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IRENA SENDLER: MADRE DE LOS NIÑOS DEL HOLOCAUSTO


Enviado por   •  22 de Junio de 2017  •  Documentos de Investigación  •  2.031 Palabras (9 Páginas)  •  231 Visitas

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        “Una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad”

IRENA SENDLER: MADRE DE LOS NIÑOS DEL HOLOCAUSTO

Irena Krzyzanowfka, más conocida como Irena Sendler, nació en febrero 15, 1910 en Varsovia, Polonia.  Su familia era católica y fue una verdadera heroína de la Segunda Guerra Mundial. Su nombre de guerra fue Jolanda, pero también usó otros seudónimos de los cuales no se tiene información.

Una gran influencia en su vida fue su padre, Stanislaw Krzyzanowfki, que murió en 1917 (cuando ella tenía 7 años) a causa de tifus. Él era un médico muy querido en la comunidad judía y cuando algunos de sus pacientes pidieron que él fuera quien los atendiera con esta enfermedad el no dudó, lo cual resultó en contagio. Sin embargo, pese a haber tenido una corta edad cuando perdió a su padre, las enseñanzas de él quedaron con ella para el resto de su vida.

Años después, cuando las políticas  de segregación del partido Nacional-Socialista (Nazi) habían empezado a aplicarse en colegios y Universidades de una Polonia tomada por Alemania, Irena declaró que no estaba de acuerdo con ellas y nunca se guardó su opinión, lo cual provocó su suspensión de la Universidad de Varsovia por tres años.

Ya cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, en 1939, ella era una trabajadora social que formaba parte del consejo para la ayuda de judíos ZEGOTA y comenzó a visitar más frecuentemente el Ghetto de Varsovia, uno de los más grandes que hubo. Ella se encargaba de entregar comida, ropa y medicamentos a aquellas personas que lo necesitaran y además trabajaba para los niños huérfanos del lugar con la ayuda de un amigo (judío) a quien había conocido en la Universidad: Stefan Zgrzembski, quien le hacía de intérprete pues ellos solo hablaban Yiddish y ella no podía comunicarse.

Tiempo después, cuando las leyes dictaron que los trabajadores sociales ya no podían ingresar a los Ghettos, ella decidió hacerse pasar por enfermera para continuar con su causa, trabajó junto a la ZEGOTA para pasar desapercibida y poder continuar con la ayuda. Es entonces cuando empieza a desarrollar un plan que le valdría los más altos reconocimientos de Varsovia una vez terminada la Guerra.

Como es bien sabido, Warsaw era uno de los Ghettos más grandes que se construyó en Europa, incluso tenía una estación de trenes cuyo único destino era el campo de concentración de Auschwitz. En aquel entonces no se sabía a ciencia cierta lo que sucedía en los campos de concentración y exterminio, pero los rumores corrían y era un hecho que quienes subían al tren jamás volvían; la gente estaba atrapada en el Ghetto sin opción de escape y empezaron a perder las esperanzas de salvar la vida propia, por lo que empezaron a hacer todo lo posible para salvar a los niños, lo cual resultaba ser casi una misión imposible pues la brutalidad de los oficiales de la SS no disminuía por el hecho de estar tratando con menores de edad.

El rumor llegó a oídos de Irena y ella de inmediato tomó acción; conocía las aberraciones que se estaban llevando cabo en los campos y decidió intervenir. Habiendo sido nominada por la ZEGOTA para hacerse cargo de la sección de niños judíos, decidió aprovechar la oportunidad y utilizar la excusa de “inspecciones por tifus” en el Ghetto para comenzar de una vez por todas a colaborar a las madres judías, sacando a bebés y niños del Ghetto. Escondía a los bebés en cajas de herramientas, sacos de comida, bolsas de basura e incluso ataúdes para poder sacarlos del lugar, luego les asignaba un nuevo nombre y los introducía en otras familias – generalmente católicas –  conventos o iglesias para que pasen desapercibidos ante la SS.  Era el año 1943.

Pronto la Piotrkow Trybunalski – el tribunal del Ghetto de Warsaw que se había formado ni bien iniciada la guerra – escuchó acerca de las acciones que estaba tomando Irena y la llamaron a una reunión para prohibirle que continuara “arrebatándoles a los niños para instaurarles valores impropios del judaísmo”. Ella, desesperada, agotó sus argumentos en el intento de convencer al tribunal de que ella no tenía malas intenciones sino todo lo contrario, pero muchos de ellos no le creyeron, aun cuando ella les comentó acerca de los rumores sobre los supuestos campos de trabajo.

Pese a lo reacios que se encontraban los jefes de la comunidad, muchas madres contactaron a Irena y le rogaron para que salvase a sus hijos, el problema, ahora, era que no solamente eran bebés, por lo cual ya no era tan sencillo esconderlos y sacarlos del lugar. Es entonces que Irena  idea un nuevo plan; en esta ocasión estaría trabajando no de manera individual sino que tendría colaboradores: el hombre que llevaba algunos suplementos a la puerta del Ghetto, choferes de camiones, sastres, carteros y porteros, todos ellos trabajaban de manera confidencial por la causa y ayudaban a Irena a esconder documentaciones falsas y a los niños con el objetivo de salvarlos. En ocasiones, ella se llevaba a los niños a su casa y durante la noche les enseñaba oraciones católicas (el Padrenuestro y el Avemaría), a ponerse la señal de la cruz, y les contaba una historia que concordaba con su nueva identidad.

El procedimiento siempre fue el mismo: escribir el nombre de nacimiento del niño, el nombre de sus padres, su nueva identidad y el lugar donde encontrarlo; luego doblaba el papel, lo metía en un frasco y una vez lleno el frasco, lo enterraba bajo los árboles de su jardín.

Vivía con su madre y su prima, quienes estaban al tanto de los planes que Irena llevaba a cabo y le ayudaban constantemente. Sabían que lo que Irena hacía era peligroso y arriesgaba sus vidas día a día, sin embargo compartían sus convicciones y siempre la apoyaron; ellas le ayudaron a esconder a Stefan en la casa cuando fue necesario. Todo esto sucedió en el transcurso de meses.

Después de un tiempo, aún en 1943, la Gestapo se enteró de las actividades que Irena realizaba, y la arrestaron. Fue severamente torturada, le fracturaron los pies y las piernas y fue sentenciada a muerte junto con otras voluntarias que habían trabajado con ella. Fue declarada muerta en los registros de la prisión, pero en realidad la ZEGOTA había sobornado a los guardias para que la dejasen escapar, y así fue. Sin papeles, sin identidad y sin posibilidades de caminar vivió escondida de los alemanes por un tiempo pero volvió a Varsovia bajo un seudónimo y continuó trabajando como enfermera, esta vez en un hospital. En esta ocasión salvó la vida de 5 judíos al esconderlos en su lugar de trabajo.

Poco antes de que termine la guerra, se fue de Varsovia, y en 1947 se casó con el judío con el que había trabajado en el Ghetto: Stefan Zgrzembski

En 1945, cuando se declaró el fin del conflicto, Irena desenterró los frascos y entregó las listas al comité de salvamento de los judíos supervivientes, pero siguió trabajando por los judíos y no fue sino hasta después de dos décadas que salieron a la luz unas fotografías suyas. Cuando su historia también lo hizo, el Yad Vasham la nombró Polaca Justa entre las Naciones y se sembró un árbol en su nombre en la Avenida de los Justos.

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