Grecia arcaica: cambios y desarrollos en el aspecto social con relación a la progresiva descentralización del poder.
Ni LesEnsayo28 de Junio de 2016
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Grecia arcaica: cambios y desarrollos en el aspecto social con relación a la progresiva descentralización del poder.
Conformación de los genos.
Al desmembrarse la incipiente organización estatal micénica, sobre cuya pirámide social se encontraba el poderoso Wanax, entran a jugar entonces ahora un papel decisivo las formas gentilicias de organización, las cuales parecían haber conservado los grupos invasores desde incluso aquellos tiempos en que los indoeuropeos comenzaron a desplazarse desde algún lugar del Asia Menor o del sur de Rusia[1]. Se produciría a partir de entonces una efectiva regresión hacia formas tribales de organización social. El núcleo originario de estas organizaciones lo constituía la familia, base fundamental sobre la que se conformaba una pequeña sociedad integrada y sometida por la tradición a una autoridad paterna absoluta, en donde el padre, más que un protector en el sentido físico, se constituirá como un símbolo viviente de un poder que incluiría la sangre y el culto, de manera tal que nada en nuestra sociedad moderna nos podría sugerir lo que habría sido aquella autoridad, junto con el grado de integración que se establecía en semejantes condiciones:
“Tal vez esa metáfora ya un poco desacreditada, que suele condimentarse con la palabra “orgánico”, tuviera al menos en un caso así una cabal justificación, pues dentro de ese conjunto familiar lo que afectaba a un miembro pasaba a ser un asunto concerniente a todo el grupo. Eran tiempos en los que un asesinato por ejemplo, se cobraba no en términos de una Justicia Pública como la Diké clásica sino que se resolvía como un asunto privado entre las familias afectadas.[2]”
De esta manera, si bien la caída del poder centralizado de la dinastía micénica va a dar paso a una conformación más dispersa y confrontacional de los reyes y nobles, por otra parte la conformación de la familia se desarrollará a través de la consolidación de un poder incuestionable en el ámbito particular del grupo. Así, se daría durante siglos un tal estado de cosas que, por ejemplo, se permitiría a un padre disponer a su antojo del destino de sus hijos, proceso que habría de erradicarse (en muchos casos a medias) durante el proceso de la conformación de la polis, al ir liberándose paulatinamente de dichas herencias ancestrales, aun cuando pervivieron en estado de atenuación. Por otra parte, esta familia, en tanto que una suerte de ciudad social, se encontraba drásticamente limitada para cualquier acción independiente, y un paso lógico habría de darse en la forma de una expansión hacia una unidad más amplia[3]. Dicha unidad será el Clan o genos, organización social que habría proyectado, a una mayor escala la misma estructura familiar:
“El grupo así formado goza de una completa independencia y no admite ningún límite para su soberanía. No conoce otras obligaciones que las que le son impuestas por su propia religión; no concibe otras virtudes que las que contribuyen a su honra y a su posteridad. [4]”
La cabeza visible de este genos es el jefe, que es a la vez sacerdote y militar, al que se lo supone como descendiente directo de un antepasado divino, y al igual que el padre en la unidad familiar, su autoridad sobre los miembros del grupo prácticamente no conoce límites[5]. Por otra parte, el genos se constituye como un grupo cohesionado a tal extremo, que éste en su integridad habrá de responder a la deuda de cualquier miembro, ya se trate de una multa, el rescate de un prisionero[6], de manera tal que se daba una solidaridad entre sus miembros frente a cualquier tipo de organización externa, e incluso en épocas muy posteriores, en las que los clanes se vieron sumergidos en la globalidad social de la ciudad y que hará manifiesta determinadas actitudes en el seno mismo de la polis clásica. De esta manera, el que disponía de forma soberana de este código, trataba como quisiese al que se hiciese culpable de un atentado contra el grupo y que haya merecido por esto venganza divina. Así, no había lazo más estrecho que el que ligaba a los miembros de una gens (excepto quizás el de la familia), y, unidos por la celebración de las mismas ceremonias sagradas, se ayudaban mutuamente en todas las necesidades de la vida:
“La gens entera respondía a las deudas de cualquiera de los miembros, rescataba a los prisioneros, pagaba las multas de los que incurrían en ellas, y si cualquiera de los suyos era nombrado magistrado, pagaban entre todos a escote los gastos que lleva consigo la magistratura.[7]”
Un acusado comparecía ante el tribunal acompañado de todos los miembros de su gens, lo cual demuestra la solidaridad que establecía la ley entre el hombre y el cuerpo del que formaba parte y también era un acto contrario a la religión el pleitar contra un individuo de su gens o presentarse como testigo en contra suya. Aunque comenzará a dispersarse de forma paulatina, la autoridad y la unificación del poder todavía se harán manifiestos en los gens y sus familias, aun cuando, empero, el tema del poder ya se planteará de una manera completamente distinta al la concepción de la monarquía excepcional micénica.
Se amplia la organización.
Señala Fustel de Coulanges que la pequeñez de la sociedad primitiva correspondía a su vez a la pequeñez de la idea que se había formado de la divinidad, ya que tenían cada familia sus dioses, no concibiéndose ni adorándose más que a las divinidades domésticas:
“Pero no podía contentarse mucho tiempo con dioses tan inferiores creados por el mismo, y si le faltaban muchos siglos para llegar a representarse a Dios como un ser único, incomparable e infinito, al menos podría aproximarse insensiblemente a este ideal, agrandando de edad en edad su concepción de lo sobrenatural, y ensanchando poco a poco el espacio que para él separaba el Supremo ser de las cosas de la tierra. La idea religiosa y la sociedad debía ir creciendo al mismo tiempo.[8]”
La religión doméstica les prohibía a dos familias mezclarse o fundirse en una, pero podían muchas familias unirse por medio de la celebración de otro culto común, sin tener que sacrificar nada de su religión particular. De esta forma, cierto número de familias formaron un grupo, denominado en la lengua griega como fratría, lo que conllevo a su vez una cierta ampliación de la idea religiosa, al recibir de alguna manera una divinidad superior a la de las religiones domésticas, ya que era común a todas ellas[9]. A este respecto Fustel de Coulanges señala que habría de nacer por su parte, la ciudad, el día en que se unieron muchas tribus, a condición de que se respetase el culto de cada una:
“Importa poco la causa que determinó a muchas tribus vecinas a unirse; ya fuese aquella unión voluntaria, ya impuesta por la fuerza superior de una tribu o por una familia, a un ayuntamiento, a un departamento y a una patria, porque no siendo la fratría y la tribu divisiones administrativas, el individuo entraba en diversas épocas en las cuatro sociedades, y ascendía, por decirlo así, de una a otra. El niño era admitido desde luego en la familia por la ceremonia religiosa que se verificaba a los diez días de su nacimiento; algunos años después entraba en la fratría, con otra ceremonia que ya hemos descrito; y por último a los dieciséis o dieciocho años se presentaba para ser admitido en la ciudad.[10]”
De esta forma, Fustel de Coulanges estaría pensando en la polis como constituida por una confederación de grupos formados antes que ella, junto con el hecho de que dicha sociedad no se desarrolló sino a medida que la religión se fue ensanchando, de manera tal que crecieron al mismo tiempo la creencia y la asociación[11]. Así, a medida en que los hombres tuvieron divinidades comunes, se unieron entonces en agrupaciones más extensas, aplicando así de forma sucesiva a la fratría, a la tribu y a la ciudad, las mismas reglas que se habían establecido para la familia y de esta forma habría surgido el estado entre los antiguos. Esta concepción empero habría de ser contrastada posteriormente por Glotz quien señala que, a medida en que pasa de la familia a la tribu y a la ciudad, Fustel no hace más que trasladar a grupos cada vez más numerosos, las creencias y las costumbres que observó en el grupo primitivo, siendo de esta manera las mismas creencias, pero en un ámbito más extenso, constituyendose entonces la familia como una serie de círculos concéntricos. Sin embargo, señala Glotz que no es así como evolucionan las sociedades humanas, ya que éstas no son figuras geométricas, sino seres vivos que perduran y conservan su identidad sólo si se modifican profundamente, de manera tal que en realidad, al mismo tiempo que conservaba la institución familiar, no pudo empero crecer solamente a su costa, teniendo que recurrir en el grupo primordial a las energías individuales que comprimía, de modo que la ciudad se vio obligada a luchar mucho tiempo contra el genos, llevando cada progreso a cabo por medio de la progresiva supresión de una esclavitud patriarcal[12]. Con relación a esto señala Hannah Arendt que para el pensamiento griego la capacidad del hombre para la organización política no solamente es diferente, sino que incluso se halla en directa oposición a la asociación natural cuyo centro es el hogar () y la familia:
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