¿La Regulación De La Violencia Mediática Atenta Contra La Libertad De Expresión?
SandraChaher17 de Junio de 2013
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¿La regulación de la violencia mediática atenta contra la libertad de expresión?
Por Sandra Chaher
Resumen
El nuevo marco normativo en comunicación y género vigente en Argentina desde fines del año 2010 habilita la posibilidad de regular los medios de comunicación de tal forma de evitar la discriminación y humillación específica hacia las mujeres. El cumplimiento de estas normas se enfrenta con un viejo pero vigente debate reeditado por las empresas mediáticas: ¿Deben ser regulados los medios de comunicación? ¿O esto atenta contra la libertad de expresión? La propuesta de regular a los medios para impedir el sexismo y la violencia mediática tiene más de 20 años en el debate internacional y poco se logró avanzar debido a las resistencias de las empresas. En el presente trabajo proponemos recorrer esas propuestas de regulación, desde las conferencias mundiales de las mujeres hasta la actualidad, tratando de encontrar un espacio que permita debatir la posibilidad de que los medios, en caso de no poder autorregularse, acepten adaptarse a algún tipo de normativa externa de tal manera de no vulnerar los derechos humanos de las mujeres.
Cuando a fines de los años ‘60 comenzaron los estudios de comunicación y género, las investigaciones diagnosticaron que la discriminación de género se concentraba fundamentalmente en la producción y reproducción de dos grandes estereotipos: el tradicional, vinculado al ámbito privado (en el que la mujer aparecía como “guardiana del fuego del hogar”), pero a la vez provocadora de perdición (Eva), y una voz que no era relevante como “autorizada” para los medios; y la mujer “masculinizada”, que ocupaba el ámbito público con códigos masculinos .
Las críticas se hicieron llegar a los medios pero éstos las rechazaron y también la mayoría de las mujeres, ya que las investigaciones cuestionaban sus consumos mediáticos habituales. Una de las consecuencias de este proceso fue que el activismo feminista se recluyó en la producción de una industria de mensajes propia, que circulaba en paralelo a los medios masivos, etapa que se desarrolló en los años ’70.
Conferencias de las mujeres y comunicación
En 1975, y ante la observación de que la igualdad de la mujer no se lograría “por default”, es decir sin un énfasis especial, la Organización de las Naciones Unidas tomó la posta de los reclamos de las organizaciones de mujeres –en todas las áreas, no sólo en comunicación- declarando que ése sería el Año Internacional de la Mujer y convocó a una Conferencia Mundial sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer que se realizó en México DF. Unos meses después, y a instancias de la Conferencia, la ONU proclamó también el Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer (1976-1985). El impulso dado a los temas de las mujeres dentro de las Naciones Unidas –tanto las conferencias como el Decenio- se debe a la Comisión para la Condición Social y Jurídica de la Mujer (conocida como Comisión del Status de la Mujer), creada en 1946 dentro de la ONU. En el ámbito regional también existía desde 1928, es decir mucho antes que la sanción del Pacto de San José de Costa Rica y de Belém do Pará, la Comisión Interamericana de la Mujer (CIM), que fue el primer organismo de derechos humanos destinado a defender los derechos de las mujeres .
En los siguientes años, la ONU convocó a dos conferencias mundiales más antes de la IV Conferencia Mundial de la Mujer realizada en Beijing en 1995 y que instaló la agenda de derechos de las mujeres aún vigente. En 1980 se realizó la II Conferencia Mundial de la Mujer en Copenhague con el objetivo de evaluar los compromisos adquiridos en México, y en 1985 la tercera conferencia en Nairobi, que se llamó Conferencia Mundial para el Examen y la Evaluación de los Logros del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer: Igualdad, Desarrollo y Paz.
Los medios de comunicación tuvieron un rol relevante dentro de los Planes de Acción de la Conferencia de la Mujer de México. Se les dedica el capítulo IV en el que se señala su rol fundamental en la transmisión de valores, la discriminación en los roles de género de los que dan cuenta y la necesidad de instar a las empresas a mejorar la imagen de las mujeres y sumarlas en los cargos de decisión. En Copenhague y Nairobi vuelven a hacerse observaciones similares aunque no en espacios tan destacados del Plan de Acción . Pero en ninguna de las tres se hace mención explícita a la necesidad de regularlos.
CEDAW y Belém do Pará
En la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación hacia las Mujeres (1979, CEDAW por sus siglas en inglés) no se hace referencia específicamente a los medios de comunicación –como sí sucede en la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (1994, conocida como Belém do Pará)-. Sin embargo, en el artículo 5 de la CEDAW se señala la necesidad de “modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres”.
Belém do Pará, además de hacer una mención similar en su artículo 6 (“el derecho de la mujer a ser valorada y educada libre de patrones estereotipados de comportamiento y prácticas sociales y culturales basadas en conceptos de inferioridad o subordinación”) señala en el inciso G del artículo 8, la necesidad de “alentar a los medios de comunicación a elaborar directrices adecuadas de difusión que contribuyan a erradicar la violencia contra la mujer en todas sus formas y a realzar el respeto a la dignidad de la mujer”.
Encuentro internacional de comunicación y género de Bangkok
A partir de los años 90 se realizaron tres encuentros regionales e internacionales de comunicación y género -en coincidencia con la transformación de las comunicaciones a nivel global- que prefiguraron el articulado del Capítulo J sobre medios de comunicación de la Plataforma de Acción de Beijing (PAB) de 1995.
En febrero de 1994 se realizó el primero y más importante en Bangkok, Tailandia. Fue de carácter internacional, se llamó “La comunicación como fuente de poder para las mujeres” y estuvo convocado por la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas (WACC), ISIS Internacional y la Tribuna de la Mujer de Nueva York y reunió a más de 400 comunicadoras de 80 países.
En la Declaración final se señaló la necesidad de un orden mundial más justo, sostenible y centrado en las personas, atento al proceso de globalización de las economías y de los medios de comunicación que se estaba produciendo. Según la investigadora chilena María Elena Hermosilla Pacheco, uno de los efectos centrales del encuentro de Bangkok fue prefigurar el Capítulo J de la PAB. La comunicación en la larga lucha de las mujeres dejó de ser un tema secundario o solo de modificación del signo de los contenidos –señala Hermosilla-, para avanzar en ser comprendida como una dimensión fundamental en la constitución de nuevas identidades femeninas más progresistas y no discriminatorias y en la batalla política por obtener más poder para las mujeres en todos los ámbitos .
Entre las propuestas surgidas del encuentro de Bangkok figura el fortalecimiento del control de los medios a través de monitoreos que releven el contenido de la información.
Encuentros internacionales de comunicación y género de Quito y Toronto
Entre el encuentro internacional de Bangkok y la Conferencia Mundial de la Mujer de Beijing, convocada por la ONU en septiembre de 1995, se produjeron otros dos encuentros de comunicación y género pensados con el objetivo de apuntalar las discusiones de Beijing: el Encuentro Regional de Comunicación y Género que se realizó en Quito (Ecuador), en abril de 1994, convocado por la Agencia Latinoamericana de Información y la Asociación Mundial de Radios Comunitarias; y el Simposio Internacional sobre Mujeres y Medios realizado en Toronto (Canadá) en marzo de 1995.
En Quito, las comunicadoras de América Latina hicieron un diagnóstico similar al de Bangkok señalando los perjuicios del neoliberalismo y la globalización sobre las mujeres y plantearon también la necesidad de democratizar las comunicaciones como un elemento central para, justamente, la profundización de los procesos democráticos.
El diagnóstico de Toronto también es coincidente en relación a la situación sociopolítica y las propuestas van en la misma línea, aunque son más específicas. Entre ellas se menciona, además del estimuló para la realización de monitoreos e investigaciones de medios, y acorde al tema que nos convoca en este texto: el diseño de códigos y manuales de autorregulación, de legislación sobre pornografía, la inclusión de las mujeres en las áreas gubernamentales que toman decisiones sobre los medios de comunicación, la inclusión de la dimensión comunicacional en los programas de desarrollo, y la promoción de la autorregulación en la publicidad. Es decir que se avanza en la necesidad de generar algún tipo de regulación sobre el funcionamiento de los medios en relación a las mujeres.
Aparece en estos encuentros la tensión entre los medios como empresas imposibles de ser reguladas y cada vez con más poder, y la necesidad de convencerlos o imponerles algún tipo de mecanismo regulatorio que recuerde su función
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