La Intervenciòn De Las Ocho Y Cincuenta.

LA INTERVENCIÓN DE LAS OCHO Y CINCUENTA.

El lunes 27 de febrero, regresaba de Jaén a Bagua Grande, en horas de la noche. Venía en un auto moderno, un Miniban; parloteaba con el chofer sobre la compra de su vehículo; también estaban como pasajeros mi esposa , mi hijito de cinco años y dos señoritas. Amigo estos carros tienen más comodidad, está adaptado a gas, lo compré en Tacna y lo he traído manejando solito y la placa de mi carro está en trámite, nos narraba, emocionado, el buen hablado propietario y chofer. Llegamos al cruce Cayaltí, en un rompe muelle, encontramos a un patrullero de la policía, encendieron sus luces, nos acercamos y avanzamos. Seguía la conversación, todo en torno de la compra.

Llegamos a la altura del ex peaje, el carro se estacionó en seco. Nos asustamos. Nos están siguiendo, dijo el chófer. Qué paso, reaccionamos todos. El patrullero nos estaba siguiendo. Nunca lanzó una alarma, no nos pasó en velocidad, nada ni nada. Se acercó un efectivo de la policía, ni siquiera fue primero al chofer, se acercó a mí. Me enfocó al rostro ¡bájese, qué lleva qué esconde! Nos quedamos estupefactos, anonadados. Solo traía dormido a Roy Lee, mi hijo. Repitió lo mismo, ¡bájese, qué esconde! – ¡Qué escondo como que escondo!, fue mi reacción. Ya en la pista, ni siquiera me dio tiempo para el segundo paso y me rebuscó a la altura de mi billetera. Su identificación señor. Su DNI. No lo tenía mi DNI, con honestidad había dejado en casa; pero tenía otras identificaciones una de ellas mi carnet de afiliación de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú. Señor no tengo mi documento de identidad a la mano, tengo esto, mostré mi carnet. Eso para mí no vale, eso servirá en su trabajo, sentenció. Se inicio un intercambio de palabras con intensidades y tonalidades distintas. Yo queriendo hacer prevalecer mi identificación que nos otorga la máxima autoridad de periodismo en el Perú. Él, empecinado en mostrarle mi DNI. Su compañero no atinaba a decir absolutamente nada, en silencio escuchaba nuestra discusión. Al fin le ordenó que verifique mis datos en el sistema.

Ojalá lo encontremos algo a este cojudo para llevarlo esposado a la camisería, acentuó. Yo sonreí. Me acerqué al patrullero lapicero y papel en mano anotaba la placa: CS8626. ¡Qué haces!,¿anotas la placa? - Sí eso hago porque es público, señor- . Anota todo, mi apellido también si quieres. No imaginaba cuando me enfocaba antes que bajase del auto yo ya lo había enfocado a su apellido que lleva como insignia. Él es el Policía de carreteras Bagua Grande, Corral Quemado de apellido Muñoz LID. 075

Se dirigió al chofer, vamos a la comisaría y terminó arrebatándole sus documentos de la movilidad. En la siguiente parte del trayecto, todos ¡qué prepotencia! Hasta el timón daba la impresión que escribía a la izquierda prepotente, a la derecha, abusivo. Esto no se va a quedar así afirmaba el transportista. En Bagua grande terminamos en la comisaría, fuimos al área de tránsito expusimos nuestro desacuerdo de la intervención y la forma como se nos trató, atentos nos escuchaban los presentes. Fuimos a inspectoría, nos recibió el capitán Ortiz Zúñiga José Luis, estaba de civil, en presencia de otros policías, igual expusimos nuestra queja e indignación, me volví a identificar con mi carnet y no me exigió tan poco me amenazó para enseñarle mi DNI.

El capitán nos dio la razón, de lo mal que actuó el subalterno desdichado y nos expresó algo que nunca olvidaré, textualmente dijo: quiero pedirles mil disculpas a nombre de toda la institución policial, a veces los policías somos tan burros que no sabemos actuar. Me comprometo a llamarle la atención. Créanme, decretó.

Eso fue la intervención de las ocho y cincuenta.

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