Trabajo Asalariado Y Capital
Gcristinap8 de Diciembre de 2013
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vista anteriores, que forman parte de la trayectoria espiritual del autor,
y que tanto éste como el público tienen el derecho indiscutible a que estas
obras antiguas se reediten sin ninguna alteración. Y a mí no se me hubiera
ocurrido, ni en sueños, modificar ni una tilde.
Pero la cosa cambia cuando se trata de una reedición destinada casi
exclusivamente a la propaganda entre los obreros. En este caso, es
indiscutible que Marx habría puesto la antigua redacción, que data ya de
1849, a tono con su nuevo punto de vista. Y estoy absolutamente seguro de
obrar tal como él lo habría hecho introduciendo en esta edición las escasas
modificaciones y adiciones que son necesarias para conseguir ese resultado
en todos los puntos esenciales. De antemano advierto, pues, al lector que
este folleto no es el que Marx redactó en 1849, sino, sobre poco más o
menos, el que habría escrito en 1891. Además, el texto original circula por
ahí en tan numerosos ejemplares, que por ahora basta con esto, hasta que
yo pueda reproducirlo sin alteración en una edición de las obras completas.
Mis modificaciones giran todas en torno a un punto. Según el texto
original, el obrero vende al capitalista, a cambio del salario, su trabajo;
según el texto actual, vende su fuerza de trabajo. Y acerca de esta
modificación, tengo que dar las necesarias explicaciones. Tengo que darlas
a los obreros, para que vean que no se trata de ninguna sutileza de
palabras, ni mucho menos, sino de uno de los puntos más importantes de
toda la Economía Política. Y a los burgueses, para que se convenzan de
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cuán por encima están los incultos obreros, a quienes se pueden explicar
con facilidad las cuestiones económicas más difíciles, de nuestros
petulantes hombres «cultos», que jamás, mientras vivan, llegarán a
comprender estos intrincados problemas.
La Economía Política clásica [7] tomó de la práctica industrial la idea, en
boga entre los fabricantes, de que éstos compran y pagan el trabajo de sus
obreros. Esta idea servía perfectamente a los fabricantes para administrar
sus negocios, para la contabilidad y el cálculo de los precios. Pero,
trasplantada simplistamente a la Economía Política, causó aquí extravíos y
embrollos verdaderamente notables.
La Economía Política se encuentra con el hecho de que los precios de
todas las mercancías, incluyendo el de aquélla a que da el nombre de
«trabajo», varían constantemente; con que suben y bajan por efecto de
circunstancias muy diversas, que muchas veces no guardan relación alguna
con la fabricación de la mercancía misma, de tal modo que los precios
parecen estar determinados generalmente por el puro azar. Por eso, en
cuanto la Economía Política se erigió en ciencia [8], uno de los primeros
problemas que se le plantearon fue el de investigar la ley que presidía este
azar que parecía gobernar los precios de las mercancías, y que en realidad
lo gobierna a él. Dentro de las constantes fluctuaciones en los precios de
las mercancías, que tan pronto suben como bajan, la Economía se puso a
buscar el punto central fijo en torno al cual se movían estas fluctuaciones.
En una palabra, arrancó de los precios de las mercancías para investigar
como ley reguladora de éstos el valor de las mercancías, valor que
explicaría todas las fluctuaciones de los precios y al cual, en último
término, podrían reducirse todas ellas.
Así, la Economía Política clásica encontró que el valor de una mercancía
lo determinaba el trabajo necesario para su
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