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Ergonomia


Enviado por   •  16 de Noviembre de 2013  •  12.347 Palabras (50 Páginas)  •  275 Visitas

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UNIVERSIDAD ANÁHUAC MAYAB

COORD. GRAL. DE FORMACIÓN HUMANA Y ESTUDIOS GENERALES

ASIGNATURA EN LÍNEA: HISTORIA DE OCCIDENTE

SÍNTESIS PARA PREPARAR EL EXAMEN ORDINARIO

El curso comienza en el siglo IV de la era cristiana en Europa considerada cuna de la civilización occidental. Pero esta historia comenzó antes y en otro lugar.

¿Cuándo y dónde? En el siglo I de esta era y en Israel que, como todos sabemos, está en Asia, en el Oriente Medio. En ese siglo el lugar no se llamaba Israel (como se llamó en los siglos precristianos y volvió a llamarse así en el siglo XX). Entonces se llamaba Judea y así aparecía en los enormes mapas del Imperio Romano que gobernaba su primer emperador: César Augusto (63 a.C.-14 d.C.) a quien no hay que confundir con Julio César (100-44 a.C.) quien fue asesinado el día cuando iba a declararse emperador de Roma que entonces era una república. El hijo adoptivo de Julio César (Octavio Augusto) tomó el nombre del difunto Julio como título imperial y desde entonces todos los emperadores se llamaron césares.

Pues bien, allá en Judea, en el año 1 del siglo I, nació un niño cuya vida, muerte y resurrección transformarían la cultura no sólo de Europa sino de muchísimas más regiones de un mundo que, entonces, no se sabía que fuera tan grande. Ese niño judío, llamado Joshua (Jesús en español) al cumplir 30 años declaró, ante el escandalizado pueblo judío, ser el Mesías de la religión tradicional judía: el rey salvador (eso significa Mesías) anunciado por los profetas del Antiguo Testamento. Y comenzó a predicar una importante reforma espiritual basada en el amor a todos (incluye a las personas de otras razas), el perdón a todos (incluye a los enemigos), el desprendimiento de los bienes materiales y, con todo lo anterior, la anticipación en la Tierra del Reino de Dios que se merecerá en la vida de ultratumba. Jesús hablaba con autoridad: él mismo era Dios e hijo de Dios, y predicaba el amor con el ejemplo. Pero no todos lo escucharon y sus enemigos connacionales conspiraron con los romanos que dominaban Judea y lograron que lo mataran. Era el año 33 aproximadamente y en Roma gobernaba otro césar: Tiberio (42 a.C.-37 d.C.).

Pero la historia no terminó con la muerte de Jesús. De hecho, ahí comenzó realmente el Cristianismo pues Jesús resucitó y se apareció a sus entristecidos y confundidos seguidores cercanos a quienes pide que lleven la buena noticia de la resurrección y que continuaran predicando el amor, el perdón, la pobreza y la búsqueda del Reino de Dios. Así, los convirtió en apóstoles(=enviados) y entre ellos fue confirmado como principal uno: Simón a quien Jesús llamaba Cefas en lengua semítica (que significa “piedra” o “roca” y que en español se dice Pedro). Él fue el primer papa, representante personal de Jesús resucitado a quien ahora llaman Cristo (que es la traducción al latín de Mesías) o Jesucristo en una contracción de las 2 palabras.

Aquí cabe una aclaración pertinente: no toda la información dogmática de la que alimentamos los católicos nuestra fe procede de la Sagrada Escritura (la Biblia con sus dos partes: el Antiguo y el Nuevo Testamentos). Se llama Revelación a las verdades sobre Sí mismo y sobre Su plan de salvación de la humanidad que Dios ha manifestado a lo largo de la historia. ¿Cómo lo ha hecho Dios? A través de los patriarcas (Abraham, Jacob, Moisés, etc.) y de los profetas (Isaías, Jeremías, Daniel, etc.) y lo que Dios les ha revelado personalmente, está consignado en la Biblia. Pero también hay información dogmática que procede de la Tradición. Se llama Tradición al conjunto de las verdades divinas no expresadas en la Biblia pero que son consistentes con ella. La Tradición incluye la interpretación que hicieron los apóstoles y los padres de la Iglesia. Esta interpretación también es dogmática, aunque no tenga una rigurosa base escriturística, por la calidad espiritual de quienes la hacen. En esta segunda fuente revelada (la Tradición de los apóstoles y los santos padres de la Iglesia) está incluido el Primado de san Pedro que se hereda a los obispos de la ciudad de Roma: a todos los papas, quienes son considerados Vicarios de Cristo: representantes terrenales de Dios y, por tanto jefes de la Iglesia universal.

Pero no sólo a sus seguidores se aparece Jesucristo recién resucitado sino, también, a un judío a quien no gustaban sus reformas espirituales: se llamaba Saulo de Tarso y todos los conocemos como san Pablo (entre 5 y 10-67). San Pablo es convertido por Jesucristo ya en su doble condición de verdadero hombre y verdadero Dios. Y es tan fuerte la conversión de san Pablo que se vuelve, junto con san Pedro (1 a.C.-67 d.C.), líder del movimiento reformador cristiano. Es san Pablo quien advierte que la predicación del Evangelio no debe hacerse sólo a los judíos sino a toda la humanidad porque Jesucristo no ha muerto y resucitado sólo para la salvación del pueblo judío sino para la de todos los hombres sin importar su raza, su nacionalidad, su posición socio-económica, ni su lugar de residencia. San Pablo señala que el Cristianismo no es una reforma del Judaísmo sino que es una nueva religión. Y la llama Católica (palabra griega que significa universal: toda la humanidad). Para comenzar esta enorme de tarea de evangelizar a toda la humanidad para salvarla, san Pedro y san Pablo deciden ir a la capital del mundo conocido entonces: la ciudad de Roma, corazón político y cultural del imperio romano.

Y allá van y enfrentan la hostilidad de una sociedad pagana y la locura del emperador de entonces: César Nerón (37-68) quien encuentra que dejar de adorar a los dioses tradicionales paganos (entre los que se incluye a sí mismo) es un crimen de lesa majestad y comienza con las persecuciones contra los cristianos quienes debían o renunciar a la religión cristiana o morir en medio de horribles sufrimientos. La mayoría prefiere morir y entre las primeras víctimas de la persecución neroniana caen san Pedro y san Pablo. Es el año 64 aproximadamente según la Tradición.

Así, debido al propósito de la salvación universal, la religión del Cristo llega a Occidente donde tendrá una larga y riquísima historia que continúa hoy. Y por eso, la ciudad de Roma se convierte en el corazón del Cristianismo occidental y no Jerusalén, en Israel, donde Jesucristo murió y resucitó. La ciudad de Roma es la Sede Apostólica pues allá murieron martirizados los apóstoles que mejor entendieron la dimensión universalista del Cristianismo y que, como ocurrió, desde esa ciudad se propagaría a todos los lugares del mundo.

Durante casi 3 siglos continúan las persecuciones

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