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Literatura Venezolana


Enviado por   •  27 de Mayo de 2013  •  4.558 Palabras (19 Páginas)  •  581 Visitas

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Literatura indígena y colonial [editar]

La primera manifestación literaria de la que se tiene conocimiento en Venezuela es la llamada literatura indígena, la cual ha sido conservada por la tradición. Esta manifestación aunada a la literatura colonial, particularmente las reseñas pormenorizadas sobre las peculiares características del nuevo mundo escritas por los colonizadores españoles o crónica de indias, constituyen el punto de partida de la literatura en el país. La literatura indígena, propia de las culturas desarrolladas antes de la llegada de los conquistadores españoles, fue conservada por la tradición oral. Tras una ardua labor de investigación posterior se han logrado publicar interesantes colecciones de cuentos y tradiciones, como las recopiladas por Fray Cesáreo de Armella.

Literatura republicana [editar]

Andrés Bello.

La literatura de inicios del siglo XIX no es muy abundante, pues los intelectuales y políticos estaban ocupados en las guerras libertarias. Sin embargo, surge la oratoria como forma alternativa para propagar las ideas independentistas y cuya belleza retórica y estilística hace que se le ubique dentro del espectro literario. En este período sobresale también la producción poética de Andrés Bello, primer poeta en proponer la creación de una expresión lírica americana. Su poesía es considerada como precursora de la temática latinoamericana en la lírica continental, tal como se puede observar en Alocución a la poesía (1823) y en Silva a la agricultura de la Zona Tórrida (1826). En vísperas de la independencia, llega la primera imprenta a Caracas y con ella surgen importantes periódicos, entre los que destaca El correo del Orinoco, a través de los cuales se difunden las ideas libertarias. Sin embargo, antes de la aparición de los primeros periódicos, estas ideas eran principalmente difundidas a través de la oratoria, pues las imprentas españolas difícilmente accederían a la publicación de ideas que atentaran en contra de su hegemonía.

Simón Bolívar.

Sin embargo, entre los avatares de la revolución fue que el germen de una identidad propia ensayó sus fueros humanísticos. La copiosa correspondencia del Libertador, así como los documentos oficiales de sus atribuciones republicanas, dilucidan no sólo el mosaico colosal de su genio político, sino también la prolijidad de una pluma tan exquisita como intensa. De gran belleza y profunda preocupación filosófica es Mi delirio sobre el Chimborazo; una especie singular que Simón Bolívar le distingue de las contradicciones de su tiempo, y en la que por etérea proporción discurre desde la clarividencia de un tribuno hasta la humildad de un profeta señalado para un mundo naciente y por lo mismo promisorio. Es también en Simón Rodríguez, filósofo y pedagogo caraqueño, cuando genuinamente se ensayan formulas americanas muy bien meditadas para las incipientes repúblicas; su obra, aunque dispersa por los giros de su singular vida, compila no sólo su preocupación sociológica, sino también la urgencia de un código intelectual. Por auspicio de su célebre pupilo (Simón Bolívar) alcanza parcialmente a aplicar algunas de sus ideas, muchas de las cuales fueron difundidas después y ampliadas en un castellano auténtico y a veces irónico como Voltaire. Además de sus peculiares publicaciones y de su correspondencia, es célebre su defensa que hace de la gesta bolivariana, construida con un rigor lógico.

La novela [editar]

Las primeras novelas [editar]

Muchos autores coinciden al afirmar que la novela venezolana surge a mediados del Siglo XIX, tras la publicación de Los mártires, de Fermín Toro en 1842. Las primeras novelas venezolanas siguen los postulados de las corrientes literarias que para la época prevalecían en el ámbito mundial. A excepción de las inscritas en el marco del modernismo, movimiento literario de origen latinoamericano. En el tardío romanticismo venezolano, tuvieron gran aceptación las novelas de carácter histórico que se adaptaban al espíritu romántico, como Blanca de Torrestella (1868), de Julio Calcaño. Bajo estas influencias románticas se escribieron muchas novelas de tono sentimental, así como también novelas de denuncia: Zárate (1882) de Eduardo Blanco y Peonía (1890) de Manuel Vicente Romero García. En la mayoría de los casos, las primeras novelas venezolanas funcionan como tribunas para denunciar las injusticias sociales, o como instrumentos pedagógicos o de construcción de la identidad nacional. A partir de los inicios del siglo XX, estas preocupaciones se irán relajando: el valor literario y estético cobrará mayor importancia, sobre todo tras el surgimiento del modernismo, en el que prevalecía el cuidadoso lenguaje y el adorno retórico. Son piezas claves para comprender la producción de este período las novelas de Manuel Díaz Rodríguez quien publica en 1901 su primera novela: Ídolos rotos, sátira política y social de la sociedad de la época, evidenciando una problemática lucha entre lo nacional y lo mundial. A través de esta novela y del resto de su producción, Sangre patricia (1902) y Peregrina (1922), percibimos una fina sensibilidad que idealiza la naturaleza venezolana, cruzada por tipos y costumbres; sensibilidad plasmada en las páginas a través de un lenguaje cuidado y extremadamente culto.

La novela venezolana a principios del Siglo XX [editar]

Rómulo Gallegos.

El año de 1910 se toma como punto de partida de nuevas experiencias estéticas que reaccionan en contra del modernismo e intentan escribir acerca de la vida común. De manera que se perfila una nueva expresión literaria de carácter realista, en la que reaparecen viejas esencias del costumbrismo. En este momento de la trayectoria de la novela venezolana son relevantes los nombres de José Rafael Pocaterra, Teresa de la Parra y Rómulo Gallegos, entre otros. Política feminista, es la primera novela publicada por Pocaterra, cuya obra ha sido enmarcada dentro del realismo. En La casa de los Abila (1946) este autor logra reflejar con extrema agudeza la decadencia y descomposición social y política de la realidad que lo circunda. Un punto de referencia dentro de la novelística nacional lo constituye Rómulo Gallegos, quien publicó diez novelas ambientadas en distintos espacios de la geografía venezolana, conectadas con las concepciones positivistas y de un profundo realismo social. Reinaldo Solar (1920), fue su primera novela, a la que siguieron La trepadora (1925), Doña Bárbara (1929), Cantaclaro (1934),

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