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Historia de la Macroeconomía


Enviado por   •  8 de Septiembre de 2021  •  Prácticas o problemas  •  1.156 Palabras (5 Páginas)  •  108 Visitas

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Anaya Márquez Olivia Carolina       16212551

Historia de la Macroeconomía

 La Macroeconomía es una rama de la teoría económica que estudia el comportamiento de la economía como un todo. Por esta razón, su nacimiento coincide con el de la propia ciencia económica. Pero, además, la macroeconomía incorpora como parte de su objeto de estudio el análisis de los efectos de las políticas gubernamentales en las variables: producción, nivel de empleo, inflación, déficit comercial, La Microeconomía, a diferencia de la Macroeconomía, es una rama de la ciencia económica de menor edad. Conocida también como teoría Neoclásica, la Microeconomía se desarrolla recién en las últimas décadas del siglo XIX teniendo como objetivo el análisis de las preferencias y decisiones de los consumidores, del comportamiento de las empresas en el proceso de asignación de factores productivos dados y de la determinación de los precios y la distribución. Así la Microeconomía deviene en una rama de la ciencia económica que estudia la producción y los precios en mercados individuales específicos. Esta nueva rama de la ciencia económica no resuelve, sin embargo, dos problemas inherentes a su lógica interna. En primer lugar, la relación entre el equilibrio parcial y el equilibrio general, si en los mercados existen bienes sustitutos y los cambios en la demanda dan lugar a cambios en los costos de producción, es decir, en la oferta. Y, en segundo lugar, el equilibrio de la firma en el largo plazo bajo el supuesto de que esta opera con una función de producción homogénea de grado uno, es decir, con rendimientos constantes a escala. Los economistas clásicos Adam Smith y David Ricardo, no cambian ni el método ni el objeto de estudio, pero son los primeros en construir un cuerpo analítico sólido para explicar el funcionamiento de la economía capitalista, ciertamente mucho más industrializada. No es casual que el nacimiento de la economía moderna se asocia a sus obras más importantes: Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones (1776) y Principios de Economía Política y Tributación (1817), respectivamente. Smith consideraba que la principal condición para el crecimiento de la riqueza real de un país era el mejoramiento de la productividad del trabajo y que, en última instancia, esta productividad depende del grado de división del trabajo y, por lo tanto, de la extensión del mercado. Con la división del trabajo aumenta la calificación de los trabajadores y se estimula el progreso técnico. Pero esta división del trabajo, dice Smith, está limitada por el tamaño del mercado y consecuentemente su intensificación y extensión sólo será posible en un mercado en expansión. Esta es su teoría del circulo virtuoso del crecimiento o de la acusación acumulativa vinculada a la industria manufacturera (Kaldor, 1966). Este gran pensador de fines del siglo XVIII es considerado el padre del liberalismo moderno. Los economistas neoclásicos que lo reconocen como tal, destacan su proposición teórica según la cual los individuos sirven a los intereses colectivos precisamente porque se guían por sus propios intereses. Esta idea del propio interés (self-interest) como fuerza motora del sistema económico fue después difundida como el teorema de la mano invisible, teorema que muchos de sus seguidores y economistas contemporáneos confunden con la teoría neoclásica de la oferta y la demanda de fines del siglo XIX. Pero, como veremos enseguida esta fuerza motora es la competencia, el mecanismo mediante el cual la economía se ajusta ella misma a su senda natural de equilibrio. Dejando de lado las diferencias entre Smith y Ricardo, podemos afirmar que el propósito del cuerpo teórico denominado clásico fue explicar la forma en que el sistema económico de mercado resuelve los problemas de la producción, de la distribución y de la organización técnica y social de estos procesos. La pertinencia de este propósito se fundaba en la convicción de que el sistema económico de mercado tenía ciertas regularidades a partir de las cuales se podía hacer de él un objeto de análisis aprehensible, de modo de poder inferir proposiciones generales sobre su funcionamiento. Para los clásicos, esas regularidades –que evitaban el caos--, estaban asociadas al proceso de competencia entre los capitalistas; proceso que conducía tanto a innovaciones tecnológicas y aumentos de productividad, como a la igualación de la tasa de ganancia en las distintas actividades económicas (Eatwell, 1983). precios realmente existentes en un momento dado. Para Smith, las fluctuaciones de los precios de mercado dependían de las fuerzas de la demanda, pero eran reguladas por las condiciones de producción. Smith se refería al proceso de competencia que continuamente establecía el precio “natural” (o de producción en la terminología de Ricardo) como la ley de la oferta y la demanda o la mano invisible del mercado. En contraste con este enfoque de los clásicos, a fines del siglo XIX, la teoría neoclásica de los precios determinados por las curvas de la oferta y la demanda. Y como estas curvas de oferta y demanda se establecen como relaciones funcionales entre precios y cantidades a nivel microeconómico, la determinación del precio, del producto, del empleo y de la distribución de ingreso se realiza en forma simultánea en todos los mercados. Los gustos y preferencias de los consumidores, la tecnología y la dotación de factores, son los datos de la teoría Neoclásica que, como se comprenderá, hace del pleno empleo una característica del equilibrio económico general de los mercados. Compárese estos datos con los de la teoría clásica de los precios: tamaño y composición del producto, tecnología y tasa de salario real. Las primeras décadas del siglo XX no fueron de crecimiento sostenido de la economía capitalista ni de estabilidad. Después de la primera guerra mundial, las economías de Europa, con regímenes cambiarios flotantes y libre movilidad de capitales, fueron azotadas por procesos inflacionarios galopantes y problemas financieros agudos. El retorno al patrón oro a mediados de la década de los veinte no evitó la crisis. La segunda gran crisis del capitalismo estalla en 1929, año en el que empieza el largo período conocido como la Gran Depresión. Durante 10 años la tasa media de desempleo en Estados Unidos fue de casi el 20% y la producción estuvo constantemente muy por debajo de su potencial productivo. En este período de desempleo y recesión, J.M. Keynes desarrolla y publica, en 1936, su obra La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, que hoy se identifica como el origen a la Macroeconomía Moderna. Las ideas de Keynes son radicalmente opuestas a las de los economistas neoclásicos. Para él la economía capitalista, con sus mercados libres, no tiende al pleno empleo. El desempleo de la fuerza de trabajo es involuntario. En consecuencia, para lograr un progreso económico estable y un aprovechamiento pleno de los recursos productivos, la economía capitalista debe y tiene que ser regulada. Keynes proponía la participación activa del Estado en la consecución de objetivos nacionales, entre los que ocupaba un lugar central el pleno empleo de la fuerza de trabajo.

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