Canon literario: Resumen de distintas posturas
Juan Francisco BrizuelaResumen28 de Octubre de 2017
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Canon: un resumen
Al abordar la definición de canon en literatura nos encontramos con dos concepciones que no son excluyentes entre sí: abordarlo como una lista de autores importantes o representativos dentro de una tradición literaria (es el sentido que le dan Martínez y Bloom) o como un conjunto de reglas que determinan qué textos y autores serán altamente apreciados (es el sentido que le dan Cella y Jitrik). Obviamente siempre coexisten los dos aspectos de esta definición. Según las intenciones de cada autor, se hará hincapié en uno u otro aspecto.
Con respecto a la concepción del canon como un conjunto de reglas, aparecen los términos “tradición”, “clásico”, “marginalidad” y “centro”. Estos términos se superponen con diversos aspectos del canon y explican más los efectos que éste produce que las características intrínsecas del mismo. Hay que aclarar, que al formarse el canon por un conjunto de reglas que lo definen, tenemos que admitir la existencia de cánones y no de un solo canon. Cada uno de los términos anteriores forma parte de un par dicotómico que encarna una problemática: clásico-moderno, marginalidad-centro y tradición-ruptura.
Si concebimos el canon como una lista prescriptiva de autores representativos, inmediatamente surge la idea de marginalización y centro. Lo que forma parte del canon está en el centro de la escena literaria, o dicho de otro modo, el canon tiende a posicionarse cerca del centro, tanto físico como ideológico. Una literatura marginal se forma inevitablemente lejos del centro, lejos de las ordenanzas canónicas, ya sea por rechazo deliberado o por profunda ignorancia. Además podemos concebir un contexto en el que se comience a exaltar lo marginal (justamente por su carácter marginal) y se desplacen las prescripciones canónicas o se modifique el canon establecido para incorporar lo marginal. Esta idea de prescripción canónica-ruptura marginal, constituye una tradición en la historia de la literatura, lo que nos da una idea de la complejidad con que se superponen estos conceptos.
Cada canon conlleva una noción de literatura. Esto se ve claramente en el texto de Bloom, quien parece describir lo canónico no solo como lo que cumple sus expectativas de la literatura, sino como lo que mejor sigue las reglas de lo que él considera buena literatura. Sin una concepción de la literatura no se puede establecer un criterio según el cual se califique a una obra como canónica, pues el criterio que se elija estará condicionado por dicha concepción.
El pensamiento de Bloom está basado en su visión de estética, según la cual define lo canónico. La fuerza estética de una obra estaría formada por: dominio del lenguaje metafórico, originalidad, poder cognitivo, sabiduría y exuberancia en la dicción. Él considera que lo original está relacionado con el efecto de extrañamiento, o bien percibir algo conocido como por primera vez o bien percibir algo por primera vez como si fuera conocido. Sólo se puede llegar a este estadío de originalidad si se supera lo que él llama “la angustia de las influencias”, es decir, la dificultad del escritor de reconocer a escritores superiores a él y aún así intentar igualarlos o superarlos. También considera que la literatura no tiene utilidad, es un lenguaje no pragmático, el texto existe para proporcionar placer en una lectura solitaria. Su prueba definitiva para saber si un libro canónico es digno de tal título consiste en que éste exija una relectura.
Bloom desafía a sus detractores (lo que él llama la “Escuela del Resentimiento”, formada por neomarxistas, feministas y neohistoricistas, entre otros) y expone diversos contraargumentos para justificar su visión. Uno de los más fuertes, es la idea de que al incluir en el canon a autores icónicos del feminismo, afroamericanismo y otras corrientes tradicionalmente excluidas, se destruirá todo
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