POSIBILIDADES DEL SISTEMA PARLAMENTARIO EN COLOMBIA
mcva2 de Marzo de 2014
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POSIBILIDADES DEL SISTEMA PARLAMENTARIO EN COLOMBIA
Por IVÁN VILA CASADO, tratadista de Derecho Constitucional; Profesor Emérito de la Universidad Libre:
La temática relacionada con el sistema de gobierno del Estado interesa sobremanera al Derecho Constitucional por tratarse del elemento cardinal de la estructura orgánica del Estado. La indagación sobre el cómo se gobierna, cómo se ejerce el poder político, es clave para determinar la dinámica de la Constitución vigente. En el actual momento político institucional del país, debatir la cuestión de la crisis permanente del presidencialismo es a todas luces oportuno.
Es claro que el tema rebasa los marcos del Derecho Constitucional y se interna en los terrenos de la Ciencia Política al incluir aspectos tales como la eficacia del sistema de gobierno, sus posibles desajustes frente al modelo, siempre abstracto, siempre hipotético, de un régimen genuinamente democrático, y, sobre todo, la conveniencia y viabilidad de una propuesta alternativa.
Dicho en términos más concretos, el análisis crítico del presidencialismo colombiano y de la posibilidad de implementación del sistema parlamentario, concita el interés no sólo de los politólogos sino también de quienes se ocupan del Derecho Constitucional desde una perspectiva integral que supera el enfoque meramente descriptivo. Lo que aquí se intentará es agregarle a la discusión sobre la conveniencia del sistema parlamentario, reflexiones sobre la necesidad de ir configurando el cuadro normativo de la propuesta y sobre su viabilidad jurídica.
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
La necesidad de introducir en Colombia el sistema de gobierno parlamentario fue expuesta en el país por el expresidente ALFONSO LÓPEZ MICHELSEN a través de una serie de artículos publicados en el diario El Tiempo durante el mes de febrero de 2004, con motivo de la discusión del proyecto que finalmente se convirtió en el Acto Legislativo 02 de 2004, mediante el cual se estableció la posibilidad de la reelección presidencial por un solo período. López aclaró que la idea no era suya sino del expresidente Alberto Lleras Camargo quien la expuso en la década de los ochenta. Los mencionados artículos, junto con los de algunos destacados juristas y politólogos encabezados por el doctor Tito Livio Caldas, fueron recogidos en el libro El Sistema Parlamentario, el mejor gobierno para Colombia, publicado por la editorial Legis en el año 2004.
El tema vuelve a cobrar vigencia en este momento en el que se discute la oportunidad de un referendo reformatorio de la Constitución que habilite una segunda reelección consecutiva del presidente Álvaro Uribe. El problema de fondo es el de si se justifica estirar hasta el punto de quiebre la estructura del régimen presidencial para permitir la continuidad en el poder de un mandatario que cuenta con un innegable apoyo popular mayoritario o si las circunstancias actuales aconsejan encarar de una vez por todas la factibilidad de una radical reforma constitucional que le dé vía libre al sistema parlamentario.
LAS FALLAS DEL ACTUAL SISTEMA
Al presidencialismo colombiano se le han formulado críticas de diferente tipo que coinciden con las que de manera general se han hecho al sistema de gobierno que ha prevalecido históricamente en Latinoamérica. En un esfuerzo de síntesis mencionaremos las que consideramos más relevantes.
1.- Asfixia al país por el exceso de poderes con que cuenta el jefe del Estado. Así lo sostiene LÓPEZ MICHELSEN en el libro atrás mencionado. Se trata de una afirmación a priori que peca de falta de precisión tanto conceptual como fáctica. En efecto, no se pueden obtener similares conclusiones al analizar los gobiernos de los últimos quince años en Colombia, para hacer una demarcación en el tiempo. Hay que recordar que Ernesto Samper se vio enfrentado a una grave crisis de gobernabilidad por conocidos hechos derivados de su elección, que dieron lugar al famoso proceso 8.000, la que dejó en manos del Congreso la continuidad de su mandato, con la consiguiente grave mengua de sus posibilidades de gestión; Andrés Pastrana, por su parte, no gozó en su gobierno de respaldo mayoritario en las cámaras legislativas y alcanzó dentro de la opinión pública altos niveles de desaprobación, lo que hizo del suyo un gobierno débil que jugó todas sus cartas en forma ingenua a un acuerdo con las FARC que nunca tuvo viabilidad por falta de voluntad política de estas últimas.
Distinta es la situación que se presenta con el actual gobierno de Álvaro Uribe. Goza de un amplio respaldo en la opinión pública y de mayorías en el Congreso, factores que no han sido suficientes para evitarle la necesidad de ejercer continua presión sobre los congresistas y suministrarles “adecuados estímulos” para obtener la aprobación de algunos proyectos que el Ejecutivo considera de especial importancia. Con todo, no hay duda de que se trata de un ejercicio de gobierno con fuerte acento presidencial que algunos censuran como autoritario y que otros elogian como adecuado y necesario. Difícilmente puede aceptarse que la aseveración de LÓPEZ MICHELSEN quepa por igual en el análisis de cualquiera de los gobiernos que hemos mencionado.
2.- Un cargo más preciso al presidencialismo contemporáneo es el que señala que impide la existencia de partidos políticos fuertes, organizados y con verdadera vocación de poder. En el caso colombiano ello es evidente. El proceso de fragmentación y desdibujamiento de los partidos políticos fue impulsado en gran medida por el Frente Nacional, un costoso remedio de la democracia colombiana contra el flagelo de la violencia partidaria. La Constitución de 1991 agravó el problema al propiciar la existencia de innumerables movimientos y partidos políticos que en un determinado momento llegaron a ser más de un centenar. Recientes reformas políticas de carácter constitucional han tratado de reducir esa proliferación de organizaciones políticas que flaco favor le hace a la democracia.
Es evidente que la inexistencia de una verdadera responsabilidad de gobierno de los partidos oficialistas los lleva a sobrevivir a la sombra del Ejecutivo como empresas electorales en permanente búsqueda de favores y privilegios de todo tipo para los socios de esas empresas. De otra parte, la carencia de esos privilegios y la añoranza de tiempos mejores de los partidos de oposición que en otras épocas fueron gobierno, limitan sus posibilidades de crecimiento y alientan la deserción de sus militantes. Los partidos minoritarios de tendencia radical se desgastan en una sistemática y cerrada oposición no sólo al gobierno sino a todo el sistema, lo que les impide construir una opción real de poder.
3.- El desprestigio del Congreso alcanza niveles muy preocupantes. Es percibido por buena parte de la opinión pública como un colectivo altamente improductivo, privilegiado en exceso y en donde se registran elevados grados de corrupción. La gestión gubernamental encuentra con mucha frecuencia obstáculos y trabas incluso entre los parlamentarios que apoyan al presidente, lo que obliga a éste a destrabar sus proyectos mediante componendas y negociaciones individuales con los legisladores. La impopularidad del Congreso de la República como institución llega hasta el punto de que no son pocos los ciudadanos que lo consideran innecesario, lo que es inimaginable en un régimen democrático.
4.- La rigidez del período presidencial se convierte en un grave problema cuando la gestión del gobernante es rechazada mayoritariamente por la opinión pública ya que necesariamente debe esperarse a que termine su período ante la imposibilidad constitucional de revocar su mandato. Ahora bien, si se da el caso de que la gestión de un presidente sea percibida como muy buena no puede el pueblo renovarle el mandato a menos que se intenten reformas a la Constitución que no dejan de generar conflictos por tratarse de proyectos que el gobierno debe impulsar en beneficio propio y porque, además, afectan la continuidad que deben tener las reglas de juego de la democracia.
EL SISTEMA PARLAMENTARIO COMO ALTERNATIVA
Es innegable que el sistema presidencial adolece de una grave disfuncionalidad orgánica y a consecuencia de ello ha generado innumerables conflictos de gobernabilidad a lo largo de su historia, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Un estudio clásico sobre esta materia es el realizado por ALFREDO VÁSQUEZ CARRIZOSA en su libro El poder presidencial en Colombia. El presidencialismo ha padecido tradicionalmente de déficit de democracia, ineficacia para atender adecuadamente los compromisos derivados del programa de gobierno y de precaria estabilidad institucional. En algunos países de América Latina el problema ha sido más grave y recurrente que en otros.
El quid de toda esta problemática es determinar si la solución es resignarse a lidiar con el presidencialismo y todos sus defectos o atreverse a entrar en sintonía con la mayoría de los Estados democráticos del mundo y virar hacia un sistema de gobierno como el parlamentario, que si bien es cierto tiene una larga tradición en Europa, es bastante desconocido en nuestro medio.
El análisis debe partir de una consideración básica: el Estado actual no es el mismo de varias décadas atrás y la Constitución, tampoco. El Estado debe atender hoy exigencias ciudadanas en busca de los que FORSTHOFF denomina “procura existencial”, las que encuentran respaldo jurídico en la Constitución normativa, democrática y pluralista de los tiempos actuales que tiene dentro de sus cometidos la configuración de un modelo de vida para la sociedad
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