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DESARROLLO Y AMBIENTE EN LAT

18 de Abril de 2014

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DESARROLLO EN LATINOAMÉRICA

Javier Riojas R.

Iniciar una reflexión sobre algún aspecto relacionado con Latinoamérica siempre supone una serie de riesgos que es preciso esclarecer. Las grandes dimensiones geográficas de la región, la diversidad de paisajes, ecosistemas, contextos biofísicos del continente, hacen difícil pensar en una unidad relativamente homogénea desde el punto de vista exclusivamente de sus características naturales. Por otro lado, el tipo de relación que los habitantes de la región han desarrollado con respecto a ese medio, es decir, los recursos naturales, ha dado lugar a una gran diversidad de culturas y procesos socioambientales que, junto con la variedad de problemáticas políticas y económicas nacionales y las ubicaciones geopolíticas de los países, también resisten cualquier intención fácil de generalizar y unificar desde el punto de vista socio político esta realidad que llamamos América Latina. Sumando ambas dificultades, encontramos que esta región que comparte significativas características comunes (historia, lenguas, religiones, procesos de subordinación, razas...), se presenta también como un mosaico de procesos sociales y ambientales de muy diversa índole y como un entramado de contradicciones de diverso signo, donde deterioro ambiental y social no sólo parecen ir de la mano, sino a veces acompañándose sinérgicamente, en un torbellino difícil de aprehender y de encontrarle salida.

Así pues, apuntadas estas dificultades, describiremos y analizaremos los rasgos principales que tiene la crisis socioambiental latinoamericana, los procesos generales que nos permiten comprender la situación de la región como un todo, apuntando en su momento las especificidades. Se enfatizará la relación que existe entre las características naturales del espacio latinoamericano, los procesos poblacionales más significativos y los proyectos o modelos de desarrollo articuladores de los dos elementos anteriores, con la intención de acercarnos a un diagnóstico integrado de la problemática. El espacio de este trabajo impide el tratamiento exhaustivo del tema, por lo que la pretensión final de éste es más bien la de orientar un tipo de estrategia cognoscitiva del proceso latinoamericano, para valorar ponderadamente la crisis ambiental y social del momento y dar algunos datos y elementos ilustrativos de la misma.

EL ESPACIO BIOFÍSICO

La extensión territorial de Latinoamérica es de alrededor de veinte millones de kilómetros cuadrados, dependiendo si se consideran o no las islas del Caribe, ubicados en una franja de continente que va desde los 30 grados latitud Norte hasta los 55 latitud sur. Una masa de tierra que conglomera a los más distintos tipos de zonas ambientales, que incluyen desde las típicamente antárticos o subantárticos (en la parte más austral de Chile y Argentina) hasta zonas francamente desérticas (como el desierto de Chihuahua en México o el de Atacama en los Andes meridionales), pasando por las inmensas masas vegetales húmedas de las selvas tropicales, las grandes planicies llaneras, bosques templados en las áreas subtropicales, selvas de todo tipo y un variadísimo contorno altitudinal, le confieren a la región un patrimonio natural único en el mundo en cuanto a su diversidad y riqueza.

Latinoamérica es la región más húmeda del mundo. Sus ríos vierten al mar el 30% del total de las aguas continentales que desembocan ahí; asimismo, en el continente se encuentra la que se considera la región más seca del orbe: el desierto de Atacama donde, se dice, nunca ha llovido. Un refinado gradiente se encuentra entre ambos extremos, configurando el espectro ambiental más original del mundo. Esta gran diversidad de ecosistemas y habitats explican porque es el continente latinoamericano la región de mayor diversidad biológica del planeta, y también la zona de mayor incidencia de endemismo (especies que solamente se encuentran en ese sitio) en el mundo.

Según las estimaciones más recientes y confiables, se calcula en 180,000 el número de especies vegetales habitantes del área, cifra que es cuatro veces mayor que la del África tropical y Madagascar juntos, dos de las regiones del mundo con más diversidad biológica. Aún cuando no se conoce con la misma precisión la diversidad faunística latinoamericana, se deduce, a partir de la asociación de especies animales con las vegetales, que en Latinoamérica habitan también la mayor cantidad de especies animales de todo tipo del planeta. Seguramente, según los especialistas, la misma situación debe prevalecer en lo que se refiere a peces de agua dulce; sólo en la cuenca del Amazonas se han clasificado 2 mil especies distintas, dato sin precedente en el mundo.

La diversidad y riqueza de los ecosistemas costeros es también relevante en el continente. La disposición longitudinal del mismo, con la consecuente variación de temperaturas y corrientes marinas a las que se ve expuesto, determinan que en América Latina se ubiquen una inmensa variedad de regiones costeras de un gran valor ecológico y económico. Así, un gran porcentaje del total mundial de los manglares (zonas costeras claves para el desarrollo y reproducción de especies marinas, anfibios, aves y terrestres) y arrecifes de coral (ecosistemas de gran diversidad biológica y gran vulnerabilidad), están localizados en aguas latinoamericanas.

Este crisol de ambientes, ecosistemas y habitats que le confieren a Latinoamérica una riqueza natural única en el globo, está pasando de ser el mayor potencial de riqueza para el continente, a ser el tema de mayor preocupación, no sólo dentro de las fronteras de los países del área, sino también internacionalmente. A mediados de la década de los noventa, cuando el tema de la globalización —en este caso ecológica— está en cualquier agenda nacional o internacional, y la asunción de la idea de que el planeta tierra es finalmente el único y último patrimonio de la humanidad, la situación de los recursos naturales y del medio ambiente en general, independientemente de bajo la fronteras dentro de las que se ubique el problema, es un asunto de interés internacional.

El estado de salud en que se encuentran los recursos naturales de Latinoamérica justifican de sobra una preocupación global; algunos indicadores bastan para ilustrar esta situación:

• El 50% del total de áreas tropicales que se deforestan cada año en el planeta es de bosques latinoamericanos; de los 11.3 millones de hectáreas de bosques tropicales que se pierden actualmente, 5.6 corresponden a selvas tropicales del área, esto es una superficie similar a la de Costa Rica. Un panorama similar ocurre con las selvas medianas y altas y con los bosques de coníferas, el ímpetu deforestador en nuestra región también ahí se hace sentir.

• En los últimos treinta años, el área deforestada en Latinoamérica ha sido de unos dos millones de kilómetros cuadrados, es decir, una superficie equivalente a la del territorio mexicano. Este proceso de deforestación, que en la mayoría de los casos es para abrir nuevas tierras al cultivo o a la ganadería (tierras que no son aptas para tales usos), es la principal causa de la pérdida de biodiversidad en el continente. Como se sabe, la extinción de especies vegetales o animales es fundamentalmente consecuencia de la modificación o destrucción de sus habitats naturales; se alteran cadenas tróficas o relaciones de mutualismo u otro tipo de asociación y a raíz de la imposibilidad de adaptación al nuevo entorno, las especies desaparecen.

• Un gran porcentaje de los ecosistemas costeros han sido modificados o francamente destruidos a consecuencia de desarrollos turísticos, urbanos o agrícolas mal planificados, que de diversas formas han impactado negativamente en estos ambientes. Así, estos ecosistemas de una gran importancia biológica y de un gran potencial económico, muchas veces se pierden sin haber sido siquiera conocidos o explorados; este es el caso principalmente de los manglares.

• Se calcula que más de un 10% del territorio latinoamericano se encuentra en algún grado de erosión. Prácticas agrícolas inadecuadas y usos del suelo mal planificados están ocasionando una alarmante y grave pérdida de suelos cultivables, cuyo proceso de una eventual recuperación es o muy costoso o muy prolongado. Esta situación está íntimamente conectada con los tres fenómenos apuntados con anterioridad.

• Sin que existan datos precisos pero con suficiente evidencia como para afirmarlo, la proliferación de productos químicos o sintéticos, tanto para la actividad agrícola como para la industrial urbana viene provocando serios y a veces ocultos daños a la calidad de las aguas para consumo humano o productivo, a la calidad del aire en numerosos centros urbanos del continente y a alimentos sometidos a procesos de producción, en los que utilizaran sin control los pesticidas y agroquímicos. A la par de estos problemas, tales productos químicos presentan serios riesgos tanto en su proceso de producción como en el de su transportación y manejo.

• Aunados a estos problemas de corte fundamentalmente doméstico, los problemas ambientales de talante típicamente global, y el eventual cambio climático, la degradación de la capa estratosférica de ozono, el tráfico internacional de desechos peligrosos y su depósito en zonas de bajo control ambiental, la contaminación internacional de mares y océanos y la proliferación de plantas nucleares sin el debido monitoreo y control de su operación, se dejan sentir también en diferentes grados en los distintos contextos del continente, sea por los efectos que causan, o por las presiones y políticas internacionales para controlarlos.

Este panorama ambivalente, de una

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