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CANASTITAS EN SERIE


Enviado por   •  11 de Mayo de 2012  •  2.183 Palabras (9 Páginas)  •  3.137 Visitas

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Canastitas en serie.

Muchas veces los turistas al ver las artesanías que tenemos tan hermosas en México, quedan impresionados. En este cuento un estadounidense que estaba de visitante por territorio Oaxaqueño, descubre unas canastitas con figuras preciosas, hechas por manos de indios mexicanos.

Al saber el precio de ellas, y pensando que podría hacer un buen negocio, emprendió el viaje de regreso a New York, de donde era originario. Negocio con el dueño de una dulcería importante de aquel lugar, y pensando en las ganancias que atribuían con el precio a la que las adquiría, prometió llevar miles de ellas.

Pero cual es su sorpresa que cuando regresa a aquel pueblo en Oaxaca, México, y al platicar con aquel artesano, descubre que este tardaba demasiado tiempo en hacerlas, decía hacer 24 canastitas en dos largos meses; mientras que el astuto norteamericano, ya había hecho contrato de 12 ejemplares para un mes próximo.

Al no encontrar una respuesta positiva en aquel negocio, no le queda otra solución de cancelar el contrato enfurecidamente por que solo perdió dinero con los viajes y tiempo, que pudo haber utilizado para trabajar y ganarse el dinero honradamente.

Amistad

Como lo dice el titulo, este cuento habla de la amistad. En cierto restaurante, un día normal, se aparece un perro callejero en la puerta. Al comportarse inofensivo y de buen modo, el dueño de aquel lugar decide regalarle un buen trozo de carne. Lo que cautiva al restaurantero, el que al momento de terminarse aquel bocadillo, el perro volteaba a ver al señor como en una forma de agradecimiento moviendo la cola, sonriendo y agachando un poco la cabeza.

Este acontecimiento ocurría todos los días, dos o tres semanas, hasta que un día que aquel señor restaurantero, se encontraba furioso por el reclamo de uno de sus clientes, y tanto fue su enojo que arroja un trozo de bolillo duro a su “amigo”, golpeándolo en la cabeza.

El perro esa vez lo vio, pero no como solía hacerlo, ahora lo miraba como con despecho, por haberlo insultado cuando aquel can se comportaba de la mejor manera.

Al reflexionar el dueño del restaurante, salio a buscarlo por las calles, pero no lo encontró. Al otro día el perro apareció como de costumbre, pero esta vez no acepto el bocadillo que le ofrecía, hasta hace un día, su buen amigo.

Después de aquel día, el restaurantero no volvió a ver a aquel can, y el era el único culpable, pues por sus instintos había perdido su amistad para siempre.

El suplico de San Antonio

Cuando perdemos alguna pertenecía que nos gusta mucho, nos regalaron o nos costó mucho trabajo conseguirlas hacemos cualquier cosa para tratar de recuperarlas. Eso fue lo que le paso a Cecilio Ortiz, un minero de bajos recursos que vivía en un pueblo muy pequeño cerca de las minas donde el trabajaba.

Se encuentra desesperado por un reloj que le había costado días, quizás meses, de trabajo duro para conseguirlo; lo había perdido.

Enloquecido y segado por el deseo de recuperarlo, sigue los consejos de una amiga. Se encomienda a San Antonio, y le exigía que le devolviera su reloj.

Invertía mucho tiempo, además de dinero, en estar orando y pidiéndole que le devolviera su reloj, incluso le prometía cosas, con tal de que le devolviera ese caro reloj.

Como no veía respuesta alguna de que el santo le devolviera su reloj, lo amenazo y siguiendo con su desatrampada ira, cumplió su amenaza. Tanto era el deseo de tener en sus manos de nuevo el reloj, una noche se roba la imagen de San Antonio, y la “tortura”, además de dejarla en un pozo sin uso que había en el pueblo.

Cual es la sorpresa de Cecilio cuando uno de sus compañeros mineros le devuelve su reloj, y le explica que lo había encontrado tirado en las minas una noche, pero de no ser por una luz que se desprendía del monte, cerca de un pozo jamás hubiera visto el reloj. Cecilio sabia que San Antonio fue quien le había devuelto por fin, su reloj tan preciado para el, y cuando fue a rescatar la imagen de aquel pozo, se encuentra con la sorpresa que el lazo del que lo había sostenido se encontraba trozado.

La gente del pueblo encontró a la imagen días después, la saco y la regresó a su altar en ala iglesia. Cecilio quedo contento por su reloj, y hace alusión a la conocida frase “el que persevera alcanza”

Aritmética Indígena

Aunque nos parezca extraño, en este cuento un indio mexicano es mas inteligente que un “gringo”, y es que en verdad lo somos. Y es que en una ocasión un indio visita a un turista norteamericano que se estaba estableciendo en nuestras tierras.

Al encontrar en su casa unos hermosos cachorritos únicos del pueblo, se ambiciona por uno de ellos y lo quiere, pero regalado, como se acostumbraban los “trueques” en esa región.

Al escuchar una respuesta negativa de aquel hombre, se ambiciona aun mas por el.

Y su inteligencia y sabiduría es lo que lo llevan a obtenerlo. Una mañana visita a aquel habitante, y entre una larga y aburrida charla, comienza a hablarle de su hija, ofreciéndola como trabajadora doméstica. Aquel extranjero es tentado por la curiosidad de tener una sirvienta, y pues teniendo el dinero para pagar lo que ella pedía, ¿Por qué no contratarla?. Fue entonces cuando se decide y acepta la oferta. Pero aquel indio que no iba en balde a negociar con el, le pide un pequeño adelanto de su semana, pues necesitaba comprar utensilios, era lo que decía.

Con tal de que abandonaran su casa, y de tener pronto a una sirvienta acepta dar un adelanto, un peso de plata, justo lo que pedía por aquel cachorrito.

Y justo cuando iba de salida, comienza otra larga platica con el fin de distraerlo platican de cosas sin importancia para ninguno de los dos, y justo en el momento indicado, regresa al tema del cachorrito. Aunque decía que era demasiado dinero para un animal que no merecía tal pago, según el, lo compro, y lo pagó con el mismo dinero.

Resulto que nunca apareció la hija del indio, y todo pasó, perdió un peso plata y a su cachorrito.

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