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Historia de la literatura Venezolana


Enviado por   •  8 de Julio de 2017  •  Biografías  •  5.342 Palabras (22 Páginas)  •  422 Visitas

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República Bolivariana de Venezuela

Universidad pedagógica experimental Libertador

Instituto de mejoramiento profesional del magisterio

Núcleo Mérida

Centro de atención El vigía

Literatura Venezolana

Historia de la literatura Venezolana.

Participante

Ricardo Chacón Maldonado

C.I v-19900473

Prof.: David Tawary Hernández  

Introducción

La literatura venezolana se ha caracterizado por una gran diversidad de modelos estructurales y de distintos  estilos, desde los comienzos de nuestros indígenas, cuando con los cantos a los dioses manifestaban sus narraciones orales. Estas narraciones en algunos casos mantenían una tonalidad rítmica, y acompañada con bailes, que dignificaban el apoyo y el homenaje a las deidades presentes en los símbolos naturales, como el dios sol, y la diosa luna.

Luego de ellos llegaron los españoles y se dispusieron a resaltar sus versos y su narrativa, propia de esa cultura europea, influenciada también por la iglesia católica, a pesar de que en principio algunos colonizadores se dispusieron a registrar los cantos y los versos orales que recitaban o cantaban los indígenas de estas tierras, a partir de aquí se puede reconocer como el inicio de la literatura venezolana colonial, de por sí porque se comenzó a llevar el registro. Por ser colonia los autores más resaltantes de esta época, eran de origen español, mas sin embargo con el registro realizado a los indígenas, podríamos adoptar allí el hecho de que los colonizados también estaban creando.

En la Venezuela republicana, los aires de libertad, de descolonización, se reflejaban en las plumas de algunos escritores dela época. Todo esto es analizado de la siguiente manera, para determinar los aspectos importantes de nuestra cultura literaria.

Literatura indígena venezolana.

Se considera que en Venezuela existen 34 lenguas vivas aborígenes (5 de ellas en el territorio en reclamación del Esequibo) que pertenecen a 3 grandes familias lingüísticas (caribe, arawak, chibcha) y a 9 grupos étnicos no clasificados lingüísticamente. Ellas poseen un inmenso caudal de tradiciones, mitos, leyendas, poemas, adivinanzas, tabúes, presagios, interpretaciones de los sueños, acertijos, relatos, consejos de los ancianos y múltiples figuras literarias, acervo hasta hace poco no explorado, por medio del cual podemos reconstruir, a la manera indígena, nuestro pasado; porque allí está el germen de la nacionalidad venezolana. Estas literaturas poseen características muy propias, inherentes a las cosmogonías, deidades, concepciones y visiones de cada familia o grupo. El hecho más notable común a estas literaturas es su condición original de orales, ya que nuestros aborígenes eran pueblos ágrafos; por lo tanto, se han visto sometidas a una serie de «variantes» que constituyen la variabilidad de los discursos míticos; posteriormente han sido transcritas y traducidas, no sólo al castellano, sino al alemán, inglés, italiano y francés (porque al lado de los estudiosos venezolanos ha habido no pocos extranjeros). Los indígenas venezolanos (como todos los grupos humanos que son designados como de mentalidad arcaica o primitiva) suelen explicarse (y explicarnos), los fenómenos de la naturaleza por medio de mitos y leyendas referidos a un intrincado, la más de las veces, mundo espiritual que nos remite a una concepción del cosmos. Su comunicación con éste se realiza por mediación de un ser humano, siempre el piache, y de otros elementos que sirven para lograr el entronque con el cielo superior donde habita un Dios que será el «padre» de todos ellos, el cual se identifica con los astros; de allí que sean los «hijos de la luna» o los «hijos del sol». Por consiguiente, no puede concebirse la literatura indígena venezolana como aislada, separada de un contexto social, telúrico, mágico, antropológico y etnológico; ya que todos estos factores determinan su existencia, convirtiéndose, entonces, en una literatura que les resulta útil, bien para el conocimiento de su historia, para explicarse los fenómenos extraños al mundo donde habitan o, bien, para ser el vínculo, el medio, entre el cielo y la tierra, para lograr la comunión y comunicación del mundo cósmico. Por tanto, nuestra literatura indígena no puede estudiarse sin tomar como base los textos antropológicos y etnológicos. También debemos reseñar que actualmente se observan especies de interpolaciones o añadidos, provenientes del contacto con otras culturas. Aunque esta muestra se fundamenta en las lenguas habladas actualmente en Venezuela, debe hacerse referencia al mito de Amalivaca perteneciente a los tamanacos, germen de muchas constantes que serán reiteradas a lo largo de los mitos de hoy en día; la presencia de los hermanos, Amalivaca y Vochi; el primero considerado «padre y salvador de los tamanacos», la primera pareja, la descendencia y el diluvio. Amalivaca es reseñado por los misioneros jesuitas Felipe Salvador Gilij y José Gumilla, encontrándose luego variantes procedentes de ambos autores. Este hecho nos demuestra otra de las características de esta literatura, la presencia de los misioneros como personas que, además de cumplir sus objetivos religiosos, rescatan, por medio de los informantes, la memoria de estos pueblos. Las constantes principales son: «El arco iris», espíritu de enfermedad para los waraos, causante de las mismas en los pemontón, espíritu del agua para los kariña. El fuego, que en todos aparece con diferentes dueños. El árbol (entronque con la tierra: raíces; y unión con el cielo: copa) en los piaroas (kuareré) los javís, los yarabanas, los guarekenas. El diluvio en los piaroas, yaruros, yarabana y guajiros. Los hermanos (gemelos algunas veces, o como hermano mayor y menor, a la manera de los quiché en el Popol Vuh: Hunabe Ixbalanque), en los yarabanas, en los guajiros, en los pemontones. La tierra, bien sean las casas, la cestería, el hilado, la comida, hasta la bebida (oki, para los yarabanas, chicha para los yukpas). La creencia en espíritus que habitan en los cerros: mawarí (pemontón), asemejado al maware kariña y al máwari yarabana. También la concepción integral del hombre, en la cual se distingue, siempre, el cuerpo y el alma, los cuales reciben multiplicidad de nombres y de interpretaciones.



Las leyendas poseen una finalidad didáctica, explican el entorno pemón: «Leyenda de Auyan-tepui»; «Leyenda de Mochima y Maripaima». En algunas de ellas es posible encontrar influencias extranjeras. Personajes como los Makunaima, donde se reseñan el hermano mayor y el menor, que «…vivieron en muchos sitios y viajaron por muchas partes…», son el eje central de estas leyendas. Otros como Piaimá (la más de las veces presentado como enemigo), son habitantes de la selva. Los tarén son ensalmos o invocaciones mágicas (Ta(k)ren): «el que está en, el que vive dentro de». Se recitan en voz baja y misteriosa, y se deben «echar», ya que van acompañados de «soplo» (energía vital de piasán-piache sobre la persona). Pueden ser preventivos y curativos, en el caso de los benéficos; aunque existen algunos maléficos o dañinos, el pemón no ha querido darlos a conocer. Este género cumple una función social, su depositario es visto como un ser misericordioso con los demás. Los ekaré o «narraciones verdaderas»: etimológicamente significa «noticias, rumor, doctrina»; el verbo reflexivo es «ekare-me(ki)», que significa «confesar uno a otro cosas vergonzosas y ocultas: confesarse»; de allí el tono confesional de este género; uno de sus temas centrales es el viaje; los ekaré son testimonios verdaderos, objetivos de algunos hechos donde se plantea un diálogo entre el pasado y el presente. Hay ekaré antiguos como el «Alketón evedoikasak maipa yek puek ekaré», (relato de un viejo que se quedó colgado de un guamo) y modernos: «Pantón neké, Dairén: Karakas pone e tesakók akaré», (No cuento, verdad: relato de unos que fueron a Caracas). En ellos se da, igualmente como en los pantoní, una fusión del mito con la historia. Los eremuk (cantares) se expresan por medio de una lengua arcaica y se caracterizan por poseer ritmo y no rima; abarcan varios temas, para ser reiterados por un individuo solo o en coros; son muy breves, a manera de «letrillas», y el tema se reitera, como estribillos, para darle fuerza al poema. Hay varias clases de cantares: los individuales, los de juegos interpretados por los niños, los del piasán que coinciden con los bailes usados para tratar las enfermedades; al lado de los bailes y danzas autóctonos, aparecen los nuevos cantos religiosos (de influencia extranjera) como Areruya y San Miguel. Los nombres más conocidos de otro grupo caribe, que habita en el estado Bolívar y estado Amazonas, son makiritare, o yeúkuana («el pueblo o la nación de las canoas o curiaras»). Ellos poseen su propia concepción del Universo, una estructura cósmica en la cual están inmersos sus mitos y leyendas, que constituyen sus géneros mayores. Marc de Civrieux, en Leyendas maquiritares, ofrece en el «ciclo antiguo», «El mito de Vanadí»; en éste se comienza explicando que «Cierto día, Shi, el sol, sopló sobre un guijarro celeste, wiríki, y engendró un niño varón llamado Vanadí; poco después, soplando sobre otro wiríki, dio vida a otro niño, Núna (la luna)»; cuando fue hombre descubrió, jugando con «las piedritas que lo rodeaban», el poder mágico de los wiríki e «introduciéndolos en una calabaza, hizo con ellos la primera maráka»; posteriormente, llevó su maraka a la tierra, internándose en los ríos Kúnu y Metákuni para iniciar la obra de la creación. Existen varios mitos sobre Vanadí, quien ha tenido 3 proyecciones sobre la tierra, que corresponden a 3 ciclos o mundos. Dentro de este contexto hay una narración de los actuales yekuanas («Quiénes fuimos») donde dicen que ellos fueron los habitantes de gran parte de las tierras del sur, de lo que hoy conocemos como Venezuela: «Éramos muy numerosos, y conocíamos bien nuestras selvas, sabanas y ríos». Dentro de toda esta cosmovisión, no puede olvidarse el «Mito de los hermanos gemelos» con sus episodios: «El huevo cósmico: Hïdïmene y Nuna»; «Los gemelos y la mujer del jaguar»; «La gran venganza de Yudike y el incendio y diluvio universales» y «Paralelo del mito de los dos gemelos con el planeta Venus». Estos gemelos, héroes culturales, «Yureke y Armanáshaca» conquistaron el fuego. Del grupo caribe de los yarabanas, ubicados en el estado Amazonas, se conocen 5 mitos, recogidos por Johannes Wilbert. El primero de ellos: «Mayowoca y Ochi», nos remite al principio de los tiempos cuando «sólo había una pareja de seres humanos (hombre y mujer) que vivían en la soledad más austera en el ámbito del mundo», cuyos cuerpos eran diferentes a los nuestros pues terminaban en el bajo vientre; además de esta pareja existían los «dos hermanos sobrehumanos, con prerrogativas casi divinas: el mayor se llamaba Mayowoca y el menor Ochi». Estos héroes culturales se metamorfosean: el mayor en zamuro, colibrí, murciélago y el menor en pez caribe. Mayowoca crea los pájaros y los monos, mientras que Ochi crea mamíferos para alimentarse. Después de que Ochi le desobedeció, el mayor decidió que «en el futuro no podrían ya vivir juntos. El uno viviría en el Oriente: Ochi; y Mayowoca al otro extremo del mundo: Occidente». Varias constantes de los mitos indígenas pueden apreciarse en éstos: el árbol cargado de frutas; el diluvio que ocasiona que la tierra quede sumida en «una noche negra, negra como el azabache»; el surgimiento del sol, restituido desde el zenit por el pájaro conoto quien lo entrega a un mono blanco: Mayowoca completa a 2 seres humanos, a quienes les enseña «la tierra y el cultivo de todas las artes»; posteriormente, hace una fiesta «en la que les enseñó la fabricación de la bebida alcohólica favorable a la comunicación con el cielo: elóki». También, como en otros mitos, dejó sus huellas antes de ascender a las nubes, en el lugar donde se separó de los hombres «…para perenne recuerdo de su marcha entre los hombres…» Los yukpas viven en la región de Perijá (Edo. Zulia) cerca de la frontera con Colombia; son vecinos de los barís (motilones: familia chibcha) y de los indios japrerías, no clasificados lingüísticamente. Yukpa-Yukko, significa: persona, hombre, gente, tanto para el grupo étnico venezolano como para los que viven en Colombia; usan como trajes una túnica de algodón, para protegerse del frío en la sierra; duermen en el suelo, encima de un apoto (esterillas). Sus piaches son tuuano (el sabio conocedor de las tradiciones y del poder curativo de las plantas); tomaika (el cantor) quien aprende sus cantares en sueños y su prestigio se debe al número de canciones que sabe, y tipiacha (el curandero especialista en plantas medicinales). Uno de los cuentos de los yukpas «El día y la noche», nos remonta, una vez más, como en todas las literaturas indígenas venezolanas, al «comienzo de los tiempos», cuando había 2 soles: «Uno de los cuales salía cuando el otro se ocultaba». Otra narración, «Atopoinsha, el invisible, héroe de la guerra», presenta una ubicación geográfica de Perijá; lugares como el río Yasa, el río Negro, Santa Ana y la Laguna de la Muerte son escenario de las aventuras de este héroe invisible, quien logra deshacerse de los Moterú; de allí que «…desde entonces los yukpa han vivido en las montañas de Perijá y los Barí, los pocos descendientes de Moterú viven en la parte meridional.

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