Los Observatorios De Medios De Comunicación Como Escenario Jurídico Para Fortalecer La Democracia Y La Libertad De Expresión
FabioEscobar15 de Noviembre de 2011
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FABIO ESCOBAR VARGAS
Los observatorios de medios de comunicación como escenario jurídico para fortalecer la democracia y la libertad de expresión.
Análisis y perspectiva.
“El derecho es el conjunto de condiciones que permite a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos”. Immanuel Kant
Al revisar los programas de Derecho a la información y Derecho a la Comunicación en las universidades, así como la bibliografía general que existe sobre la materia, se observa que en la mayoría de los casos se aborda la libertad de expresión desde su sentido clásico; como libertad de expresión de expresión individual. El punto de partida para pensar los derechos a la información sigue siendo el ciudadano suelto, atomizado y aislado.
Todos estos análisis fallan por su dogmatismo pero son consecuentes con el paradigma donde están inscritos. En efecto, desde la perspectiva liberal, el contexto histórico y la estructura social aparecen como dimensiones de análisis innecesarias, incluso invisibles.
La libertad de expresión, desde la visión liberal, es enfocada desde sus ordunamientos jurídicos, en función de la legalidad vigente, perdiéndose de vista la estructura económica y las relaciones de saber-poder donde están inscritos aquellos cuerpos legales. Vale decir, analizada más allá de las desigualdades sociales que son, también, desigualdades culturales.
Para el liberalismo, la libertad de expreskón es un derecho fundamental, postulado como una nigura que no necesita de mayores rodeos jurídicos, basta con su reconocimiento expreso en la constitución política. Cualquier regulación que se apueste sobre la misma será percibida como una restricción a la libertad individual, es decir, como un avasallamiento del Estado.
Incluso cuando en aquellos ámbitos se repasan los estándares jurídicos de derechos humanos que la refuerzan y que llaman la atención a los Estados locales para que se garanticen la libertad de expresión, la libertad de prensa o el derecho a la información, casi siempre se hace perdiendo de vista las experiencias de lucha sociales que existen detrás de aquellas figuras, se olvidan de la dimensión social de aquellos estándares jurídicos que buscaban volver efectiva aquella promesa asumida en la agenda de los Estados a partir de otras luchas sociales previas.
Por otro lado, y como si fuera poco, desde la matriz liberal se tiende a circunscribir la libertad de expresión, a los medios de comunicación, es decir, al acceso -efímero y transitorio- a un espacio ajeno y comercialmente regulado.
De allí que la libertad de prensa sea otra forma de nombrar a la libertad de empresa, de comercializar las ideas. Con todo, la información se convirtió en una mercancía producida por las industrias culturales en la sociedad del espectáculo.
Cabe preguntarse: ¿cuáles son realmente los poderes hoy?, el primero de todos es el poder económico; el segundo, el mediático, y una tercera posición, el político.
Fácilmente se subsumen en uno sólo, compuesto por tres aristas; Algunos sueñan con un mercado perfecto de la información y la comunicación, totalmente integrado gracias a las redes electrónicas y los satélites. Lo imaginan construido según el modelo del mercado de capitales y los flujos financieros, que se mueven de forma permanente. Acompasado con la omnipresencia de los medios de comunicación y sus discursos convertidos en verdades a fuerza de la reafirmación cotidiana, definiendo las agendas públicas y revertido a favor de ideas e intereses particulares que los reafirman en una cadena sin fin.
Una trilogía que se manifiesta en un omnipotente control de los ciudadanos, apoyado en una relación desigual y asimétrica entre los deberes y derechos que emanan de la actividad comunicativa y su relación con los usuarios de la información. Es el reflejo del poder en la comunicación, de la comunicación como dominación, porque toda comunicación cumple una relación de poder. Por eso, hasta ahora la comunicación mediada no puede librarse del poder que implica, pues éste está sujeto por los valores imperantes del mercado de la cultura y del mercado en general.
Contrarrestar ese poder, es una tarea y un deber ético individual y colectivo. Las facultades de comunicación poseen observatorios que son instancias de supervisión mediática que monitorean, vigilan y controlan la actividad de los medios de comunicación. Si bien ésta es su principal función, el tiempo y la versatilidad que ellos admiten ha extendido sus funciones hasta abarcar cometidos propios de otros mecanismos.
Los observatorios constituyen un exponente más que se podría situar dentro del fenómeno mayor del media criticism , (o revisión critica de la actividad de los medios). Este fenómeno comienza a surgir y desarrollarse en diferentes partes del mundo ante la convicción de que el poder que éstos ejercen en nuestras sociedades democráticas no se corresponde con un ejercicio siempre responsable de su misión.
Los medios de comunicación, como cualquier otro actor de la sociedad, también cometen errores, y además con mucha frecuencia y de manera intencionada. Actualmente asistimos a un abrumador incremento de su poder y a un desbordamiento cada vez más atentatorio contra la democracia. El panorama parece indicar que la labor de los observatorios ya no es suficiente y por lo tanto requieren ayuda de otras ciencias sociales en el marco de esa versatilidad reconocida.
Los observatorios ejercen una fiscalización de los medios que no es coercitiva, está más dirigida a un acatamiento de las responsabilidades en el marco de la ética. En un momento en el que los comportamientos éticos están en cuestión, no es esperable que medios y periodistas de un paso al frente, en asomo de cumplir con su deber deontológico.
Es natural la tendencia humana a no reconocer los propios errores y esto parece aún más cierto si se trata de los medios. Dado que la credibilidad que les dispensa el público es uno de sus patrimonios más importantes, ha sido habitual la práctica de minimizar o negar sus equivocaciones. En este marco de referencia, mientras éstos se dedican a criticar los errores de otros, nadie cuestiona los suyos: el resultado final de esta política es contraproducente.
Es necesario un cambio de este esquema. Puesto que los medios realizan una labor de escrutinio de las demás instituciones, no se entiende muy bien el por qué se excluyen a sí mismos de ese ejercicio tan sano de la crítica.
Por plantearlo de alguna manera, la prensa fiscaliza todo; ¿quién fiscaliza a la prensa?” Esta es la razón de ser que justificó el inicio del fenómeno del media criticism en el que, los observatorios de medios de comunicación constituyen un elemento más. En este sentido, los observatorios comparten con otras iniciativas, la convicción de que la labor de los medios y sus profesionales se encuentran en una situación realmente crítica que demanda la llegada de nuevos actores que reivindiquen otra forma de entender la práctica periodística.
El inmenso poder de los medios de comunicación y su influencia en la sociedad, hace necesaria una regulación que vaya más allá de los preceptos éticos, que defina de manera mas clara los limites a su ejercicio periodístico desde lo racional y lo jurídico. Los códigos de ética y autorregulación que emanan de los mismos medios, periodistas y gremios advierten que hay un potencial peligro de eventuales desbordamientos, a la vez que son insuficientes para hacer efectiva su responsabilidad social.
Es cierto que marcan límites, pero igual lo es, que éstos nos son respetados cuando la prensa es puesta al servicio de intereses económicos. Así subsisten, son una amenaza para el desarrollo normal de la democracia, y entre tanto recurren a la construcción de interpretaciones amañadas y difusas de lo que en realidad es el derecho constitucional fundamental de la libertad de expresión.
Afirman los medios que ellos disponen de sus propios entes evaluadores, reguladores y sancionadores de sus faltas, y que los efectos de eventuales faltas cometidas se reflejan en últimas, en una sanción social que pueden imponer las audiencias. Formalmente no se identifica en lo administrativo ni en lo judicial una instancia específica que actúe de manera decidida frente a las permanentes infracciones y que pueda determinar una sanción ejemplar. Todo es relegado, a una ambigua afirmación: la sociedad ejerce un control y puede “castigar” efectivamente nuestros yerros con el retiro de su confianza y la afectación de nuestra receptividad y nuestras ventas.
En la práctica ese factor sancionador se diluye en la fuerza mediática y la necesidad de información de los ciudadanos. Los medios y periodistas invocan que existe una gran variedad de oferta radial, televisiva o de medios escritos, pero esa diversidad está sometida a las características y dinámicas impuestas por la estructura cuasi monopolística que ostentan los grandes conglomerados de comunicación.
Al contrario, la realidad muestra escenarios en donde los medios de comunicación masiva ejercen una aplastante manipulación de los ciudadanos y para mantenerla, recurren diariamente a todo tipo de artificios destinados a conservar o aumentar las audiencias, con lo cual una sanción como la reivindicada por ellos en la práctica carece de efecto.
Al margen, debe tenerse en cuenta que el control ciudadano que los usuarios de información o consumidores de
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