dedican 14 horas a la semana a trabajos no remunerados (labores domésticas); las mujeres les dedican 37 horas, según la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo del 2010. Así, esta diferencia de horas y la carga laboral extra que recae sobre las mujeres es una desventaja competitiva para ellas al momento de insertarse al mercado laboral remunerado. La responsabilidad doméstica a su vez origina que las mujeres tiendan a desenvolverse más en trabajos informales, de horario parcial o el autoempleo; y es precisamente estos tipos de trabajo donde la brecha salarial entre hombres y mujeres es mayor.

Según Dianne Elson, el no tener en cuenta el trabajo no remunerado que realizan las mujeres origina que “las nociones convencionales acerca del modo en que funcionan las economías ofrecen directrices limitadas para políticas que promuevan la potenciación de las mujeres y los modos de combinar la justicia de género con la justicia económica”.

Contemplando la economía desde una perspectiva de género se llega a un análisis distinto de la reestructuración económica: “los indicadores económicos convencionales pueden indicar que se está progresando, si más y más mujeres se incorporan al trabajo remunerado, y si las reformas económicas (incluyendo la liberalización y la privatización) producen aumentos en la eficacia económica. Pero pueden oscurecer una transferencia de los costos reales (en el tiempo y en el esfuerzo de las personas) desde el sector público, donde dichos costos se monetizan y aparecen en las cuentas del gobierno, hasta las familias (el “sector doméstico”) donde tales costos no se monetizan y por lo tanto no son visibles. El análisis económico con conciencia de género sugiere la necesidad de una definición más completa de la ‘eficacia’, que dirija la atención más allá de los costos financieros” (Elson, 2000: 8-9).

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