Luis Villoro: El Poder Y El Valor
angelicallgar19 de Septiembre de 2012
2.954 Palabras (12 Páginas)1.333 Visitas
Luis Villoro: El poder y el valor
por Alfredo Lucero-Montaño
Villoro, Luis, El poder y el valor. Fundamentos de una ética política, México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México, 1997, 400 págs.
1. En el Prólogo de Creer, saber, conocer [México, Siglo XXI, 1982] Luis Villoro expresa abiertamente sus preocupaciones filosóficas: “estudiar las relaciones entre el pensamiento y las formas de dominación… [Esto es, aclarar] cómo opera la razón humana, al través de la historia, para reiterar situaciones de dominio o, por el contrario, para liberarnos de nuestras sujeciones” (1982, 9). Estas son las preocupaciones que recorren, en última instancia, la vasta y diversa obra de Villoro cuyo rasgo característico es justamente la originalidad. Originalidad en el sentido de capacidad para enfrentarse a su propia realidad, para tomar conciencia de sus problemas y buscar las soluciones adecuadas. Villoro nos dice:
El conocimiento no es un fin en sí mismo. Responde a la necesidad de hacer eficaz nuestra acción en el mundo y darle un sentido. Su logro es una meta regulativa en la realización y el perfeccionamiento de todo hombre… Para alcanzarlo tenemos que superar varios impedimentos. El primero está inscrito en las limitaciones de nuestra propia naturaleza. Pero hay otros obstáculos que impiden el conocimiento: nuestros propios deseos e intereses... [que] responden a situaciones históricas, son producto de relaciones sociales concretas (1982, 296-7).
Comentar el texto que hoy nos ocupa supone remontarse al texto mencionado, pues “era parte de una reflexión continuada” que preludia este otro trabajo que intentará responder a las preguntas con que aquél terminaba. De esta manera, Villoro fiel a su palabra nos entrega su texto El poder y el valor (1997), otro fruto maduro cuyo propósito es formular sistemáticamente sus preocupaciones prácticas y reflexionar sobre los preceptos de una ética política, texto inscrito “en un proyecto de reforma del pensamiento político moderno” (1997, 8).
2. Para Villoro, el conocimiento no puede ser ya analizado en abstracto desligado de sus circunstancias. El conocimiento en tanto producto de sujetos empíricos está, por un lado, ligado a sus intereses prácticos y, por el otro, está condicionado por una situación social. He ahí las dos vertientes del pensamiento de Villoro: una, la reflexión dedicada a la empresa epistemológica, y la otra, el pensamiento práctico sobre problemas en torno a la ideología, la dominación, la servidumbre. En esta última vertiente debemos ubicar el trabajo que hoy nos ocupa.
Aquí la pregunta pertinente es cómo leer a Villoro. Quizá la clave debemos encontrarla en la circularidad del método filosófico, donde el primer paso (de ida), intenta dar una explicación de los conceptos fundamentales de la razón; y el segundo paso (de vuelta), intenta hacer la explicación de la naturaleza humana por los conceptos de la razón. En Villoro este proceso lo ilustra la forma como su pensamiento se elabora y reelabora constantemente en círculos de análisis cada vez más amplios y rigurosos, pero cuya temática se centra siempre sobre una noción cual piedra lanzada al agua. Se trata de círculos cada vez más ricos y sistemáticos, con los cuales se intenta “pensar la totalidad”. Para Villoro, la tarea de la filosofía es considerarse a sí misma como algo determinado históricamente y a la vez conducir la crítica de la razón sobre nuestra pretensión de saber, es decir, cumplir una función de ruptura de las creencias usuales y usadas, y además, comunicar la necesidad de esta exigencia. En lo que sigue comentaré algunos aspectos de su teoría del valor y sobre su pensamiento ético, sin intentar hacer una reseña del libro.
3. Una teoría del valor, en sentido estricto, es una parte de la ética, pero en el caso de Villoro su teoría del valor está ordenada a una ética específica. El autor declara que su interés se centra en los valores morales, y entre ellos, “los concernientes a la vida en sociedad sometida a un sistema de poder, es decir de la política” (1997, 71). En otras palabras, el interés de Villoro gravita en examinar las relaciones entre la moralidad social existente y la ética.
Ahora bien, el compromiso de claridad conceptual se hace patente en Villoro al distinguir los diversos niveles que una racionalidad valorativa orientada hacia la política supone con respecto del objeto y sujeto del valor, así como de la situación social dada. Así, la tarea de una ética política, señala Villoro, es determinar cuáles son los valores comunes, dignos de ser estimados por cualquiera; fundar en razones el carácter objetivo de dichos valores; e indicar los principios regulativos de las acciones políticas para realizarlos.
Aquí nos interesa revisar dos aspectos del valor: su descubrimiento y su justificación; en los términos de Villoro, se trata, por un lado, de la experiencia y realidad del valor, y por el otro, de la condiciones de objetividad del valor.
3.1. La teoría del valor en Villoro dibuja tres círculos concéntricos: el primero, aprehende por “valor” las características por las que un objeto o situación es término de una actitud favorable. Pero la atribución de valor a un objeto o situación rebasa su simple descubrimiento subjetivo y se requiere pasar a la justificación de las razones que aseveran que ese objeto o situación es efectivamente valioso con independencia de la actitud del sujeto. He aquí el segundo círculo comprensivo. El último círculo examina las relaciones de los juicios de valor y la política.
Ahora bien, Villoro distingue, respecto al descubrimiento del valor, dos vías: la primera --en clave husserliana--, cuando los valores “pueden mostrarse en objetos y situaciones experimentadas… dados como cualidades del mundo vivido… El mundo tal como es vivido directamente, no se reduce a cosas o a hechos físicos, ni sólo se muestra en datos sensoriales. Está constituido también por objetos y situaciones términos de… valoraciones” (1997, 18). La postura frente al mundo revestido de valores y sentidos corresponde a otro nivel de facticidad, pues los valores son hechos “del mundo vivido directamente por el sujeto” (1997, 19). La experiencia del valor, que presupone actitudes subjetivas previas a la misma, funge como razón de un conocimiento personal.
La segunda vía del descubrimiento del valor es la privación del mismo. Señala Villoro: “La disposición favorable hacia un valor tiene su reverso: la percepción en el sujeto de una carencia… justamente de aquello que se considera valioso” (1997, 15). Toda captación de un valor implica la vivencia de una falta. Esta falta origina una tensión que se dirige a un valor posible. “Valor es lo que nos falta en cada caso” (1997, 16), afirma Villoro. La percepción de una carencia comprende la comprobación de una privación en la existencia vivida. Es esa conciencia la que está en la base de todo proyecto de vida buena, personal o colectivo. “La realización del valor en un bien determinado suspendería… la sensación de carencia” (loc. cit.). Pero la vivencia de una privación es la que conduce a proyectar en el mundo valores. “Ya no se trata de aprehender valores en el mundo, sino de introducirlos en él mediante nuestras acciones” (1997, 52). Aquí las acciones que importan son las animadas por una intención consciente. La intención consciente de lograr una acción o estado de cosas es un fin. Y éste es justamente lo que explica la acción.
3.2. Pero en ambos órdenes de valor, por un lado, el de las cualidades valorativas experimentadas en un objeto o situación, y por el otro, el de las cualidades atribuidas a los estados finales de nuestras acciones, que se traducen en la proyección de valores posibles, el juicio de valor debe justificarse en razones. Porque nos proponemos la realización de los valores como estados finales de nuestras acciones, por ello pretendemos que nuestros juicios de valor se funden en un saber objetivo.
Una vía para dar razón de la objetividad de un valor sería comprobar en el objeto o situación cualidades necesarias para la realización de ciertos estados finales que damos por valiosos. Para Villoro, así como las noción de “realidad” y su correlato de “verdad” son necesarias para comprender la justificación del saber, la noción de “necesidad” es indispensable para comprender la justificación objetiva del valor, y señala tres argumentos: 1) el valor objetivo es lo que satisface una necesidad, 2) una necesidad existe cuando una carencia no es sólo percibida, sino real; y 3) lo que satisface una necesidad es un valor objetivo en la medida en que la existencia de esa necesidad sea comprobable por un saber fundado en buenas razones.
Los juicios de valor, según Villoro, estarían objetivamente justificados si pudiéramos mostrar que satisfacen de hecho una necesidad existente. Donde habría que distinguir entre las percepciones de carencia del sujeto y sus verdaderas necesidades. Con este propósito, Villoro caracteriza los juicios de necesidad en los términos siguientes: podemos juzgar un objeto x como una necesidad para S, si tiene las propiedades para contribuir a realizar sus fines específicos. Así la distinción entre los valores subjetivos y necesidades objetivas depende de los fines que elijamos. Las necesidades son relativas a los fines propios de todo hombre y constituyen la posiblidad de cualquier otra necesidad. Los valores que las satisfacen son condición
...