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La historia del barrio San José de la Urbina contada por sus niños


Enviado por   •  10 de Junio de 2016  •  Apuntes  •  2.258 Palabras (10 Páginas)  •  1.479 Visitas

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La historia del barrio San José de la Urbina contada por sus niños

Los comienzos

En la ciudad de Caracas, en un lugar llamado Petare, en la época de nuestros abuelos, existía una hacienda arrendada por un trinitario llamado Challenger. En esa hacienda había hortalizas, mangos, naranjas, mandarinas, flores, guama, cambur, cañas, maíz, frijol y caraotas.

Allí estaba la casa de bahareque y piedra de la Sra. Cirila Blanco y su familia, quienes se encargaban de la hacienda, ellos no tenían muebles, sólo unas sillas de tabla y tampoco tenían agua ni luz, por eso buscaban el agua en el Trapiche, en el río y en El Calvario de Petare y se alumbraban con lámparas de kerosene.

Con el tiempo fueron llegando más personas a este lugar, venían de San Miguel de Petare, de Oriente, de Ciudad Bolívar, de Los Andes, de Colombia, y hasta un sacerdote que llegó de Bélgica y le gustó quedarse allí.

Ellos y muchas otras personas necesitaban salir de donde estaban para cambiar de vida y formar una familia propia, para dejar de pagar un alquiler y para conseguir una casa más barata. Por eso invadieron la hacienda y construyeron sus casas con cartón, tablas o zinc.

Pero no fue fácil quedarse allí, porque hacían los ranchitos y venía La Guardia en la noche y se los tumbaba, al día siguiente los volvían a armar, y así continuaron hasta que los dejaron tranquilos y la hacienda se fue convirtiendo en barrio.

Poco a poco fueron quitando todos los árboles frutales y las hortalizas para poder construir las casas, para agrandarlas y para formar más familia.

Las señoras Inocencia de Milano, Gertrudis, María Rumuarda, Bárbara la mamá de Cirila, la mamá de Juan Rivas, Pancha, Josefina, Eva, Matilde y el señor Natalio, fueron algunas de las personas que llegaron de primeros a este lugar. Eso fue cerca de 1960.

El león

En este tiempo, la gente debía encerrarse en sus casas a las cinco de la tarde, porque a las cinco y media salía un conejito y detrás de él salía persiguiéndolo el león. El león pasaba por todas las veredas y las personas se atemorizaban. Era muy peligroso, más debajo de la casa de la Sra. Gertrudis vivía una señora que estaba embarazada y el esposo de la Sra. Gertrudis tenía que ponerle ropa sudada de trabajar y orinarle alrededor para ahuyentar al león; porque él buscaba entrar en la casa para matarla y sacarle el crio.

Desde que todas esas personas llegaron, entre ellos algunos de nuestros abuelos y familiares, han trabajado mucho para que hoy tengamos todo lo que hay en el barrio. Ellos tuvieron que luchar para que los dejaran quedarse allí.

Ya eran más habitantes y ese lugar ya les pertenecía, entonces le tenían que poner un nombre a ese barrio y como la Sra. Inocencia de Milano era devota de San José, le pusieron: “San José de la Urbina”, porque quedaba en La Urbina.

Las fiestas

Hacían muchas fiestas para los niños y todos cooperaban. El 19 de Marzo celebraban el aniversario del barrio y la imagen de San José la sacaban por las calles. Era muy divertido, la gente era unida y animada. Era muy sano.

Cuando empezaron a celebrar estas fiestas en el barrio ya había una junta de señoras que se ocupaban de hacer de todo: “vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro”. Hacían empanadas, dulces, refrescos y así se recogían fondos para el barrio.

La cruz y la calle

Una de las primeras cosas que hicieron, en 1965, fue colocar uan cruz en la parte alta del barrio. Esa cruz se perdió después porque se inclinó y quedó entre casa y casa, había casas que llegaban hasta los brazos de la cruz. Entonces, con el padre Bruno se decidió cambiarla a un lugar que se viera desde todos lados.

En el barrio había una sola calle que estaba hecha de granzón, todavía no tenía asfalto y pasaban muy pocos carros, siempre los mismos, como por ejemplo, el camión de Juan Rivas y el carro del Sr. Moreno.

El trabajo unido

Había mucho respeto y colaboración entre todos los que vivían en el barrio. La señora Inocencia de Milano fue una de las que más trabajó para que el barrio fuera lo que es hoy. Ella fundó la primera Asociación de Vecinos en 1973 y en ese momento sintieron que eran una comunidad.

Esta señora llamaba a la gente y la animaba para que hicieran cosas por el barrio y también las regalaba hasta por parlante, porque ella era de carácter claro y muy fuerte, tenía mucho guaramo. Los conocía a todos y sabía quién era quien, los enseñaba a convivir y decía: “El hermano tuyo es el vecino que tienes al lado, porque los otros se quedaron en el pueblo de donde vienes”. Cuando murió muchas cosas ya no fueron igual.

Las señoras Gertrudis, Eva, María Carballo y María Martínez también trabajaron para que el barrio creciera y fuera mejor. Para construir las escaleras y hacer las tuberías de aguas negras y blancas, las familias se unían y se organizaban por sector, los hombres hacían las zanjas y las mujeres les hacían arepas y café, a veces trabajaban hasta media noche. ¡Siempre juntos, siempre unidos! Porque cuando hay unión uno se siente feliz.

Para reunirse lo avisaban en la misa y luego los que habían venido le avisaban a los otros y siempre había mucha concurrencia.

La luz y el agua

Un día se dieron cuenta que eran muchos y no tenían luz y agua, tenían que alumbrarse con lámparas de kerosene y de carbón, compraban velas en un mercadito que había en Petare y cocinaban con carbón y leña.

Entonces, como ya eran tantos y eran muy unidos comenzaron a ir al Concejo Municipal para pedir que les pusieran agua y luz. Siempre iban mujeres dirigidas por la Sra Inocencia, los únicos hombres que las acompañaban eran el esposo de ella, el Sr. Tomás y el Sr. Moreno. Al principio pedían que les enviaran camiones cisternas y la luz la robaban de la entrada.

El Concejal que les atendía se llamaba José Luis Rodríguez y el Prefecto era Yánez. La compañía de luz fue colocando los postes y la luz casa por casa.

También comenzaron a ir a la Alcaldía, recogían firmas de los vecinos y conseguían lo que necesitaban.

De la cañada a la calle

Un día pensaron en hacer una calle grande, la Sra. Gertrudis le decía a la Sra. Inocencia que eso era un “cañao grande” y se podía hacer una calle; entonces se lo pidieron al Concejo Municipal, trajeron los tractores para ir tumbando el monte y se hizo la calle.

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