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Identidad chilena de nuestra generacion


Enviado por   •  11 de Abril de 2016  •  Ensayos  •  1.630 Palabras (7 Páginas)  •  285 Visitas

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Identidad Chilena de Nuestra Generación

La actual generación, constituida por jóvenes de entre 17 y 23 años, ¿Tiene realmente un sustrato católico o al menos cristiano como base de su identidad nacional?

La Corporación cultural “Identidad y Futuro”, compuesta por un grupo de estudiosos y profesionales formados en la “Escuela de Pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira” (catedrático, pensador y líder católico brasileño de fama internacional); afirma que sí, y que esta identidad, encuentra su mejor expresión en la religiosidad popular.

La denominada Religiosidad Popular, caracterizada por múltiples festividades que congregan a una población dispersa, sumada a los cultos, veneraciones, ritos y creencias que manifiesta el pueblo chileno para y con lo divino, cuenta con la participación de centenares de jóvenes, los cuales asisten a reuniones de Catequesis, realizan la Confirmación y colaboran con fiestas religiosas de gran envergadura, como la reconocida “Fiesta de la Tirana”, donde se venera a la Virgen del Carmen, entre otras celebraciones. En pocas palabras, “Estamos, en realidad, ante un auténtico y vigoroso Catolicismo Popular, que ha sido reconocido por los Papas recientes como un verdadero “tesoro de la iglesia”. En él se resguardan las mejores y más auténticas reservas de la identidad chilena; generoso fruto - en nuestros días – de aquel venerable y fértil humus de la antigua cristiandad mestiza de raíz agraria, que nos vio nacer un día ya lejano en estas tierras como un nuevo pueblo el cual, en su momento, se transformaría en la nación chilena, con toda la riqueza de sus componentes étnico-culturales”. Así lo afirma la corporación.

Suena bastante lógico pensar que chile es un país donde priman los valores cristianos,  solidarios y generosos, ajenos a la razón instrumental propiciada por la modernidad ilustrada, cuyos ideales no forman parte de la cultura latinoamericana, además de la potente participación que tienen los jóvenes chilenos con las tradiciones religiosas inculcadas por sus padres y que surgen de una identidad histórica, en paralelo al secularismo cosmopolita del mundo actual.

Después de todo, ¿No es Chile, un país reconocido a nivel internacional por su ferviente fe cristiana, que se expresa a través de su calendario religioso, santorales y festividades aceptadas por todos los chilenos, tales como: la tirana, semana santa y navidad?

La Homogeneidad – la intervención coactiva de la Iglesia Católica en el actuar de las personas según normas preestablecidas para infundir la igualdad dentro de lo que se considera “valores cristianos”, con el fin de crear o fortalecer la utopía social en la que todo apunta a eliminar las diferencias, a fin de que las personas sean más generosas y solidarias, cumpliendo así con lo que se considera “correcto”, de manera uniforme dentro de la sociedad chilena – a pesar de las apariencias, es, sin embargo, un principio que la corporación cultural Identidad y Futuro en conjunto con la Iglesia Católica, en una sociedad pluralista, deben reducir al mínimo.

La razón de ello es obvia: porque el pluralismo consiste en el reconocimiento de muchos sistemas, principios y realidades, así como en aceptar la existencia de múltiples religiones, con diversidad de creyentes y no creyentes, que interactúan en un espacio, sin capturarlo totalmente (una de las formas con las que se define al pluralismo en la Constitución, artículo 19 N° 6 inciso 1°, fue precisamente esa: “La libertad de conciencia, la manifestación de todas las creencias y el ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden público”). Y mientras se reconozca, por ley y ante la visión de todos los chilenos, al pluralismo como el derecho a ser diferentes, a tener libertad de pensamiento y rendir culto a nuestras creencias de manera libre así como también a no hacerlo – no parece haber motivo para prohibirla, limitarla o bien menospreciarla, salvo, claro está, que la corporación Identidad y Futuro en conjunto con la Iglesia Católica decidan que debe primar la uniformidad por sobre el pluralismo que, como sabemos, evita la intolerancia social, cultural y religiosa, con el fin de que se haga lo “correcto” según dictan los “valores cristianos” para que la sociedad chilena se rija bajo una utopía social ya desgastada.

En otras palabras, la corporación Identidad y Futuro no tiene razón alguna para considerar a la sociedad chilena como  representante de una identidad religiosa populista, juzgando o bien negando el pluralismo existente en Chile – salvo que ellos piensen que la actual generación, constituida por jóvenes de entre 17 y 23 años no es capaz de discernir sobre sí misma, ni de componerse por “buenas personas”, a menos de que sean fieles creyentes de la religión impartida.

La opinión de la corporación y de la Iglesia Católica – antes ya la habían insinuado a propósito del sermón en la Misa celebrada en el Hipódromo Peñuelas, en La Serena por el Papa Juan Pablo II en 1987 sobre la piedad popular chilena; y la Conferencia de Obispos de América Latina y el Caribe en el santuario mariano de Aparecida en Brasil, inaugurado por el Papa Benedicto XVI, donde destacó la “rica y profunda religiosidad popular”, de manera que lo de hoy en día está lejos de ser una mera ocurrencia – puede aparentar ser inofensiva en materia de religiosidad. El problema es que el argumento es el mismo que se esgrime cuando se trata de promover lo que suele llamarse solidaridad social o identidad religiosa. Todas las intervenciones homogeneizadoras (las que impiden la tolerancia social, cultural y religiosa, privando a las personas de la libertad de conciencia, la cual devalúa el sentimiento solidario, comprensivo y generoso de las personas hacia otros, impidiendo la diversidad, tan importante en el desarrollo de la identidad de una nación) presumen promover el bien y la bondad en la sociedad chilena, cuya identidad pretende “conservar”. La corporación, por supuesto, no llega a esos extremos; pero está conceptualmente cerca de ellos. Si ellos piensan que basta que algo sea perjudicial o contraproducente para el desarrollo de la fe cristiana y la “conservación” de la identidad nacional para que la Iglesia Católica deba oponerse, juzgando a quienes piensan diferente o simplemente no comparten sus principios, ¿qué le impediría mañana o pasado, extender esa homogeneidad a formas de “representación identitarias” menos tangibles, pero igualmente importantes, como por ejemplo, solicitar al Estado chileno la regulación de los cultos mapuches que no cumplan con los principios de la fe cristiana, con el fin de proteger y conservar la identidad religiosa popular que defienden con tanto fervor?

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