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La semiosfera de Lotman como espacio generador de cultura

Mario TournTrabajo16 de Septiembre de 2021

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La semiosfera de Lotman como espacio generador de cultura

Introducción

El presente trabajo busca profundizar en la lectura y el análisis del corpus teórico propuesto por la cátedra de Semiótica. Para ello se tratará de establecer vinculaciones entre los conceptos teóricos propuestos por Iuri Lotman junto con los trabajos de Charles Peirce y Mijaíl Bajtín.

Asimismo, las nociones claves a trabajar serán: la semiosfera y sus rasgos distintivos (carácter delimitado e irregularidad semiótica), la importancia de la frontera en la distinción entre núcleo y periferia, y la incidencia espacial y los hábitos en la configuración de las prácticas semióticas. Así también de los estudios del Círculo de Bajtín se abordarán los conceptos de enunciado, dialogismo y polifonía; signo ideológico y su carácter multiacentuado.

A fin de ilustrar la reflexión teórica, se abordará como objeto de análisis la película paraguaya 7 cajas, dirigida por Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori.

Desarrollo

El concepto de semiosfera y sus rasgos distintivos

Ambientada en el año 2005, la película 7 cajas nos muestra las actividades que se desarrollan en el Mercado Municipal N° 4 de la ciudad de Asunción, el cual ocupa casi ocho manzanas en el corazón mismo de la ciudad y en el que se reúnen a diario comerciantes, clientes, trabajadores, carretilleros, cambistas, policías, etc., de la más diversa condición y procedencia.

Lotman (1996) define a la semiosfera como “un continuum semiótico completamente ocupado por formaciones semióticas de diversos tipos y que se hallan en diversos niveles de organización” (p. 22), es decir, un espacio fuera del cual es imposible la semiosis. El Mercado 4 funciona como una semiosfera en cuyo espacio se llevan a cabo interacciones humanas caracterizadas por una presencia multiétnica y plurilingüe. Allí conviven y se relacionan en sus operaciones comerciales paraguayos, chinos, coreanos, árabes y judíos, cuyas vidas se ven entrelazadas ya sea por negocios, coincidencia o simplemente porque se ven en la necesidad de adaptarse a las costumbres de los otros. Se trata de,

“(...) una determinada esfera que posee los rasgos distintivos que se atribuyen a un espacio cerrado en sí mismo. Solo dentro de tal espacio resultan posibles la realización de los procesos comunicativos y la producción de nueva información” (Lotman, 1996, 23).

Asimismo, se manifiesta el uso continuo de lenguas como el español y el guaraní jopará por la gran mayoría de personas que frecuentan los pasillos del mercado. Tal es el caso del protagonista de la película, Víctor, un joven carretillero de 17 años que se gana la vida llevándoles las compras del mercado a los clientes.

Ahora bien, tal como lo plantea el propio Lotman, el concepto de semiosfera está ligado a determinada homogeneidad e individualidad semiótica que presuponen el carácter delimitado de la misma respecto del espacio extrasemiótico o alosemiótico que la rodea. Él mismo propone el concepto de frontera semiótica como “la suma de los traductores filtros bilingües pasando a través de los cuales un texto se traduce a otro lenguaje (o lenguajes) que se halla fuera de la semiosfera dada” (Lotman, 1996, 24). El carácter cerrado del sistema se debe a que no puede entrar en contacto con textos alosemióticos (no-textos), sino que primero deben ser traducidos a su lenguaje interno. De esta manera, la frontera semiótica se convierte en una zona de intercambios.

Tamara, por ser hermana de Víctor, se encuentra vinculada a la semiosfera de los carretilleros y en este caso efectúa de traductora entre esta semiosfera y la de los policías, contribuyendo así a la investigación iniciada por estos para resolver el enigma de las cajas que transporta Víctor.

Este caso demuestra que “la frontera es un mecanismo bilingüe que traduce los mensajes externos al lenguaje interno de la semiosfera y a la inversa” y “solo con su ayuda puede la semiosfera realizar los contactos con los espacios no-semiótico y alosemiótico” representados por la comisaría y la policía.

Sin embargo, dependiendo de la posición de un observador externo, el espacio extrasemiótico puede resultar el espacio de otra semiosfera, aquello que Lotman denomina irregularidad semiótica. Dentro del Mercado 4, se pueden encontrar otras semiosferas tales como el restaurante coreano, la carnicería de don Darío, el comercio de Jorge, y la de los carretilleros. De igual manera, Lotman (1996) agrega lo siguiente:

“(...) la semiosfera es atravesada muchas veces por fronteras internas que especializan los sectores de la misma desde el punto de vista semiótico. La transmisión de información a través de estas fronteras, el juego entre diferentes estructuras y subestructuras, las ininterrumpidas irrupciones semióticas orientadas de cual o tal estructura en un territorio ajeno, determinan generaciones de sentido, el surgimiento de nueva información” (p. 31).

Podemos decir entonces que dentro de esta gran semiosfera que es el Mercado 4 nos encontramos con fronteras internas que delimitan las estructuras nucleares de la periferia. En este caso, el mismo Mercado 4 ocupa la posición dominante de la estructura nuclear principal dentro de la semiosfera, cuya periferia está representada por los trabajadores del mismo mercado como, por ejemplo, Víctor y los demás carretilleros. La mezcla de estos niveles “vicia la jerarquía de los lenguajes y de los textos” haciendo que estos choquen como si se hallaran en uno mismo:

“La división entre núcleo y periferia es una ley de organización interna de la semiosfera. En el núcleo se disponen los sistemas semióticos dominantes (...). Las formaciones semióticas periféricas pueden estar representadas no por estructuras cerradas (lenguajes), sino por fragmentos de las mismas o incluso por textos aislados” (Lotman, 1996, 30-31).

La incidencia espacial y los hábitos en la configuración de las prácticas semióticas

No obstante, Lotman señala que las fronteras tienen otra función en la semiosfera. Son un dominio de procesos semióticos acelerados que siempre transcurren más activamente en la periferia de la oikumena cultural, para de ahí dirigirse a las estructuras nucleares y desalojarlas” (p. 28). Si se corre aún más la posición del observador externo, se logra percibir que el Mercado 4 es parte de otra semiosfera todavía mayor, como lo es la ciudad de Asunción. De hecho, este centro de actividades comerciales se encuentra casi en las afueras de la ciudad. Al crecer de manera desmedida, esta ha introducido en su órbita colectividades externas y las ha convertido en su periferia, lo cual ha estimulado “un impetuoso auge semiótico-cultural y económico de la periferia” (p. 28).

Para Ana Camblong (2014), las incidencias espaciales juegan un rol importante en la conformación de la memoria y el imaginario de los seres humanos. Considera que “El espacio en tanto lenguaje primario define la condición territorial básica de la interacción humana y rige ordenamientos del imaginario que van desde lo icónico y diagramático (...)” (p. 13). De manera que la dimensión espacial se encuentra investida de “significaciones valorativas, experienciales, afectivas y pasionales denominado hábitat” (p. 14). A su vez, en este último se gestan los hábitos, definidos como aquello que “concierne a toda actividad sociocultural con infinitas posibilidades y se constituyen en prácticas semióticas que rigen las experiencias de la interacción humana” (p. 14). Según la autora, los hábitos encarnan la continuidad entre el cuerpo del ser humano que aprende y los mandatos de la compleja memoria semiótica de los grupos humanos. Dicha continuidad habitual instala al habitante en su respectivo hábitat, y este por su parte “será el portador activo de esa memoria semiótica situada que interactúa con el mundo y con otros habitantes” (p. 15).

Entre los protagonistas de la película, se cuentan personas que hablan en español, guaraní, coreano y árabe (suponiendo que Jorge lo haga), todas situadas dentro de un mismo hábitat al que configuran de manera determinada, en este caso, el Mercado 4. Tal es el caso de Víctor y Liz, ambos jóvenes bilingües que se comunican en español y guaraní. Desde la primera escena en la que este aparece, se comprueba su dominio de ambas lenguas. En ella, Víctor contempla la proyección de una película en inglés doblada al español, cuyos subtítulos los va traduciendo al guaraní. Aquí es donde se advierte lo que Ana Camblong denomina “el hábito de los hábitos” por excelencia: el lenguaje.

Víctor no solo está vinculado a la semiosfera de los carretilleros, y por ende debe alternar todo el tiempo el uso de ambas lenguas, ya sea en su encuentro con la policía o mientras trabaja para Gus transportando las cajas. Esta incidencia del lenguaje en la vida del propio Víctor, “no hace más que mostrar en qué consiste la potencia semiótica de los hábitos” (Camblong, 2014, 15). Lo mismo ocurre con otros protagonistas tales como Jim, quien habla en coreano con su padre mientras se encuentran en el restaurante, pero se expresa en español para poder comunicarse con Tamara y los oficiales de la policía. Es en este punto donde se puede notar como la traducción semiótica “involucra a todos los signos en general y al lenguaje en particular” (p. 15).

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