Sistema Electoral Mexicano
kala1224 de Noviembre de 2011
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) La cultura política parroquial, propia de las sociedades tradicionales en donde los individuos están vagamente conscientes de sus derechos y obligaciones frente a las instituciones y al sistema político. Se tiene escasa información del sistema político, una relación distante frente a él y escasamente crítica.
b) La cultura política de súbdito o subordinada pertenece a sociedades más desarrolladas. Sin embargo, en ella, los gobernados, más que ciudadanos son súbditos, es decir, no conscientes de sus derechos. Se involucran con los productos del sistema, pero no con la formulación y estructuración de las decisiones y las políticas públicas.
c) La cultura política participativa es la de las sociedades desarrolladas. Los ciudadanos tienen conciencia del sistema político, se interesan en él, contribuyen a su operación e influyen en la formulación de las políticas públicas.
Por su parte, la distinción de Linz, más que detenerse en el desarrollo socioeconómico y cultural de las sociedades, se preocupa por las características del régimen y su impacto en la cultura política. El régimen es la organización formal e informal del poder político que determina cómo y quién accede y controla el poder político. Es la naturaleza del régimen la que preponderantemente condiciona la cultura política, sin que ello implique una minimización a los procesos sociales, pues éstos también afectan a las características del régimen.
Los regímenes pueden ser democráticos o no democráticos. Un régimen democrático posee al menos los siguientes elementos: elecciones periódicas, competidas y limpias (democracia pluralista o competida entre las elites), sufragio universal, respeto a los derechos de las minorías y existencia real del Estado de derecho. Los regímenes democráticos favorecen una cultura política participativa, extendida, un involucramiento con la política y un sentido de la obligación para con la comunidad, la conviccción de que se puede influir sobre las decisiones públicas, y un alto orgullo de los ciudadanos por su sistema político.
A su vez, los regímenes no democráticos son: totalitarios, postotalitarios, autoritarios y sultanistas. En todos ellos, las vías de acceso al poder no dependen, al menos no fundamentalmente, de la voluntad de los ciudadanos.
Los regímenes totalitarios son aquellos donde no existe ningún tipo de oposición o disidencia en la clase gobernante, no hay partidos de oposición, y todas las esferas de la vida de los gobernados, aun las privadas, están controladas por las estructuras estatales. Los ejemplos más acabados de este tipo de régimen han sido la ex-unión soviética y el régimen nazi. La cultura política de estos regímenes se caracteriza en sus primeras etapas por el alto grado de ideologización de las masas, no hay pluralidad política alguna, y la legalidad y las políticas públicas emanan del líder o del comité central del partido hegemónico, sin que los gobernados puedan cuestionarlas.
Los regímenes postotalitarios son consecuencia de la liberalización de un régimen totalitario. En ellos se aceptan formas de tolerancia y de disidencia, aunque no en la forma de partidos políticos. La ideología absolutista y excluyente del régimen totalitario se modifica y se incorporan fuertes dosis de pragmatismo. Los gobernados siguen estando fuera de las decisiones políticas.
Un régimen sultanista se fundamenta en las cualidades carismáticas del líder y en el ejercicio despótico del poder. Son regímenes con escasos elementos del Estado de derecho, de baja institucionalización. Lo público y lo privado se fusionan. Existen niveles altísimos de manipulación y glorificación del líder. Sus características son la arbitrariedad, el patrimonialismo y la sumisión absoluta de los gobernados al déspota.
Los regímenes autoritarios, por su parte, sean civiles o
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