Constitucion
zaratezrt23 de Febrero de 2015
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Mi Amor:
Para que entiendas todo lo que siento por ti necesito ir un poco
atrás en el tiempo, no al día que nos conocimos, más atrás, a
hace 1.8 millones de años cuando el hombre se enfrentó a su
primer dinosaurio. De los dinosaurios, sin duda, el velociraptor
era el más temido; según pude ver en la película, era bien
rápido. ¿Sabías que en latín Velociraptor significa ¨Ladrón
Veloz¨? ¿No te parece increíble? Pienso en ti y pienso en cómo
habrán sido esos primeros pasos que el hombre dio, así, como
el primer chango se levantó en dos patas por una mujer, yo me
pongo de pie por tu belleza. Imagínate esos días donde un
cavernícola y una cavernícola descubrieron el fuego, no
golpeando rocas, sino en los ojos de su amante. Entonces,
juntos, lentamente comenzaron a emigrar a las estepas de lo
desconocido. Cada vez que un hombre como yo salía a cazar,
una mujer como tú temía por su vida.
En fin, los dinosaurios se extinguieron pero lo que no se
extinguió es el amor, el deseo, la pasión de esos primeros seres
que poblaron este hermoso planeta (y no sabemos si también
otras galaxias o incluso hasta meteoritos; ya ves que dicen que
a los mayas se los llevaron los marcianos). Hablando de
meteoritos, ¿sabes dónde cayó el que hace 65 millones de años
destruyó a los dinosaurios y cambió el destino del planeta? ¡En
la Riviera Maya! ¿No te parece una tremenda coincidencia que
ese golpe mortal a la era cretácica sea en el mismo lugar donde
tantas veces soñamos con ir? Cuántas veces fantaseamos con
pasar un fin de semana en aquel hotel que vimos en esa revista
que estaba en la casa de tus padres. Si no recuerdo mal, el
hotel tenía buenas promociones, la que más recuerdo era la de
cuatro noches al precio de tres, all inclusive exceptuando las
bebidas que estaban un poco caras pero no importa, tu vales
eso y más. Ya me acordaré en el transcurso de esta carta pero
recuerdo que empezaba con Jota creo. O con L, no me acuerdo
bien. Se llame como se llame el hotel, el meteorito cayó muy
cerca creando el cráter que hoy es conocido como Chicxulub.
Un cráter tan grande como el vacío que siento en este momento
que no estoy a tu lado.
Sabes que me cuesta expresarme con las palabras, igualmente
creo que más le habrá costado al hombre del paleolítico decir
sus primeras palabras. ¿Cuál habrá sido la primera frase dicha
por el hombre? ¿Tengo frio? ¿Qué comemos? ¿Otra vez
pescado? ¿O habrá dicho “Amor”?. Tu bello e inmortal nombre.
Aunque no sé si tu nombre ya existía, a lo mejor se
pronunciaba con algún ruido gutural como “GHHH-GNNNN” o
“UNGG-BUAH”, es difícil saberlo porque tampoco había
todavía grabadoras, pero sin duda debe haberse escuchado tan
hermoso como la música que sale cuando uno pronuncia: Amor.
Bueno, el hombre, lento pero seguro, comenzó a evolucionar y
a poblar cada rincón de los confines de la tierra. Sé bien que
arrancaron su aventura en África, el continente donde está uno
de mis países favoritos: Egipto. Como escuchaste, mi amor,
llegamos a uno de mis países favoritos, llegamos al antiguo
Egipto.
Me acuerdo la vez que dije que tu tía abuela era una momia y
te enojaste, pero tienes que aceptar que tampoco es una
Cleopatra. Ahora, que si hablamos de Cleopatra, valdría la pena
especificar a cuál nos referimos, porque regularmente decimos
ese nombre y nos viene inmediatamente a la cabeza la
Cleopatra representada en el Hollywood de la época de oro, o
sea, Cleopatra VII (¿Te acuerdas? La de la señora esa que dicen
que tiene los ojos violeta en la época en la que ni siquiera se
habían inventado los pupilentes). Hablando de Cleopatra,
¿sabes que ella es protagonista de la cena más cara de la
historia? Cleopatra, reina de Egipto, intentó impresionar a
Marco Antonio, enviado de Julio César, y le apostó que era
capaz de cenarse diez millones de sestercios (con una sola de
estas monedas se cenaba y dormía en una mansión). Marco
Antonio aceptó. Era imposible gastarse ese dinero en una sola
comida. En la cena se sirvieron manjares de todo tipo, carnes,
pescados, frutas exóticas, pero nada como para alcanzar esa
cifra. Cleopatra lucía un impresionante collar con sólo dos
perlas. De pronto ella se dirigió al juez que ellos habían elegido
para controlar la apuesta y le preguntó cuánto podría valer
cada una de sus perlas. El juez miro la perla con cuidado y
calculando le dijo: «Unos cinco millones de sestercios»,
contestó. Ella asintió con una sonrisa y echó una de las perlas
en una copa con vinagre. Al estar formada por carbonato de
calcio, reaccionó al aliño y se disolvió completamente. Y ahí
nomás Cleopatra se bebió la perla. No le hizo falta tomarse la
segunda; Marco Antonio sacó su servilleta blanca y se dio por
vencido. ¡Ganó Cleopatra por goleada! Una reina tan
inteligente como tú, mi amor. Pero vale la pena tener en cuenta
que Cleopatras hay muchas, por ejemplo, Cleopatra I de Egipto,
que reinara ese país entre el año 215 a.C. y 176 a.C. y
perteneciera a la dinastía ptolemaica, es decir, la que fundara
Ptolomeo I Sóter, un general de Alejandro Magno (en esa
dinastía, por cierto, se cubren los años en los que se redactó la
Piedra de Rosetta, con la que más adelante se pudieron
descifrar los jeroglíficos egipcios… ja ja, me río porque pienso
que me encantaría que existiera una piedra de Rosetta que me
ayudara a descifrarte a ti cuando estás enojada y no me lo
quieres decir, pero aún ardiendo de coraje sabes que te ves más
hermosa que Cleopatra, la séptima, por supuesto). En fin, que
Cleopatras hay muchas, y después de la primera, viene
naturalmente la segunda, es decir, Cleopatra II, hija de la
primera y que se casara con su hermano (a mí, perdónenme,
pero eso sí me parece una cochinada, aunque haya sido hace
tanto tiempo, cuando las reglas no estaban tan claras como
ahora), solo que ahí no se acaba la intriga, es todavía peor,
porque cuando se le muere el marido a esa Cleopatra, se casa
con su otro hermano, y ese hermano le mata al hijo, o sea a su
sobrino, entonces el tipo se divorcia y se casa con su sobrina,
o sea, Cleopatra III. Qué pelea de tronos ni qué la canción, esas
son intrigas complejísimas de amor. Y aunque no puedo estar
de acuerdo con las prácticas que tenían en esa época, sí te
puedo decir que una cosa sí entiendo: el amor es complicado.
Qué afortunados somos en que nuestro amor sea un poco más
sencillo, porque dentro de esa sencillez está lo maravilloso de
habernos encontrado; como dos piedras en el desierto del
Sahara, un día separadas por kilómetros y kilómetros de dunas
y arena hasta donde la vista alcance, y al otro día juntos sin un
milímetro de separación en una pirámide levantada como
homenaje a un ser supremo al que a mí me gusta llamarle
simplemente: AMOR.
Ok, bueno, continuando con las Cleopatras, sigue la tercera,
hija de la segunda y nieta de la primera. No te quiero soltar
spoilers de la historia pero me imagino que ya la ves venir: sí,
Cleopatra III era mamá de Cleopatra IV. Deja te cuento esa
historia, es muy interesante. Cleopatra III decide traerse a
Egipto a su hijo Alejandro para gobernar con él cuando se
muere Ptolomeo (qué número de Ptlomeo era ya ni te digo,
porque esos son otros que también hay como mil y todos son
parientes, entonces la verdad, ya ni me acuerdo). Bueno, el
chiste es que Alejandro un día se cansa de su mamá y la mata.
Una menos. Ahora te platico de Cleopatra IV, que no tiene
mucha historia, salvo que quiso casarse con su hermano
Alejandro, del que te platicaba antes, pero él no estuvo de
acuerdo y no le entró al trato (al menos uno del que podríamos
sospechar que tenía mejor juicio, si no fuera porque se quebró
a su mamá, que ya no sé si está peor que casarse con su
hermana. Esos egipcios de veras se las gastaban rarísimo…).
OK, me voy rapidito: Cleopatra V, se casa con (lo adivinaste)
su hermano (adivinaste otra vez), Ptolomeo y madre de (andas
en llamas, adivinaste una vez más), Cleopatra VI y VII. Yo creo
que en esas épocas no había muchos nombres qué escoger,
porque por lo que veo si eran niñas se llamaban Cleopatra, y si
eran niños, Ptolomeo. Debe haber sido como ahora que traen
esa modita de que si tienes un niño le pones Matías o Mateo y
si tienes una niña Regina o Renata, no sabes cuántos niños
recién nacidos he escuchado con esos nombres, hasta parece
que los papás no se dan cuenta que no están siendo nada
originales. Ya me quiero imaginar a esos pobres chavitos en la
...