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• Retos Ambientales En La Economía Global


Enviado por   •  29 de Junio de 2015  •  2.304 Palabras (10 Páginas)  •  310 Visitas

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• Retos ambientales en la economía global

Los principales problemas ambientales globales, el cambio climático y la pérdida de diversidad biológica, no pueden ser resueltos sin el concurso de los países subdesarrollados y emergentes. Si bien es cierto que se hace necesario un cambio de modelo en el mundo desarrollado, un modelo menos intensivo en el consumo de energía y recursos naturales y en la generación de residuos, esto por sí solo no basta. Para resolver el problema se necesita, además, un cambio en el modelo de desarrollo de unos países emergentes que, sin embargo, difícilmente pueden ser considerados responsables de la degradación ambiental en pie de igualdad con los países desarrollados.

Las circunstancias actuales, desgraciadamente, no propician ni mucho menos tal cambio de modelo.

Por un lado tenemos países que, como la República Popular China, están experimentando tasas muy elevadas de crecimiento e industrialización, acompañadas de una creciente desigualdad y de un elevado deterioro ambiental. En las actuales circunstancias de estancamiento económico en las economías avanzadas, cuando no de abierta recesión, las presiones para que China atempere su ritmo de crecimiento por mor de un mejor desempeño ambiental no van a ser muy elevadas, máxime cuando se prevé un cambio de orientación en este país: un modelo de crecimiento que deje paulatinamente de ser impulsado por el auge de las exportaciones y se apoye en mayor medida en el crecimiento de la demanda interna. Al fin y al cabo, el papel indirecto de este crecimiento en la reactivación de la economía mundial, vía demanda agregada, no puede desconocerse. Por otro lado, la presión popular sobre los propios dirigentes del país tampoco ayuda a aliviar esta tensión, salvo en casos muy puntuales y llamativos: como los mencionados estudios sobre la existencia de la “U invertida de Kuznets” ponen de relieve, es de esperar que la presión de la opinión pública china se manifieste en primer lugar con respecto a la degradación ambiental local (contaminación del aire y del agua en el entorno cercano) y, sólo en un más lejano largo plazo, sobre los problemas ambientales globales.

En el otro extremo de esta cadena se encuentra América del Sur. El sub. continente americano está sorteando la crisis con notable desempeño gracias, precisamente, a la demanda de materias primas procedente de China y otros países emergentes. En efecto, tanto el esfuerzo asociado a la industrialización, como la mejora de las condiciones de vida de la población en estos países, se ha traducido en un boom del precio de las materias primas que antecede en varios años a la crisis y que provocó, en su momento, la consiguiente alarma sobre los problemas de hambre y seguridad alimentaría que ello suponía para muchos países pobres. Curiosamente, y en contraste con las viejas teorías sobre la dependencia y el deterioro secular de los términos de intercambio que puso en circulación la CEPAL a mediados del siglo pasado, los países sudamericanos han acogido con entusiasmo este patrón de crecimiento y especialización. El problema, desde el punto de vista de la sostenibilidad, no es otro que el coste ambiental que lleva asociada la producción y exportación de alimentos y materias primas (minerales y energéticos). Por un lado, el elevado precio de los alimentos eleva en la misma proporción el coste de oportunidad de las tierras no cultivadas: el coste de la conservación de ecosistemas como el bosque tropical, los manglares y humedales, etc. Por otro, el elevado precio de minerales y recursos energéticos hace financieramente rentable su explotación, incluso en circunstancias muy adversas y acompañadas de un gran deterioro ambiental (Azqueta y Delacámara, 2008). La resultante de esta presión sobre la base natural con respecto al segundo de los problemas ambientales globales apuntados, la pérdida de diversidad biológica, no es difícil de adivinar. Al fin y al cabo, la principal causa de pérdida de especies no estriba en la sobreexplotación de aquellas que tienen un valor comercial, que también, sino que se debe a la pérdida del habitat de aquellas que no tienen ninguno (que incluso son desconocidas), pero que ocupan un espacio que tiene un coste de oportunidad financiero (agrícola o ganadero, por ejemplo).

Ahora bien, a pesar de que un elemental cálculo de rentabilidad económica mostraría con toda probabilidad que este patrón de especialización en la explotación de materias primas es ineficiente desde un punto de vista global, es difícil que, simplemente mostrando estos resultados, los países afectados cambien su comportamiento #(2). La razón no es otra que la asimetría existente con respecto al reparto de los costes y los beneficios de un comportamiento más respetuoso con respecto al medio ambiente. El beneficio asociado a la conservación ambiental es un beneficio que estos países generarían a favor no sólo de ellos mismos, sino también del resto del mundo: una externalidad positiva para los demás. Por otro, sin embargo, los costes asociados a este modo de proceder (el coste de oportunidad de las divisas sacrificadas al renunciar a la explotación y exportación de una parte de estos recursos, o incurriendo en costes más elevados `para hacerlo de una forma respetuosa con el medio natural) quedarían en el interior de sus fronteras. Estos costes de oportunidad, es decir, los beneficios de la minería y explotación de los recursos naturales son, además, particularmente elevados en estas economías, desde una perspectiva social. En primer lugar, porque al tener como objetivo prioritario elevar la tasa de crecimiento, el precio de cuenta de la inversión (la relación entre la productividad marginal social del capital y la tasa social de descuento del consumo) es superior a la unidad, y estas divisas son, en gran parte, poder adquisitivo en manos del sector público. En segundo lugar, y para el caso de algunos países muy concretos (Argentina por ejemplo), que tienen muy difícil el acceso a los mercados financieros internacionales, es el propio precio de cuenta de la divisa el que es muy alto, haciendo que cualquier inversión que produzca divisas tenga una rentabilidad social igual al diferencial incorporado en el valor del riesgo-país.

En estas condiciones es difícil que el mundo desarrollado, si llegara a la conclusión de que en este momento le convendría un cambio de rumbo en los países emergentes, lo que ya de por sí es dudoso, convenza a estos países de que deberían modificar su modelo de desarrollo, y que éstos muestren algún interés por hacerlo en el corto plazo. Ello supondría sacrificar un rendimiento económico que, si bien tiene consecuencias ambientales negativas, sobre todo en el largo plazo, permite conseguir unos objetivos sociales

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