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Puentes Escolares: hacia una integración social.


Enviado por   •  21 de Mayo de 2018  •  Ensayos  •  1.769 Palabras (8 Páginas)  •  86 Visitas

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TÍTULO: Puentes Escolares: hacia una integración social.

MATERIA: Política, Estado y Educación

INTRODUCCIÓN:

El programa Puentes Escolares, creado en el año 2001 y aún vigente,  pertenece a la Dirección de Inclusión Escolar del Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El mismo tiene como meta la inserción de niños y adolescentes en situación de calle a espacios educativos adecuados a sus necesidades. Se trata de una propuesta educativa/escolar que tiene como objetivo brindar espacios para la apropiación y recreación de los conocimientos educativos y culturales con el fin de posibilitar una integración social. Está diseñado para acompañar y fortalecer las trayectorias educativas de los niños y jóvenes en situación de calle a través de talleres que funcionan en centros de día o instituciones comunitarias.

El desarrollo del programa está planteado mediante dos líneas de acción: la re-vinculación educativa concerniente a los espacios de los talleres, y la reinserción escolar en cuanto a espacios educativos formales.

Cabe señalar que se trata de un programa que intenta dar respuesta a una problemática social, que pone su foco en la infancia, en tantos niños y adolescentes que viven en situación de calle que no cuentan o tienen vulnerado su derecho a la educación, y que no poseen redes de apoyo y contención.

Con el presente trabajo intentaré reflejar los alcances del programa en la sociedad, cuál es el rol del Estado ante la problemática emergente, frente a qué condiciones socio-políticas y económicas tuvo lugar y a qué segmento de la población fue dirigido y por qué.

DESARROLLO:

Hacia una contextualización del Estado y la sociedad civil:

Para iniciar el análisis de dicho programa, resulta relevante realizar una aproximación al contexto mediante el cual se llevó adelante Puentes Escolares. El mismo nace en el año 2001, frente al intento por parte del Estado en dar respuesta a una problemática social emergente. El país se encontraba en una evidente crisis, producto de una historicidad política en un marco neoliberal, global y capitalista.

Los Estados Nacionales entran en crisis producto de la globalización, desarrollando un conjunto de transformaciones políticas, sociales y culturales, contribuyendo a una reestructuración social, marcada por el aumento de las desigualdades: crecimiento de la pobreza y exclusión de vastos sectores sociales.

A raíz de la globalización, la autoridad y soberanía del Estado se debilita. El capitalismo produjo una competencia masiva entre países en lucha por conseguir mayor capital y conseguir asegurar su economía. Al mismo tiempo que el Estado al retirarse de lo social y lo productivo, dio lugar al “desempleo estructural, la precarización, exclusión en inseguridad urbana creciente” (García Delgado, 1998, p.24).

Frente a este panorama delineado por el crecimiento de las brechas sociales, económicas y culturales se puede comprender la crisis que atravesaba a la sociedad civil. Es preciso señalar que el Estado debe hacer frente a las necesidades de la sociedad, siendo esta la representación del terreno de conflictos económicos, ideológicos, sociales y religiosos, a los cuales el Estado debe resolver suprimiéndolos o mediándolos (cfr. Bobbio, 1994, p 1523).

Todo este marco de conflictividad producido en la posmodernidad es explicado por Bauman como una transformación de la sociedad civil en una sociedad fragmentada, en donde aparece centralmente la figura del excluido. Con la modernidad líquida, el tiempo y el espacio se separan y actúan independientes. El tiempo se convierte en un arma para conquistar el espacio, dado que a través de la revolución tecnológica se logra estar en varios lados a la vez. Al mismo tiempo esta situación, provoca una individualización masiva, en palabras de Castel, el individuo hipermoderno se divide en dos vertientes: el individuo por exceso y por defecto. El primero, es el que considera tener los soportes necesarios para satisfacer sus necesidades y establecerse como ciudadano libre y responsable. El segundo, por el contrario, carece de los recursos materiales y pertenencias para asumirse en libertad de individuo. Se mantiene en equilibrio, fijados en el mismo espacio y en un eterno presente.

De esta manera, surgieron modificaciones en los modos de vida e integración social de los sectores populares, obligados a transitar por la inestabilidad y la fragilidad como condiciones básicas de vida, fruto de las relaciones entre el capital y el trabajo que empobrecieron los derechos laborales y las protecciones sociales conquistadas en el Estado benefactor, que “fue un Estado planificador y fuertemente centralizado que actuó como árbitro entre el capital y el trabajo, con un rol empresario e interventor directo en el proceso de acumulación” (García Delgado, op.cit., p 33).

Cabe señalar que los mencionados individuos por defecto, a quienes está orientado el programa, debieron valerse de todos los recursos a su alcance para garantizar su subsistencia e ingresos económicos, en muchos casos vulnerándose los derechos humanos y sociales.

“A partir de la exclusión en el trabajo, se produciría una exclusión social más general” (Tedesco, 2000, p. 19), produciendo una ruptura en la estructura social. Lo que por consiguiente provoca que el fenómeno de la desigualdad se haga carne en el sujeto y sea percibido como un fracaso propio, de responsabilidad personal.

Transformaciones que atraviesa el sistema educativo:

 “Fortalecer la cohesión social sobre la base de la aceptación consciente de la existencia del “otro”, del diferente, se ha convertido en el principal objetivo de las instituciones responsables del proceso de socialización, particularmente de la escuela.” (ibid, p. 35).

El sistema educativo no se mantuvo aislado de los efectos colaterales de la globalización. En consecuencia, se vio afectado y su función primordial sufrió modificaciones.

En los comienzos de la construcción de los Estados Nacionales y por un largo tiempo, la educación cumplía una función política, reproducir un orden político dominante y elitista, ya que al ser una herramienta de alcance masivo lograba legitimar un discurso perteneciente a un sector de la sociedad, teniendo “como principal objetivo generar una identidad que sirva para homogeneizar los comportamientos sociales” (Bianchetti, 2005, p.5).

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