Trabajo Asalariado Y Capital
elmoreno67182 de Septiembre de 2012
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Í*DICE
TRABAJO ASALARIADO Y CAPITAL -------------------------------------------------------- 3
I*TRODUCCIÓ* DE F. E*GELS A LA EDICIÓ* DE 1891-------------------------------------------- 3
TRABAJO ASALARIADO Y CAPITAL--------------------------------------------------------- 9
*OTAS------------------------------------------------------------------------------------------------- 31
Karl Marx – Trabajo Asalariado y Capital
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TRABAJO ASALARIADO Y CAPITAL[1]
Introducción de F. Engels a la edición de 1891
El trabajo que reproducimos a continuación se publicó, bajo la forma de una serie de
artículos editoriales, en la "Neue Rheinische Zeitung" [2], a partir del 4 de abril de 1849. Le
sirvieron de base las conferencias dadas por Marx, en 1847, en la Asociación Obrera
Alemana de Bruselas [3]. La publicación de estos artículos quedó incompleta; el «se
continuará» con que termina el artículo publicado en el número 269, no se pudo cumplir,
por haberse precipitado por aquellos días los acontecimientos: la invasión de Hungría [4]
por los rusos, las insurrecciones de Dresde, Iserlohn, Elberfeld, el Palatinado y Baden [5],
y, como consecuencia de esto, fue suspendido el propio periódico (19 de mayo de 1849).
Entre los papeles dejados por Marx no apareció el manuscrito de la continuación [6].
De "Trabajo asalariado y capital" han visto la luz varias ediciones en tirada aparte
bajo la forma de folleto; la última, en 1884 (Hottingen-Zurich Tipografía Cooperativa
suiza). Todas estas reimpresiones se ajustaban exactamente al texto del original. Pero la
presente edición va a difundirse como folleto de propaganda, en una tirada no inferior a
10.000 ejemplares, y esto me ha hecho pensar si el propio Marx habría aprobado, en estas
condiciones, la simple reimpresión del texto, sin introducir en él ninguna modificación.
En la década del cuarenta, Marx no había terminado aún su crítica de la Economía
Política. Fue hacia fines de la década del cincuenta cuando dio término a esta obra. Por eso,
los trabajos publicados por él antes de la aparición del primer fascículo de la "Contribución
a la crítica de la Economía Política" (1859), difieren en algunos puntos de los que vieron la
luz después de esa fecha; contienen expresiones y frases enteras que, desde el punto de
vista de las obras posteriores, parecen poco afortunadas y hasta inexactas. Ahora bien, es
indudable que en las ediciones corrientes, destinadas al público en general, caben también
estos puntos de vista anteriores, que forman parte de la trayectoria espiritual del autor, y
que tanto éste como el público tienen el derecho indiscutible a que estas obras antiguas se
reediten sin ninguna alteración. Y a mí no se me hubiera ocurrido, ni en sueños, modificar
ni una tilde.
Pero la cosa cambia cuando se trata de una reedición destinada casi exclusivamente
a la propaganda entre los obreros. En este caso, es indiscutible que Marx habría puesto la
antigua redacción, que data ya de 1849, a tono con su nuevo punto de vista. Y estoy
absolutamente seguro de obrar tal como él lo habría hecho introduciendo en esta edición las
escasas modificaciones y adiciones que son necesarias para conseguir ese resultado en
todos los puntos esenciales. De antemano advierto, pues, al lector que este folleto no es el
que Marx redactó en 1849, sino, sobre poco más o menos, el que habría escrito en 1891.
Además, el texto original circula por ahí en tan numerosos ejemplares, que por ahora basta
con esto, hasta que yo pueda reproducirlo sin alteración en una edición de las obras
completas.
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Mis modificaciones giran todas en torno a un punto. Según el texto original, el
obrero vende al capitalista, a cambio del salario, su trabajo; según el texto actual, vende su
fuerza de trabajo. Y acerca de esta modificación, tengo que dar las necesarias
explicaciones. Tengo que darlas a los obreros, para que vean que no se trata de ninguna
sutileza de palabras, ni mucho menos, sino de uno de los puntos más importantes de toda la
Economía Política. Y a los burgueses, para que se convenzan de cuán por encima están los
incultos obreros, a quienes se pueden explicar con facilidad las cuestiones económicas más
difíciles, de nuestros petulantes hombres «cultos», que jamás, mientras vivan, llegarán a
comprender estos intrincados problemas.
La Economía Política clásica [7] tomó de la práctica industrial la idea, en boga entre
los fabricantes, de que éstos compran y pagan el trabajo de sus obreros. Esta idea servía
perfectamente a los fabricantes para administrar sus negocios, para la contabilidad y el
cálculo de los precios. Pero, trasplantada simplistamente a la Economía Política, causó aquí
extravíos y embrollos verdaderamente notables.
La Economía Política se encuentra con el hecho de que los precios de todas las
mercancías, incluyendo el de aquélla a que da el nombre de «trabajo», varían
constantemente; con que suben y bajan por efecto de circunstancias muy diversas, que
muchas veces no guardan relación alguna con la fabricación de la mercancía misma, de tal
modo que los precios parecen estar determinados generalmente por el puro azar. Por eso, en
cuanto la Economía Política se erigió en ciencia [8], uno de los primeros problemas que se
le plantearon fue el de investigar la ley que presidía este azar que parecía gobernar los
precios de las mercancías, y que en realidad lo gobierna a él. Dentro de las constantes
fluctuaciones en los precios de las mercancías, que tan pronto suben como bajan, la
Economía se puso a buscar el punto central fijo en torno al cual se movían estas
fluctuaciones. En una palabra, arrancó de los precios de las mercancías para investigar
como ley reguladora de éstos el valor de las mercancías, valor que explicaría todas las
fluctuaciones de los precios y al cual, en último término, podrían reducirse todas ellas.
Así, la Economía Política clásica encontró que el valor de una mercancía lo
determinaba el trabajo necesario para su producción encerrado en ella. Y se contentó con
esta explicación. También nosotros podemos detenernos, provisionalmente, aquí. Recordaré
tan sólo, para evitar equívocos, que hoy esta explicación es del todo insuficiente. Marx
investigó de un modo minucioso por vez primera la propiedad que tiene el trabajo de crear
valor, y descubrió que no todo trabajo aparentemente y aun realmente necesario para la
producción de una mercancía añade a ésta en todo caso un volumen de valor equivalente a
la cantidad de trabajo consumido. Por tanto, cuando hoy decimos simplemente, con
economistas como Ricardo, que el valor de una mercancía se determina por el trabajo
necesario para su producción, damos por sobreentendidas siempre las reservas hechas por
Marx. Aquí, basta con dejar sentado esto; lo demás lo expone Marx en su "Contribución a
la crítica de la Economía Política" (1859), y en el primer tomo de "El Capital".
Pero, tan pronto como los economistas aplicaban este criterio de determinación del
valor por el trabajo a la mercancía «trabajo», caían de contradicción en contradicción.
¿Cómo se determina el valor del «trabajo»? Por el trabajo necesario encerrado en él. Pero,
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¿cuánto trabajo se encierra en el trabajo de un obrero durante un día, una semana, un mes,
un año? El trabajo de un día, una semana, un mes, un año. Si el trabajo es la medida de
todos los valores, el «valor del trabajo» sólo podrá expresarse en trabajo. Sin embargo, con
saber que el valor de una hora de trabajo es igual a una hora de trabajo, es como si no
supiésemos nada acerca de él. Con esto, no hemos avanzado ni un pelo hacia nuestra meta;
no hacemos más que dar vueltas en un círculo vicioso.
La Economía Política clásica intentó, entonces, buscar otra salida. Dijo: el valor de
una mercancía equivale a su coste de producción. Pero, ¿cuál es el coste de producción del
trabajo? Para poder contestar a esto, los economistas vense obligados a forzar un poquito la
lógica. En vez del coste de producción del propio trabajo, que, desgraciadamente, no se
puede averiguar, investigan el coste de producción del obrero. Este sí que puede
averiguarse. Varía según los tiempos y las circunstancias, pero. dentro de un determinado
estado de la sociedad, de una determinada localidad y de una rama de producción dada,
constituye una magnitud también dada, a lo menos dentro de ciertos límites, bastante
reducidos. Hoy, vivimos bajo el dominio de la producción capitalista, en la que una clase
numerosa y cada vez más extensa de la población sólo puede existir trabajando, a cambio
de un salario, para los propietarios de los medios de producción: herramientas, máquinas,
materias primas y medios de vida. Sobre la base de este modo de producción, el coste de
producción
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