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La democracia como vía al desarrollo

Jeslin VasquezApuntes28 de Junio de 2020

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La democracia como vía al desarrollo

El devenir del proceso histórico del hombre ha sido muy complejo en todos sus periodos, en el sentido de la convivencia en sociedad, pero que, de alguna forma, y por evidencias que ampara la historia, ha sabido darle un cierto matiz de organización y hasta cierto punto, orden. El asutralophitecus, el homo habilis, homo erectus y el homo sapiens han sido guiado por sus instintos y necesidades, logrando adaptarse en “sociedad” empujados por dichas necesidades como las alimenticias y las de refugio, aunado a ello aquellos factores climáticos por los cuales también han logrado su estabilidad y sedentarismo, estableciendo así las primeras culturas y sociedades que darían inicio al mundo que conocemos hoy en día. Egipto y Mesopotamia son aquellas sociedades antiguas de las cuales tenemos testimonios de una forma de organización establecida para salvaguardar el buen gobierno y el bien común, donde a orillas del Nilo de extendía el reino de quienes serían los grandes señores de aquellas civilizaciones, llámese el gran Ramsés, el implacable Tutankamón, el imponente Ptolomeo, o las hermosas Nefertari y excepcional Cleopatra, estos faraones son el claro ejemplo de que la autoridad política es de apremio para toda sociedad en aras del orden y la convivencia.

Con el avance científico, avanza el pensamiento, acompasados en satisfacer las necesidades básicas del hombre para su subsistencia, y fue así como a través del avance de los siglos el hombre llego a consolidar reinos, donde el Sacro Imperio Romano jugó un rol crucial para las nuevas formas de vida y de gobierno, con herencia griega por supuesto. Fue en el ocaso de este gran imperio que se establecieron los reinos europeos que conocemos como Galia, Hispania, Britania, Portugal, Italia; este sistema de gobierno ahora recaía en los monarcas y ya no en emperadores, estos jefes reales salvaguardaban la integridad de su reino bajo un regimos absolutista que a su vez era, de cierta forma, dictatorial, que muy pocas o nulas veces escuchaba la voz del pueblo.

El límite de un reino siempre ha desconocido la voluntad del pueblo, llegando a la opresión y al despotismo, es por ello que el violento reaccionar del pueblo francés le mostró al mundo entero que el poder del pueblo y su voluntad es sustancialmente superior al de cualquier linaje real o personaje que por encargo divino debe asumir y conducir los destinos del pueblo, es por ello que triunfó la voz del pueblo francés ante los deseos y voluntades atrofiadas e irracionales de una María Antonieta o un Luis XVI que tan solo saciaban sus deseos y protegían sus intereses de una manera muy egoísta. Fue así entonces que los Gobiernos Representativos se asumieron como la nueva figura de gobierno en el mundo moderno, donde aquel año crucial de 1789 cambiaría el destino de los pueblos para siempre, siendo la semilla el constructo y esencia de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, logrando así constituirse como la primera evidencia expresa donde la voluntad y el individualismo humano se hace sentir como el eje de todo buen gobierno justo y democrático.

Pensar en el ideal de un buen gobierno acarrea muchos factores que en la práctica son complejísimos, ya que un gobierno eficiente solo es resultado de procesos y cualificaciones sociales e institucionales que conlleven al fortalecimiento y crecimiento estatal; siguiendo este lineamiento respecto a la forma ideal de gobierno que consecuentemente traiga el desarrollo y la justicia social de los pueblos, considero que la democracia es aquel único sistema que puede brindarnos la plena confianza de que el ideal de un buen gobierno sí es posible, pero no es cuestión de anhelos y buenas voluntades, el éxito de un gobierno basado en democracia solo dependerá del buen manejo del sistema gubernamental, con eso me refiero a que solo con la educación aunada al fomento de una cultura política y al fortalecimiento institucional se podrá alcanzar el sueño de una patria creciente y de primer mundo.

Líneas arriba sostuve que la democracia es aquel único sistema de gobierno que lleva al éxito a los estados, una ejemplificación perfecta es el bello país de Suiza y democracia directa, donde los ciudadanos tiene una participación casi total en todas las decisiones relevantes que toma gobierno, esto demuestra que solo un gobierno que antepone y centraliza al ciudadano como la razón de ser su ejercicio gubernamental puede lograr tales éxitos, ya que con esa participación ciudadana la cultura política se extiende en el subconsciente de los suizos despertando así el sentido del compromiso consigo mismo, con sus cantones y con su país. Suiza ha logrado el sitial que hoy tiene poniendo en práctica políticas públicas que han desarrollado a la nación y al estado cualitativamente.

Ahora bien, si hablamos de democracia donde la libertad, el respeto y la justicia conforman el trípode axiológico que le dará el horizonte a un determinado estado, debemos considerar primero que para que puedan existir garantías democráticas que permitan la armonía y el orden social, debe existir antes una autoridad política, la misma que debe ser vista como aquel elemento que evitaría aquella “condición natural de la humanidad” a la que se refería Thomas Hobbes, la misma que sostiene que en ausencia de una autoridad política esta se activaría y conllevaría consigo una competencia feroz por cubrir las necesidades básicas propias, en la que todo el mundo teme constantemente ser atacado y en la que todo el mundo en consecuencia se siente inclinado a dar el primer golpe. Es por ello que existe una razón suficiente para la existencia y primacía de una autoridad política, en vista de que es ella la que proporciona la seguridad necesaria para confiar en los demás, y en un clima de confianza la gente es capaz de cooperar y producir todos esos beneficios que según Hobbes le faltan a la “condición natural”.

De aquí es que parte que la cooperación entre personas es imposible donde la confianza está ausente, obedeciendo su ausencia a la falta de un poder superior que haga cumplir la ley. Por otro lado, pensar en ideas anarquistas sería algo utópico e irrisorio puesto que ninguno de los dos grupos anárquicos, ni los comunitaristas ni los de mercado podrían establecer un orden y un consenso general ya que los intereses y voluntades personales entran en una dialéctica violenta para ver quién prioriza su voluntad, es por ello la necesidad de crear un órgano con el poder y la autoridad suficiente como para imponer el mismo conjunto de normas a todo el mundo, recreándose así la figura de un “Estado”. Ahora bien, es importantísimo que tengamos en consideración que lo central no es que exista una autoridad política en sí, sino qué tipo de autoridad política tener y cómo determinar sus límites, es aquí donde entra a tallar el sistema gubernamental que escucha la voz de todos a quien le llamamos democracia.

Al inicio de nuestro ensayo hacíamos referencia a ciertos faraones, emperadores y reyes en cuyas personas recaían las vidas y los destinos de sus pueblos, bueno, esto es algo que Hobbes defendía, amparándose en la “prudencia infalible” que deberían tener estos gobernantes en el ejercicio de su cargo, pero lamentablemente la naturaleza del hombre es tan compleja e impredecible que hoy en pleno siglo XXI sería absurdo apoyar la tesis hobbsiana, por ello que la idea de un estado democrático cobra fuerza en el sentido de que deben priorizarse los intereses comunes y no los personales en cuestiones de gobierno. Con esto la democracia reposa y encuentra sustento en dos postulados, uno es el que ninguna persona es por naturaleza superior a otra, y por tanto que toda relación de autoridad entre ellas exige una justificación, y el segundo es que el mejor modo de salvaguardar los intereses del pueblo es convertir al pueblo en el depositario final de la autoridad política, como hemos podido ver estas dos ideas respecto a la democracia son esencialmente claves para ponerla en práctica.

Si decimos que el pueblo en sí debe hacer ejercicio de la autoridad política, ¿por qué entonces esta recae en manos de un puñado reducido de personas?, la respuesta es simple, y es que la gente corriente no está capacitada para comprender cómo gobernar y tomar decisiones políticas, es por eso que solo nos limitamos a ceder nuestra representación a un pequeño grupo de funcionarios públicos. Dentro de este tema de capacitación gubernamental, entra a tallar el concepto de “juicio político”, el mismo que requiere la optimización de su constitución en manos de expertos en la materia, esto responde a la necesidad que para lograr a un adecuado juicio político debemos considerar y abordar profesionalmente sus elementos, siendo el primero la información fáctica sobre lo que sucederá al tomar una determinada decisión, segundo, la información sobre las preferencias reales de las personas a quienes afectará dicha decisión y por ultimo las cuestiones de principios morales. Con lo que respecta al primer elemento que es el de la información fáctica considero que es sustancial en la construcción de un juicio político pertinente, en el sentido de que su consenso fáctico, la cuestión técnica es mucha más sencilla y llevadera donde los expertos y conocedores sabrán direccionar al juicio en cuestiones científicas, sociales y económicas. Se precisó anteriormente que una de las vías al buen gobierno basado en democracia es la fomentación de una cultura política, es por ello que es preciso desarrollar formas de participación que proporcionen a todo el mundo la experiencia de una ciudadanía activa, ya sea a nivel local o nacional, esta experiencia aumenta por lo general la cualificación de la gente, y después de haberla tenido es más probable que se interesen de manera sostenida por la política, con ello se descubre que la democracia no es cuestión de todo o nada, sino una lucha constante por dar al conjunto de la población la autoridad ultima sobre los asuntos del estado.

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