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La Eutannacia Y La Tanatologia


Enviado por   •  25 de Junio de 2014  •  2.099 Palabras (9 Páginas)  •  299 Visitas

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EUTANASIA Y TANATOLOGÍA

Entiende por eutanasia “toda acción u omisión intencionalmente dirigida a terminar con la vida de una persona que tiene una enfermedad grave e irreversible, por razones compasivas y en un contexto médico”. El concepto supone que “cuando se habla de una ley de eutanasia, se está hablando de una legislación según la cual no existiría impedimento legal, bajo determinadas condiciones, para esta práctica dentro del ejercicio de la medicina, en contra de lo que ha sido su ética tradicional”

En el debate social sobre la eutanasia se enfrentan argumentos éticos y jurídicos sobre el derecho a disponer de la propia vida y sobre la dignidad del paciente en situación terminal. Sin duda tiene un particular interés la experiencia de los profesionales sanitarios dedicados al cuidado de este tipo de enfermos, a los que con frecuencia se invoca en el debate.

Quienes consideran que la capacidad de autodeterminación del ser humano es total y absoluta, concluyen que la persona estaría legitimada a poner fin a su propia vida. En cambio, quienes entienden la vida como un don recibido, que se debe administrar autónomamente, pero sin que esta capacidad de autodeterminación se traduzca en una disponibilidad absoluta, no consideran el suicidio moralmente aceptable y niegan que exista tal derecho a morir.

Lo mismo sucede con la noción de dignidad humana. Si se percibe como punto de partida, “se entiende que es congénita y ligada a la vida desde su inicio independientemente de sus condiciones concretas, lo cual está estrechamente vinculado a la base de los derechos humanos fundamentales y a la radical igualdad de todos los seres humanos. En el polo ideológico contrario se entiende la dignidad como punto de llegada, ligada a la calidad de vida y como una resultante de la misma; de tal manera que ante situaciones de grave pérdida de calidad de la vida, se puede entender que ésta ya no merece ser vivida, porque ya se ha perdido la dignidad y sin ella la vida no tiene sentido”.

Sin embargo, la filosofía de los cuidados paliativos “no puede ser neutral” en este asunto. “Defendemos –mantiene el documento– la consideración de la dignidad del paciente en situación terminal como un valor independiente del deterioro de su calidad de vida. De lo contrario, estaríamos privando de dignidad y de valor a personas que padecen graves limitaciones o severos sufrimientos psicofísicos, y que justamente por ello precisan de especial atención y cuidado. Cuando en términos coloquiales se habla de unas condiciones de vida indignas, las que son indignas son las condiciones o los comportamientos de quienes las consienten, pero no la vida del enfermo. Es en esta corriente de pensamiento solidario, poniendo la ciencia médica al servicio de enfermos que ya no tienen curación, donde echa sus raíces y se desarrolla la tradición filosófica de los cuidados paliativos. En otras palabras, se trata de dar la atención técnica y humana que necesitan los enfermos en situación terminal, con la mejor calidad posible y buscando la excelencia profesional, precisamente porque tienen dignidad”.

“El establecimiento de una norma pública permisiva para la eutanasia podría suponer trasladar un mensaje social a los pacientes más graves e incapacitados, que se pueden ver coaccionados, aunque sea silenciosa e indirectamente, a solicitar un final más rápido, al entender que suponen una carga inútil para sus familias y para la sociedad. Tanto más fuerte sería esta presión cuanto más comprometidas fueran las circunstancias de la enfermedad, o la precariedad de la atención médica y familiar. De tal modo que los pacientes más débiles o en peores circunstancias serían los más presionados a solicitar la eutanasia. Paradójicamente, una ley que se habría defendido para promover la autonomía de las personas se convertiría en una sutil pero eficaz arma de coacción social”. La legislación de este tipo podría provocar desconfianza por parte del enfermo hacia el sistema sanitario: “Una ley de eutanasia podría generar desconfianza hacia los profesionales de la salud al entenderse que su aplicación no sería indiferente para la economía de una institución sanitaria”.

Es a través de una mejora en los cuidados paliativos como se puede solucionar el problema de la atención a los enfermos terminales, y no por la vía legal de una legislación permisiva de la eutanasia. Recientes estudios que han demostrado que las peticiones de eutanasia disminuyen cuando se mejora la formación de los profesionales en el tratamiento del dolor y en cuidados paliativos. “una legislación permisiva con la eutanasia frenaría la implicación, tanto científica como asistencial, de algunos médicos y profesionales de la salud en la atención a unos enfermos sin posibilidad de curación que requieren una considerable dedicación de tiempo y de recursos humanos”. Por eso se advierte que promover la legalización de la eutanasia en una sociedad donde están insuficientemente implantados los cuidados paliativos “parece una solución equivocada ante un problema –el de la correcta atención de los enfermos y de sus familias– que está pendiente de resolver”.

Uno de los momentos más delicados de la práctica médica es cuando se llega al punto en que paciente y médico han de aceptar que una determinada enfermedad continúa su progresión, a pesar de los medios razonables que se han puesto para combatirla. Hay que saber asumir, entonces, que esa situación forma parte de la condición humana y concentrarse en poner los abundantes medios con que cuenta la actual medicina paliativa para aliviar los síntomas que se van presentando. En esa fase sería un error empeñarse en prolongar el tiempo de vida a cualquier precio, con medios desproporcionados que llevarían a caer en el llamado encarnizamiento terapéutico u obstinación terapéutica. Lo sensato será volcarse, con todos los recursos disponibles, en mejorar su confort, su calidad de vida, atendiendo sus necesidades físicas, psicológicas, sociales y espirituales, y contando con el parecer del enfermo para todas aquellas decisiones importantes que le afecten. Se procurará que esa persona recorra la última fase de su existencia con las atenciones que merece: rodeada del cariño de los suyos y recibiendo unos cuidados médicos a los que -precisamente por la precaria situación en que se encuentra- tiene un especial derecho. Un enfermo en esa fase se sentirá "digno" o "indigno", no tanto por su estado de salud, como por las atenciones que le prodiguen los que le acompañan: es la actitud de los que le cuidan la que le "confirmará" su dignidad, su valor inalterable como persona ante los demás, aunque su organismo esté

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