PATERNIDAD IRRESPONSABLE
beiglin14 de Agosto de 2014
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PATERNIDAD IRRESPONSABLE,
IRRESPONSABILIDAD REPRODUCTIVA Y POBREZA
Lic. Gaudencio Rodríguez Juárez
Introducción
El presente trabajo es un ejercicio de análisis y reflexión acerca de una problemática en la que he venido trabajando cerca de diez años: el maltrato infantil; el cual es el resultado de la falta de competencias parentales y marentales, así como de la combinación de factores del exo y macrosistema. La pobreza es un factor que contribuye sobremanera a la problemática porque deja en situación de vulnerabilidad a los niños, a las niñas y a sus cuidadoras.
Pongo énfasis en el papel del progenitor, desde su presencia o desde su ausencia. Las preguntas que detonan la reflexión son acerca de su construcción genérica, sus motivaciones, actitudes y aptitudes alrededor de la reproducción y paternidad. Mi intención es visibilizar la irresponsabilidad en estas áreas de vida, así como denunciar el “permiso” social que les concedemos para ser irresponsables. Cuando a una mamá cede, abandona o maltrata a un niño o una niña, el señalamiento y persecución es importante, cuando el padre hace lo mismo no pasa gran cosa, sino que hasta se llega a ver como parte de su naturaleza.
Pongo el dedo en la irresponsabilidad reproductiva y en la paternidad irresponsable para dimensionar su importancia y estimular la responsabilidad en ambas esferas.
Planteo algunas preguntas, propongo algunas respuestas y finalizo con reflexiones, conclusiones y propuestas finales.
Algunos datos y hechos
- 85% de los/as niños/as que han ingresado ingresan a Amigo Daniel, A. C. no tienen o no reportan papá.
- 89% de las mujeres que han cedido en adopción a su hijo/a –a través de Amigo Daniel, A. C.—, no contaban con el respaldo del progenitor.
- En el 51% del maltrato infantil la responsable es la madre .
- En el 2005 los periódicos reportaban que los suicidios infantiles dejaban recados póstumos con reclamos predominantemente dirigidos a la mamá por lo que hizo o dejó de hacer.
Una lectura simplista, totalitaria y machista (valga la redundancia) de estos datos sugeriría que las mujeres son violentas, generadoras de maltrato infantil, abandonadoras, irresponsables por embarazarse y concebir hijos/as no esperados o deseados; así como causantes del suicidio de sus hijos (explicaciones muy socorridas en nuestro medio).
Una lectura desde la perspectiva de género, nos podría ayudar a entender el origen de dichas explicaciones: la mujer es la que gesta y amamanta, este hecho biológico se ha desplazado a las actividades de educación, crianza y cuidado de los/as hijos/as, responsabilizándola también del resultado de estas.
El análisis desde la perspectiva de género logra visibilizar mitos que revictimizan, culpabilizan e impiden salir de situaciones de vulnerabilidad a muchas mujeres. Mirando desde esta perspectiva es que ante los hechos arriba mencionados, logran emerger en paralelo las preguntas: ¿y dónde están los hombres, dónde están los padres? Si la mamá arremete, reprime, abandona o cede en adopción, debemos preguntarnos: “¿dónde está el progenitor?”. Al hacernos esta pregunta podremos darnos cuenta que la mujer –respecto a los/as hijos/as maltratados/as—, solamente es el último eslabón en la cadena de violencia, víctima a su vez de un sistema o entorno que no proporciona las condiciones necesarias para su desarrollo armónico ni el de la prole (lo cual no le quita responsabilidad en el daño generado).
Fue a partir de que me acerqué a los estudios de género que empecé a preguntarme por los progenitores de los niños y las niñas que ingresaban al albergue donde laboro. La madre suele ser la figura visible y señalada como la maltratante. Aun en los casos donde las autoridades encontraron abandonado al bebé, la pregunta automática que aparece suele ser: “¿dónde está la madre?”, y el Ministerio Público suele iniciar la búsqueda de la madre, no del padre. Este suele quedar invisibilizado, innombrado, des-responsabilizado de la situación.
¿El hecho de que las madres sean las que mayormente maltratan a los/as hijos/as –según las estadísticas—, significa que son más violentas que los hombres? La respuesta es NO. Simplemente están más presentes (y solitarias) en la crianza.
Cuando al género se le suma la clase, el resultado es desolador. Si ser mujer en una cultura patriarcal es factor de riesgo, ser mujer y pobre, potencia dicho riesgo. Y este es el perfil de la mayoría de las mujeres cuyos hijos/as son traídos al albergue mencionado. El 85% de ellas no tiene pareja. ¿Qué pasa con estos hombres?, ¿dónde están?, ¿por qué no asumen su paternidad?, ¿por qué no continuaron con su compañera? Los pocos hombres –en proporción a las mujeres— que he podido entrevistar más la literatura e investigaciones me arrojan algunas respuestas que comentaré enseguida.
Santiago Ramírez (1978) hace décadas caracterizó al mexicano con la fórmula: “poco padre, mucha madre y demasiados hermanos”. He observado que en los sectores pobres dicha fórmula va a la baja y se convierte en: “cero padre, media madre y demasiados medios hermanos”. Ahí la muerte es la preocupación diaria y la sobre vivencia la ocupación cotidiana. Ahí la educación formal es algo lejano. Se vive en la explotación: pepenadora, obrera o empleada doméstica sin seguridad social que trabaja hasta doce horas, prostituta, mesera, desempleada, violada, expropiada de su cuerpo generalmente por varones. Con tal nivel de vida no se puede ser más que media persona, por lo tanto, media madre.
¿Cómo se convierten los hombres en “cero padres”? A través de un ejercicio irresponsable de su sexualidad. En una cultura donde la educación y crianza de los/as hijos/as, así como el trabajo doméstico está poco reconocido, es difícil encontrar la satisfacción y la trascendencia en el ejercicio de la paternidad. En una cultura machista donde la masculinidad se mide por el número de mujeres que se posee (¡!), el número de “hijos/as” se vuelve el certificado de virilidad: a mayor número de hijos, más hombre se es. La dificultad para comprometerse (porque para hacerlo hay que intimar y abrirse), lleva a estos hombres a buscar una y otra pareja, procreando hijos/as por donde pasa, completando la fórmula de “muchos medios hermanos”.
Pero ¿cómo se construyen estos hombres? A través de un fino, constante e histórico proceso de socialización mediante el cual se transmiten ideas, valores, creencias, expectativas y órdenes específicos, tales como ser o “parecer seguro, duro, agresivo, autosuficiente, poco emocional e insensible” (Ayala y Sánchez, 2003).
Jesús Alveano H. (1998) explica que cuando el hombre no cumple sus responsabilidades la mujer las suple, produciendo un nuevo efecto: ante el doble rol, la madre abandona afectivamente a su hijo. El hijo registra la irresponsabilidad de ambos para con él e introyecta la irresponsabilidad porque eso aprendió de todos lados. Cero padre y media madre, trae como consecuencia, falta de autoestima en el hijo, la cual se convierte en caldo de cultivo para la megalomanía, base del machismo y en parentesco con este, el donjuanismo: “al estar el niño inseguro por la carencia de un padre responsable y cercano, tiene que empezar a demostrar a todo mundo que él si es un hombre conquistador, que puede dominar y seducir a cualquier mujer que se le pone enfrente; suple de nuevo con exceso lo que sintió por defecto: la falta de una figura paterna sólida, firme, segura de sí misma” (Alveano, J. 1998).
El hombre que no tuvo padre ni suplente se recargará excesivamente en la madre y si la inseguridad llega a extremos tan graves, la consecuencia será un hombre débil, inseguro, con poca iniciativa y coraje para empezar y terminar lo que se propone, características estas de la personalidad alcohólica (Alveano, J. 1998).
En el modelo ecológico de Bronfenbrenner (1979), esta explicación corresponde al microsistema. A ello habrá que agregar los factores del exosistema, tales como la exigencia del mundo del trabajo (cuando lo hay) que impide que el padre (y la madre) estén más tiempo con sus hijos/as; los medios de comunicación que generan permanentemente “héroes” cada vez más poderosos, mecánicos y desafectivizados. Y los del macrosistema referidos al contexto cultural, a los valores que delimitan el estereotipo de género masculino; cultura que consagra la primacía masculina, donde la búsqueda del dominio se vuelve esencial en la identidad masculina (Corsi, J. 2002).
Ejercicio de la sexualidad y pobreza
Una investigación realizada con población colombiana en situación de pobreza (González, 1998), muestra una serie de creencias, costumbres y valores relacionados con la sexualidad, que perfectamente describe a la población pobre de nuestra localidad, a la cual estoy haciendo referencia.
En dicha investigación se encontró que las personas pobres encuentran dificultades para expresar el cariño, el amor o la ternura (sobre todo en los hombres). También aparecieron creencias erróneas con respecto al amor: mitos del amor incondicional; que la persona amada "sea" como uno desea; creen que el dolor, el sufrimiento y los celos son una parte importante e imprescindibles de la vida amorosa; que la mujer sostenga la relación desde el punto de vista afectivo; las "pruebas de amor"; tener relaciones sexuales o un/a hijo/a para evitar que el hombre se vaya (o que regrese si ya se fue); que el hombre es infiel por naturaleza o “biología” y la mujer no.
Presentan una profunda carencia de información
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