Las Crónicas de una casi-profesora: Los primeros pasos de una gran historia
Marianella ✝️Ensayo4 de Agosto de 2017
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN
FACULTAD DE FILOSOFÍA, HUMANIDADES Y ARTES
Departamento de Filosofía y Ciencias de la Educación
Carrera: Profesorado en Ciencias de la Educación
Cátedra: Práctica Profesional Orientada (Docencia)
Profesoras responsables de la cátedra:
Prof. esp. asociado (a cargo): María Teresa Blanquer
Prof. asociada: Silvana Peralta
JTP. Prof. esp.: Rita Quiroga
Reflexión de clases. Período de intervención
Docente practicante: Molina Moyano, Marianela de los Ángeles.
Título: “Crónicas de una casi-profesora: Los primeros pasos de una gran historia.”
- Introducción
Antes que nada debo decir que no es para nada sencillo sentarse a escribir sobre la propia actividad e intervenciones realizadas en éste periodo de tiempo que ha abarcado desde el mes de junio hasta la fecha.
Además, tenemos siempre en cuenta que, tanto mi pareja pedagógica como yo, estamos en un proceso de formación que sabemos que ha iniciado en éste último tramo de nuestra carrera de formación docente pero que no va a finalizar en noviembre, con la culminación de las prácticas, sino que ésta formación es y será continua; es decir, que la misma nos va a acompañar (y nosotras a ella) durante el resto de nuestra vida profesional y laboral.
Debo considerar que realizar las tan ansiadas prácticas significa habernos iniciado ya en la docencia; ya que como docentes practicantes o residentes, como comúnmente somos reconocidas, participamos de un hecho novedoso de inserción en un mundo en el cual, si bien comenzamos a tener pequeños acercamientos y diferentes miradas en el 3° año de nuestra carrera de la mano de la cátedra Didáctica y Currículum, es algo totalmente nuevo y un poco desconocido, porque ahora nos toca pararnos y mirarnos desde otro lugar: el lugar de la docente.
A lo largo de mi recorrido por las prácticas de formación docente en el Nivel Secundario he tenido miles de sensaciones: a veces angustia, otras veces adrenalina, muchas otras veces felicidad y seguridad… También reconozco que hubieron momentos de estrés, signados mayormente por mi estado de salud.
Esta nueva experiencia vivida en los últimos cuatro meses se traduce en un nuevo aprendizaje para mí. Un aprendizaje que produjo y produce permanentemente un quiebre, un aprendizaje caracterizado por la ruptura; es decir, ruptura de lo ya construido y el constante desequilibrio. Eso siento que sucede cuando intento plasmar en éstas páginas lo que siento, lo que creo, lo que pienso. Voy y vuelvo. No me detengo.
Aquí me encuentro hoy, dándome cuenta de que éstas palabras no quedarán intactas y de una vez y para siempre, sino que permanentemente necesitan escribirse y re-escribirse. No importa cuánto tiempo pase. No importa si pasan uno, dos, cinco o diez años: siempre se hace necesario volver a mirar, volver a escribir, volver a pensar…
Al tener contacto por primera vez con la planificación anual de la docente co-formadora, mis ansiedades e incertidumbres se hicieron presentes. Sólo quería que llegara el momento de intervenir; no pensaba en nada más.
El grupo de estudiantes se compone actualmente[1] de 41 chicos y chicas de entre 11, 12, 13 y 14 años. Edades muy variadas para Primer Año, ¿verdad? Sí, debo mencionar que a mí también eso me hizo un poco de ruido.
La escuela que nos abrió las puertas fue la E. P. E. T. N° 2, nacida en la década de los ’90, luego de que se transfirieran a las provincias la mayoría de las Escuelas Nacionales de Educación Técnica (antes denominadas E. N. E. T.) y de que la ex E. N. E. T N° 4 (actualmente E. P. E. T. N° 4) dividiera en dos las alas del edificio. Así, la parte de la estructura que da hacia la calle Rivadavia entre Catamarca y Avenida Alem, se convierte en la actual E. P. E. T. N° 2.
Para acceder al aula, debíamos subir las escaleras hacia el primer piso. Allí, el corto pero ancho pasillo divide los cursos que se encuentran en ese espacio. Hacia la derecha, el primer aula que encontramos es el de Primer Año, segunda división, famoso por ser “terrible en general”[2].
El curso tiene una forma entre rectangular y cuadrada y posee un tamaño promedio (no es ni pequeña ni lo suficientemente amplia para la cantidad de estudiantes que hay allí adentro), y cuenta con un techo bien alto.
La parte del pizarrón está dividida en dos: una mitad es pizarra blanca, para ser usada con marcadores y la otra mitad es pizarra negra, para ser usada con tizas. En la pared opuesta a donde se ubican éstas pizarras, hay un pizarrón negro que ocupa todo el ancho de la pared, escrito más bien con frases de canciones o los nombres de diferentes bandas, con diferentes colores.
Hacia un extremo del aula y por encima de la puerta, hay un ventilador de tipo industrial, y hacia el extremo opuesto y por encima de la pizarra blanca, hay una estufa. Hacia la derecha del curso, hay tres ventanales y curiosamente, los mismos permanecen abiertos aun haciendo frío (recordemos que nuestras prácticas han tenido lugar desde fines de abril hasta principios de agosto).
En la pared que da hacia el pasillo de la misma escuela también hay pequeñas ventanas ubicadas en la parte superior, es decir que los chicos no pueden ver lo que sucede por fuera del curso. Y la puerta del aula también está enteramente hecha de vidrio.
Quiero mencionar que en ninguna de las cuatro paredes que componen éste aula hay afiches o filminas producidas por los adolescentes, lo cual me parece algo curioso y para notar.
Los estudiantes a veces estaban distribuidos en tres filas de siete bancos cada una; otras veces y la gran mayoría de éstas, se encontraban distribuidos en grupos de entre tres y cuatro personas, conformados indistintamente.
- Desarrollo
Como manifesté anteriormente en la Introducción, antes, durante y después de cada clase sucedida, se hicieron presentes en mí una infinidad de emociones, partiendo desde lo mucho que tuve que esperar para iniciar mis intervenciones[3] hasta el importante cambio de rol que experimenté, es decir: de ser una docente practicante en el lugar de observadora pasé a ocupar el lugar de la co-protagonista de la clase junto con mi pareja pedagógica y con los estudiantes.
Este gran cambio ocurrido a principios de junio, implicó una muy importante carga de sentido y de significaciones, tanto para los cuarenta y un chicos, como para la docente co-formadora, la cual nos cedió amablemente su espacio, y para mí. Esto también implicó que hiciera un click en mi vida, el cual me llevó a pensar(me) en la docente que quiero y deseo ser, de los errores que no quiero cometer, de lo que quiero inspirar en mis estudiantes y de cómo motivarlos también.
Estos pensamientos que han habitado y sobreabundan actualmente en mi cabeza, me han llevado a compararme con un kalanchoe. No sé si alguna vez habrán escuchado éste nombre, pero el kalanchoe es una planta pequeña pero no por eso menos hermosa, que apenas necesita cuidados para mostrarse alegre y esplendorosa. Esta diminuta planta se presenta resistente, con hojas gruesas y, aunque florece durante ocho semanas, lo hace con verdadera intensidad, emanando pequeñas flores de vibrantes colores. Y ahora ustedes se preguntarán… ¿Por qué me comparo con una plantita?
Pues, las plantas comienzan a desarrollarse con una semilla. Ahora bien, la semilla de todo éste trayecto vivido a lo largo de cinco años representa a varias personas que dejaron huellas en mi vida y en mi corazón, y marcaron también un antes y un después; pero reconozco entre ellos especialmente a mis padres y a mi profesora de Inglés, que conozco desde que tenía 3 años y con la cual establecimos una linda relación.
Ellos sabían que desde siempre he querido pararme frente a un aula, que enseñar y también aprender me hacen particularmente feliz. Gracias a ellos, los grandes inspiradores de mi vida, conocí ésta bellísima carrera, que ya está llegando a su fin...
Cuando la semilla cae en el suelo, primeramente absorbe el agua del suelo y se hincha. El suelo representa éstos años de preparación y formación en la Universidad Nacional de San Juan, y más específicamente en la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes; en el que, representada en un kelenchoe, he ido creciendo cada día, cada mes, cada año un poquito más, partiendo desde la raíz; es decir, mis primeros aprendizajes y acercamientos al ámbito de lo educacional se iniciaron allí, atravesando y viviendo con total apertura y predisposición a cada cátedra que conforma el plan de estudio, y haciéndome un poquito más resistente frente a cada altibajo que supe experimentar; situaciones de aprendizaje que me hicieron madurar aún más y a crecer, sin dejar de lado por ello mi esencia.
Luego aparece el tallo, que lleva las primeras hojitas de la planta. Después de todo éste gran proceso, que conlleva un buen tiempo, la planta crece durante toda su vida. Siento que a lo largo de este tiempo no sólo he crecido en cuanto de formación profesional se trata, sino también como una persona decidida, que sabe lo que quiere y que puede hacer hasta lo imposible para lograrlo, porque más que nada, esto se trata de amor: amor a la profesión, amor a educar. Y cuando una lucha por amor, todo lo imposible se torna posible… Hasta que se logra.
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