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Proyecto De Vida


Enviado por   •  1 de Octubre de 2014  •  11.838 Palabras (48 Páginas)  •  308 Visitas

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LA FAMILIA EN COLOMBIA

En homenaje a Virginia Gutiérrez de Pineda.

COLOMBIA, PAÍS DE REGIONES, cada una de ellas con particularidades sociales y culturales especiales, hacen imposible reconocer la existencia de un tipo específico de familia colombiana. No obstante, Virginia Gutiérrez de Pineda, la investigadora más notable sobre esta institución en el país, luego de décadas de brillantes investigaciones, concluyó que al margen de la sorprendente variedad de formas y arreglos familiares existentes en cada región sobresale su presencia histórica. Extensa o reducida, fuerte ó fragmentada, próspera o pobre, patriarcal o, en ocasiones, matriarcal, autoritaria o afectiva, la familia, siempre la familia se nos presenta como la entidad social más distinguible en cada lugar de nuestra geografía. En la familia los colombianos han aprendido las maneras de ser regional, los gustos, el habla y el temperamento. En forma definitiva, la familia ha trazado el destino de cada individuo, pero también de nuestra estructura social tanto en las pequeñas poblaciones como en las grandes ciudades.

La familia en Colombia, conviene reconocerlo, no ha tenido una historia fácil ni feliz. La formación de cada nuevo grupo familiar es una aventura. En su origen la sociedad colombiana anudó en forma compleja tres grupos étnicos y culturales: los indígenas, los negros y los peninsulares. La conquista y la colonización constituyeron el crisol donde se maceró el exterminio y el derrumbamiento de las sociedades indígenas, la importación y explotación de miles de africanos, y el establecimiento de un grupo minoritario, pero triunfante, de españoles con fuertes principios culturales. El choque y cruce de estos grupos, con sus distintas costumbres, esparcieron en el territorio colombiano formas distintas de comprender y vivir la familia. Desde entonces hasta hoy la familia ha cumplido un papel central en la vida de los colombianos: se la reconoce decisiva en las épocas de prosperidad de algunas regiones y definitiva para las personas en los momentos de desgracia. Una institución así debería haber recibido mayor atención de parte de los investigadores sociales. Lamentablemente no ha sido así. Este ensayo resalta algunos de los hechos más destacables de su historia.

LA ÉPOCA COLONIAL

Durante la época colonial y, probablemente hasta décadas recientes, el vínculo más vivo de toda persona era el familiar. Esta importancia surgía del hecho de que en aquella sociedad ni la Iglesia ni el Estado concentraban la vida de los individuos, como sí lo hacía la familia. Incluso, casi toda la vida social de los individuos ocurría en familia. En la época no existían clubes, parques, cafés o bibliotecas donde conversar con los amigos y pasar el tiempo. Una de las pocas salidas de casa obligadas era a la misa dominical y se hacía en grupo, Los gobernadores, alcaldes y abogados no despachaban en oficinas, sino en sus propias casas. Alférez Real, la figura más importante de cada ciudad, guardaba el pendón y el estandarte municipal en su casa. Las tiendas, las pulperías y las fondas, eran el mismo lugar de vivienda de sus dueños, algo bien distinto de los actuales supermercados y discotecas. Siendo un poco atrevidos, podría considerarse que una, ciudad colonial colombiana no era más que un conjunto de familias unidas por vínculos de diversa índole.

Un hecho que puede sorprender a muchos es el de que la familia de nuestros primeros tiempos no era numerosa. La imagen habitual de una familia de varias generaciones y muchos hijos es de una época más reciente, probablemente de comienzos del siglo XX. Al menos hasta fines del siglo XVIII, las familias estaban constituidas básicamente por los padres y los hijos. Corrientemente estos hijos no eran más de tres o cuatro. Hecho que no quiere decir que las madres no dieran a luz muchos hijos. Ocurría que, en forma fatal, más de la mitad de los niños que nacían morían antes de cumplir, el primer año de vida. Y buena parte de éstos fallecía en el primer mes de nacimiento. Claro, algunas pocas familias, especialmente de las élites, lograban escapar de esta fatalidad y se apertrechaban de ocho y diez hijos. Pero, también, la gente fallecía mucho más temprano que ahora. La expectativa de vida, particularmente de los hombres no superaba los cuarenta años. Lo que hacía que en pocas oportunidades se juntaran tres generaciones en una familia. Y, cuando las había, casi nunca existía la pareja de abuelos. Había la abuela, que sobrevivía en mucho a su marido, y pasaba sus últimos años junto a uno de sus hijos y sus nietos. Así, familias numerosas y extensas existían en muy poca proporción debido a los rigores de esta peculiar demografía.

Los grupos familiares de las ciudades en la época colonial tenían una constitución bastante variada. La mayoría estaban conformados sólo por los padres, los hijos y la servidumbre. Pero, como los hemos dicho, otros incluían alguno de los abuelos. También había familiar que se ampliaban con la presencia de una hermana, madre soltera o de un sobrino abandonado. Y, finalmente había otras familias conformadas por hermanas o hermanos solteros y sin hijos. O también, algunas ancianas que vivían acompañadas de una o varias esclavas. En síntesis la imagen perfecta y única de la familia compuesta por abuelos, hijos y nietos, no existía en la realidad colonia. Cada casa, o mejor cada familia, era un grupo humano, social, variado y diverso, pero reducido.

La complejidad de las formas familiares de entonces sorprende por ciertos rasgos, que pensamos muy modernos. Un grupo muy notable de madres no eran casadas. Ni convivían con los padres de sus hijos. Además, las viudas representaban un segmento numeroso de las madres de familia. Estos dos grupos, las madres solteras y las viudas, conformaban un segmento numeroso de las madres de cada lugar. Tanto que normalmente alcanzaban la tercera parte de las madres. Es decir, que muchas familias coloniales carecían de una figura y un sostén paterno. La madre soltera o viuda era un personaje muy corriente del pasado. Aunque, eran las mujeres más pobres, mestizas y mulatas, las que más padecían esta precaria condición.

El tamaño abultado de las familias coloniales se debía a los muchos sirvientes, esclavos y domésticos, que había en cada casa. Las familias de élite, de una ciudad como Cali, Popayán o Cartagena podían tener hasta cuarenta esclavos negros. En Tunja o Santa Fe de Bogotá no tenían esclavos; pero sí servidumbre indígena. Toda esta corte de sirvientes prestaba servicios; pero también daba status. No obstante, esta posesión y compañía no era exclusiva de las familias notables;

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