Historia y desarrollo de la ecología como ciencia
Jonatanco21 de Septiembre de 2014
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ECOLOGIA
Es la ciencia más incluyente y diversa. Su ámbito de acción es enorme y tal vez sea la ciencia más importante para la comprensión cabal, el manejo y la conservación del mundo en que vivimos. Esta ciencia tiene su ámbito de acción en el estudio de las interacciones entre los seres vivos y el medio en que viven. Una definición operativa y aceptada en el ámbito científico es: “La ecología es el estudio científico de la distribución y la abundancia de los organismos”, propuesta por H.G. Andrewartha en 1961.
La ecología es considerada como una rama de la biología y se puede estudiar en diferentes niveles de organización, desde el de moléculas, proteínas y ácidos nucleicos, células, individuos, poblaciones (conjunto de individuos de una misma especie), comunidades (conjunto de poblaciones de especies diferentes que coexisten en un lugar y tiempo determinados), hasta ecosistemas, integración del elemento biótico y abiótico de las comunidades. La ecología es una ciencia holística o integrativa que se nutre de casi todas las ramas de la biología, además de otras disciplinas como la geología, la química, la física, la climatología, la geografía y las ciencias sociales.
Aunque se le considera como una de las ciencias más jóvenes, sus raíces se extienden en las profundidades más remotas del desarrollo de la humanidad. Las representaciones de la naturaleza encontradas en las pinturas rupestres del Paleolítico, de hace unos 30 mil años, constituyen las primeras aproximaciones documentadas de la conciencia del hombre sobre su entorno. Incluso, hablando en términos de ciencias bien establecidas podemos afirmar que disciplinas como la parasitología y la microbiología que son de las ciencias biológicas más antiguas, tienen un componente ecológico importante y su desarrollo debe considerarse como parte de la historia de la ecología, aunque los especialistas prefieran mantener su identidad de manera independiente.
Aunque diversas observaciones e interpretaciones de interacciones ecológicas se remontan a los orígenes de la ciencia, el término “ecología” no fue acuñado sino hasta 1866 por Ernst Haeckel y las acciones para darle cierta coherencia organizativa a esta ciencia se dieron hasta la última década del siglo xix.
La ciencia es producto de un pensamiento crítico y es claro que parte del pensamiento de los antiguos griegos incluían ideas que se pueden considerar ecológicas. Resaltan particularmente las ideas de Pitágoras (560-480 a.C.), Herodoto (484-425 a.C.), Platón (427-348 a.C.) y, por supuesto, Aristóteles (384-322 a.C.), acerca de lo que ahora conocemos como la idea del balance de la naturaleza que hasta hace muy poco ha permanecido como uno de los paradigmas centrales de la ecología. En ellos podemos situar de manera más o menos clara los orígenes de la ciencia ecológica.
Si hablamos de la ecología como una disciplina científica, se considera que el primer texto relacionado con ella es La Historia Natural de Selborne, escrito por Gilbert White en 1789. En este trabajo, por primera vez se plantean preguntas analíticas acerca de los factores que determinan los grandes cambios en la abundancia observados en avispas y lagartijas en Selborne, Inglaterra.
Corresponde a Ernst Haeckel, un naturalista, biólogo, filósofo, médico, profesor y artista alemán, el crédito de haber acuñado el término ecología. Más que por su contribución como científico, es ahora reconocido por su asombrosa capacidad para acuñar términos biológicos. Nombró a miles de especies nuevas, generó un árbol genealógico de la vida y creó multitud de términos biológicos fundamentales como phylum, filogenia y ecología y, propuso la existencia del reino protista. Haeckel introdujo el término ecología, Okologie en su obra Morfología General del Organismo, publicada en 1866. Este término tiene sus raíces en el griego oikos, que significa casa y logos, que significa estudio. En la concepción de Haeckel, ecología es el estudio de la casa o medioambiente de los organismos y él lo entendió como el estudio de las relaciones entre ellos.
Fue tal vez el siglo xix cuando la humanidad logró sus más significativos avances intelectuales y Charles Darwin y Alfred Russel Wallace plantearon las ideas básicas de
la evolución por selección natural. Sin embargo, la comprensión del drama evolutivo
no contó en esta época con el planteamiento de un escenario ecológico con bases científicas sólidas.
La más antigua de las sociedades ecológicas es la British Ecological Society, fundada en 1913 y seguida por la Ecological Society of America en 1915. Hasta la primera mitad del siglo xx, las investigaciones ecológicas habían sido fundamentalmente descriptivas con énfasis en comunidades vegetales, hasta que ecólogos como C.S. Elton y D. Lack comenzaron a abordar preguntas teóricas fundamentales acerca de los procesos que determinan los patrones observados. Las primeras respuestas a estas preguntas se dieron en términos puramente matemáticos con los estudios de V. Volterra, A.J. Lotka y otros. Hacia el tercer cuarto del siglo xx, autores como G.E. Hutchinson, R.H. MacArthur, D. Simberloff y T.J. Case, entre otros, contribuyeron a un avance explosivo de la ecología al combinar observaciones empíricas con enfoques analíticos para abordar las preguntas ecológicas. Este avance se vio reflejado en multitud de publicaciones y resumido en textos clásicos, entre los que debemos destacar Fundamentos de ecología, de E. Odum, de 1953; Ecología. El análisis experimental de la distribución y abundancia, de C.J. Krebs, de 1972; Ecología: individuos, poblaciones y comunidades, de M. Begon, J.L. Harper y C.R. Townsend, de 1986; e Introducción a la ecología conductual, de J.R. Krebs y N.B. Davies, de 1993.
La ecología en México
El continente americano había estado ocupado por humanos por lo menos desde 15 mil años antes del encuentro de 1492 y, como lo muestran los escasos registros documentales que sobrevivieron al fanatismo “civilizador” de los conquistadores, la necesaria interrelación del hombre con la naturaleza impelía a diferentes aproximaciones al conocimiento y manejo de la misma, que son la esencia del quehacer de la ecología. Parte de este conocimiento pervive hasta nuestros días y trata de ser rescatado por la etnoecología, y otra parte se encuentra en documentos elaborados en los primeros años de la Colonia que fueron escritos por indígenas y colonizadores. Destacan entre los primeros, el médico Martín de la Cruz y el traductor Juan Badiano, que en 1552 elaboraron en latín y en náhuatl el Códice de la Cruz-Badiano, en donde describen plantas medicinales mexicanas utilizadas por los naturales a partir de su conocimiento de las relaciones con el medio. En 1559, el franciscano Fray Bernardino de Sahagún produjo una gran obra que entre otros aspectos abordaba la historia natural del antiguo México. Entre 1571 y 1577, Francisco Hernández, nombrado protomédico general de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano por el rey Felipe II, realizó una expedición que tenía por principal objetivo describir la historia natural de la Nueva España y estudiar la medicina herbolaria de los naturales. Esta expedición resultó en una obra de 17 volúmenes que no pudieron verse publicados por su autor y fueron rescatados parcialmente hasta el siglo xviii.
En 1780, el fraile jesuita Francisco Javier Clavijero escribe desde el exilio su obra
magna Historia Antigua de México en donde, entre otras muchas cosas, diserta sobre los patrones de diversidad de los mamíferos del Nuevo Mundo comparándolos con los del Viejo Continente.
Uno de los personajes que contribuyó de manera significativa al desarrollo de lo que hoy es la ecología fue indudablemente Alexander von Humboldt. A partir de sus exploraciones en México y América del Sur pudo inferir patrones sobre cambio climático, distribución geográfica de organismos e incluso sobre deriva continental e impactos ecológicos por actividades humanas en sus obras Ensayo sobre la geografía de las plantas, en 1811 y Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, en 1834. Aunque las obras de Humboldt no pueden considerarse como parte de la ciencia mexicana, descansaron fuertemente en la contribución de naturalistas mexicanos cuyas obras consultó, y reconoció el “celo por las ciencias naturales en que con tanto honor se distingue México”. Uno de estos naturalistas y quizá el más importante de los precursores de la ecología en México es José Mariano Mociño.
Doscientos años después de que Francisco Hernández finalizó su expedición a la Nueva España, Carlos III envió una nueva expedición concebida con una visión más amplia que incluía un equipo de médicos, botánicos, zoólogos y artistas. Dirigida por Martín de Sessé y Lacasta, abarcó de 1787 a 1803, casi 16 años de intenso trabajo de campo e incluyó la instauración de la cátedra de botánica en la Real y Pontificia Universidad de México, el Jardín Botánico y el primer Gabinete de Historia Natural.
José Mariano Mociño se integró a la expedición en 1789, y es a partir de este momento que nace la ecología mexicana en la forma de una historia natural científica. Mociño fue mucho más allá de los objetivos de una expedición botánica, abarcando todos los aspectos relevantes de las ciencias naturales de la época: participó en el estudio de las erupciones del volcán de San Martín Tuxtla en Veracruz; el análisis de minerales para su utilización industrial; la descripción de la anatomía de peces, mamíferos, aves, insectos,
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