La evolución del hombre a través del tiempo

La evolución del hombre a través del tiempo

En algún momento, las familias de los primates antropoides (pongidos) y los humanos (homínidos) se formarían y evolucionarían de manera diferente; los pongidos darían origen a los gorilas, chimpancés, orangutanes, etc., en cuanto los homínidos, después de una larga evolución (Australopithecus, homo hablilis, homo erectus), llegaría hasta originar el homo sapiens, hombre actual. Pero ¿qué diferencias presentan?, ¿cómo se adaptó y qué consecuencias tanto fisiológicas como morfológicas le provocó?

Primeramente, los homínidos son clasificados en dos géneros: el Australopithecus, cuyas características fisiológicas aún distaban del hombre. El segundo género es el Homo, al que pertenecemos los seres humanos.

Ahora bien, la evolución humana comienza hace siete millones de años con el Sahelanthropus tchadensis; cuyo cráneo era simiesco, aunque poseía dientes pequeños, en particular los colmillos. Tenía un prominente toro supra orbital y una cresta sagital en la parte superior del cráneo, además, su volumen cerebral era de 350 cc. *

Le sigue la especie Australopithecus Anamensis, de hace cuatro millones de años, su peso oscilaba entre 45 y 60 kilos, lo que indica que los dos sexos eran extremadamente dimórficos. Su cerebro pesaba entre 400-500 gramos, en los restos craneales hay reminiscencias primitivas de los simios del Mioceno. Tenía una mandíbula relativamente pequeña con la dentición en forma de “U”, un pequeño diastema entre el canino inferior y el primer premolar para albergar al canino superior, y una sínfisis mandibular muy inclinada hacia atrás, que presenta en el interior un engrosamiento robusto y alargado. Sus muelas poseían gruesos esmaltes, por lo que se deduce que no comía sólo hojas y frutos sino alimentos más duros. A partir de las características anatómicas de los huesos de los brazos (largos y falanges curvadas) y de las piernas se deduce que era, un bípedo y además, buen trepador. En las tibias de los Anamensis (y de los humanos también), el extremo superior del hueso es ancho por tener tejido esponjoso, que sirve para absorber esfuerzo en bípedos.

Primates como los chimpancés andan apoyándose en los nudillos de las manos, por ellos poseen un hoyo oval profundo en la parte inferior del húmero, donde encaja el cúbito, haciendo más firme la articulación del codo. Los húmeros de los Anamensis no presentan este carácter; por lo que, no andaban con los nudillos.

 Más tarde (hace tres millones de años) aparece el Australopithecus Afarensis, pesaba entre 45 y los 28 kilos, diferenciándose de nosotros en varios aspectos. Su cerebro pesaba al igual que el Anamensis, entre 400-500 gramos. Había alto grado de dimorfismo sexual y su pecho no era plano, sino que se estrechaba un poco hacia arriba. Los caninos se reducen, aunque se proyectan hacia adelante del diente adyacente. Los incisivos son grandes, los molares y premolares son de tamaño grande, con la superficie plana. En esta especie la fuerza de masticación se orientaba hacia abajo utilizando dientes laterales o de las mejillas, estudios afirman que la base de su alimentación era la propia de un herbívoro. Ocasionalmente, comía restos de otros animales, pero no era una especie cazadora. La frente era estrecha con un torus supraorbital marcado, estos rasgos anatómicos le dan un aspecto similar al de los gorilas. El paladar, es bastante similar al del hombre actual porque, aunque sea grande, forma una curva que no es parabólica, ni de lados paralelos. La forma de la pelvis indica que era bípedo erguido, presenta un canal de parto más pequeño que el actual. Tiene brazos largos y los dedos de las manos y los pies curvados.

Hace tres millones de años apareció el Australopithecus Africanus, pesaba entre los 33 y los 67 kilos, su cerebro pesaba entre 375 – 515 gramos. La cara es más corta y presenta un menor tamaño en la dentición, los caninos eran pequeños, y los incisivos eran tan pequeños como los nuestros. Desaparece el diastema, o, es rarísima su existencia. El dimorfismo sexual no se detecta en el tamaño de los individuos como tal. A comparación con el Afarensis el paladar, en promedio, es más profundo, con un segmento premaxilar con la parte inferior flexionada, el corpus de la mandíbula es más robusto y tiene mayor superficie lateral por debajo de los premolares y una sínfisis con un perfil más vertical y recto. Carecía de barbilla. Poseía incisivos pequeños y anchos, los caninos eran poco proyectados y las premolares eran de tamaño intermedio. Además de ello, era bípedo pero también un ágil trepador de árboles.

Luego, hace más o menos unos dos millones de años apareció el Australopithecus Boisei, su cerebro pesaba entre 410-530 gramos. Tenía la cara muy reforzada, con unos incisivos más pequeños pero enormes molares (como 4 veces mayores que los Homo Sapiens), y una cresta sagital a la que debían soldarse unos grandes músculos masticadores. Vivió en un ambiente más seco que los demás Australopithecus, ante este cambio climático esta especie recurrió a la especialización de su aparato masticador para sobrevivir. Así, con una poderosa mandíbula, pudo tener acceso a raíces, tallos gruesos, y demás. En cambio, el resto de su estructura ósea no varió básicamente nada con respecto a sus antecesores. Además de ello, puede especularse quizá que hablaba.

Alrededor de hace unos 1,8 millones de años aparece el Homo Rudolfensis, primeramente, se clasificó con la especie Homo Habilis pero en la actualidad se considera una especie con derecho propio debido a unas marcadas diferencias morfológicas; la forma de la cara era ancha y achatada con la parte superior más delgada que la media. El cráneo carece de crestas y las marcas musculares propias de los Australopithecus. Los caninos e incisivos son grandes y los molares y los premolares de tamaño moderado. Con respecto al Homo Habilis, el Rudolfensis tiene dientes post-caninos más amplios y con raíces y coronas más complejas y esmalte más grueso.  

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