Volando mis barreras
Oyuki ChacónReseña27 de Agosto de 2015
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Volando mis barreras
¡Abuelo! ¿Por qué usted se dedica a esto?, ¿cuáles son sus razones?, ¿nos contará algún día sus historia?...
Estás fueron exactamente las palabras que dijo un pequeño aprendiz. Con tan solo 6 años de edad, él logró revertir el tiempo y que yo echara un vistazo atrás.
Pues veras, todo comenzó cuando yo era un polluelo que sólo tenía el anhelo de abrir sus alas y emprender vuelo. En ese entonces mi gran mentor fue el Sr. Roque, un volador con muchos años de experiencia –más de 29- y que en ese momento era el caporal del equipo. Acudí a él, yo apenas tenía 12 años de edad y mi conocimiento era algo bajo, tenía demasiado que aprender.
Todos los sábados él me ilustraba con su sabiduría. Lo primordial que debía de aprender era la lengua totonaca, ésta es de mucha importancia, si no la sabía era impensable siquiera subir al palo del ritual. Además tenía el compromiso de ser casto y puro, hasta que yo subiera al palo. Lo primero que memoricé fue que el ritual data de muchos años y es para pedir a nuestras deidades –el padre sol y la madre tierra- que no haya sequias, que haya alimento en la cosecha y que la lluvia prevalezca.
Cierto día mi mentor me mando a llamar, dijo que iríamos de visita a un lugar muy importante. Al llegar vi que era el monte y nos internamos en él con el fin de encontrar un buen árbol de madera fuerte y resistente. Después de una búsqueda encontramos uno, me dijo que hasta hace algunas décadas el ritual comenzaba con la selección del palo. Ahí él me enseñó la danza que se hacía. Iniciamos a girar alrededor del árbol, hacer reverencias y a lanzar bocanadas de aguardiente a los cuatro puntos cardinales. Me comentó que antes de que el gran árbol fuera derribado los pobladores limpiaban perfectamente el camino donde se pensaba caería el árbol y así evitaban que se dañara la estructura; ya una vez en el suelo le quitaban todas las ramas y el follaje hasta que quedará liso. El tronco era transportado en los hombros de los voladores hasta el lugar donde sería levantado. Hice una pregunta ocasional: ¿por qué las mujeres no podían tocar el tronco? A lo que él me respondió: era un augurio de mala suerte para los voladores.
Regresamos al pueblo donde nos dirigimos a una pequeña choza, ahí me explicó que una vez que los hombres llegaban a la parte donde se incrustaría el tronco se le tejía alrededor una escalera de liana o soga la cual permitía que los hombres subieran a la cima. Había datos que me parecían muy sorprendentes por ejemplo saber que antes de levantar el poste se realizaban ofrendas para que éste no reclamara la vida de los danzantes “para que los dioses no perdieran a los voladores en los cielos”.
Los movimientos que se realizaban en el ritual eran algo más que simples adornos. Aprenderme cada uno de ellos me llenó de gozo, los espectadores sólo verían la danza pero yo miraría mucho más que eso, vería el enlace que se haría entre dioses de los cuatro elementos y el sol, único vínculo entre dios y hombre.
Así pasó el tiempo, lo que había comenzado como una simple emoción ahora era una convicción. A la edad de 18 años , después de prepararme demasiado y subir a mástiles de diferentes tamaños que variaban entre los 18 y 25 metros, por fin subiría al gran mástil 30 metros de altura era lo que anhelaba.
Como volador yo había observado cada uno de los movimientos pero por esa ocasión todo cambiaría. Días antes de subir, don roque me dijo: Hijo a nadie se le obliga a volar, tu motivación debe surgir en lo más profundo de tu ser, te he transmitido mis conocimientos porque tu traes la estrella caporal y esto es un don que ya se trae en la sangre.
El gran día que volaría sería como caporal. Por años había visto como el caporal tocaba de modo armónico los instrumentos, don Roque también me había enseñado eso, y me había dicho que con el toque de flauta y tambor se simbolizaba el canto de aves y el sonido de los truenos, se creaba un lenguaje único para que nos pudiéramos comunicar con el sol. El Caporal es quien sube primero y quien recibe la semilla que germinará a través de los voladores que son quienes la esparcirán por medio de su vuelo.
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