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Medicina Interna

isamarisamar26 de Octubre de 2013

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Pensamiento político

NTRODUCCIÓN A LAS TEORÍAS CRÍTICAS Y LAS TEORÍAS DE LAS IDEAS EN EL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO

La Teoría Crítica cuenta hoy en día con muchos representantes y muchas corrientes diferentes. En el pensamiento latinoamericano, el tema de la crítica ha desempeñado un papel fundamental, así, una de las corrientes autóctonas más importantes del siglo XX fue denominada "filosofía de la liberación", rótulo que, sin embargo, desborda a quienes se concibieron a sí mismos como miembros de esta escuela, dando una buena idea del espíritu con el cual se realizaron muchos aportes. Por ejemplo, los argentinos Rodolfo Agoglia (1920-1985) y Arturo Roig (1929- ).

La noción de "presente vigente", incluye aspiraciones y conclusiones unánimemente reconocidas en la historiografía, como el reconocimiento de la interdependencia de la riqueza y la miseria, del vínculo entre la libertad, solidaridad y personalidad inalienables de los pueblos, de la inseparabilidad de la política y la economía, de la legitimidad de la descolonización y de integración de las naciones, de la raíz y destino popular de la cultura, de la función social de la educación, la literatura y el arte, de la misión formativa y liberadora de la filosofía y de la religión, de la subordinación de la ciencia y de la técnica a la totalidad del saber y a la etnicidad, y finalmente, la posibilidad de la desideologización y humanización del hombre por la historia, como praxis y como conocimiento.

En el plano de las ideas, esa variedad de corrientes, perspectivas y enfoques teóricos expresa la complejidad de la realidad latinoamericana y de las distintas interpretaciones ideológicas y de clase social respecto a la dinámica de la sociedad y de sus peculiares transformaciones. El pensamiento latinoamericano es, así, un mosaico heterogéneo de ideas, teorías y métodos de investigación que buscan comprender la naturaleza de nuestros países y sociedades en un contexto histórico global enclavado en las vicisitudes de la expansión del capitalismo mundial, así como de las condiciones propias, locales y regionales de cada país en particular. El enfoque teórico y la manera en que se abordan esas cuestiones (método), es lo que le confiere el barniz específico a cada una de las corrientes de pensamiento.

La filosofía se caracteriza por ser un tipo de pensamiento que se cuestiona a sí mismo.

Identidad latinoamericana

El pensamiento evoluciona a partir de una herencia que se inicia antes del nacimiento, se nutre de cuanto aceptamos como verdadero y cambia con las nuevas creencias resultantes del trato con los demás, del confrontamiento con situaciones ambientales y del resultado de nuestras reflexiones. Como resultado, el conocimiento es relevo de ideas, creencias aceptadas que con el paso del tiempo son corregidas, ratificadas o rechazadas. El conocimiento parte de algo para luego evolucionar, pero en sus procesos no actúa solo el individuo, también interviene el grupo social que comunica la identidad cultural. El individuo puede compartir, rechazar y hasta reformar la cultura, pero nunca apartarla. La cultura forma parte del individuo como su propia piel, constituye su identidad cultural. La cultura es parte de él y está sujeta a los mismos procesos de conocimiento, sólo que los realiza con la lentitud que requiere asimilar los procesos individuales.

El sentido de identidad lo confiere la cultura del grupo social a que pertenece el individuo. La cultura también es fuente que satisface el instinto social del individuo. Ella consta de verdades acordadas por el grupo social, es resultado de vivencias presentes y pasadas que se comunican a través de diálogos, escritos y legados. Es la participación en el lenguaje que trasciende formas para convertirse en música, arte, teatro, literatura, cine, historia, religión, leyendas. Es la convivencia en aceptación y rechazo de credos, donde muchas veces no está exenta la violencia. Para los antropólogos, “cultura es la suma de creencias, conocimientos, lenguajes, costumbres, atuendos, usos, sistemas de parentesco y, en resumen, todo aquello que un pueblo dice, hace, teme o adora”. La cultura incluye hasta la incultura, como representación más vasta pero genuina. Las culturas son la esencia de la civilización y constituyen la identidad de las diversas poblaciones que habitan la Tierra.

Las culturas, aún habitando regiones naturales idénticas, no son iguales. Su diferencia la establece el modo como sus individuos resuelven los obstáculos que el ambiente exterior interpone. Los problemas para el desarrollo social y las formas de solucionarlos, son la base para comparar las culturas. Para poder apreciar y comprender nuestra propia cultura, es necesario el contacto respetuoso con culturas diferentes. En las demás culturas podemos encontrar el espejo que nos devuelve nuestra propia imagen cultural. Cada cultura es comparable con una arboleda que ha echado raíces en un mismo suelo y que ofrece su variedad y semejanza de árboles, de ramas y de frutos. Las migraciones son nuevos árboles y semillas trasplantados de otros suelos, y cuya exuberancia a veces ahoga la expresión de las especies originarias.

Las culturas de los pueblos que habitaron durante muchos siglos lo que es hoy la América Latina, sufrieron un choque violento a partir de la conquista española. Fueron asfixiadas, doblegadas y casi físicamente destruidas. Sus habitantes pasaron de ser entre 20 y 40 millones, a ser sólo de 4 millones, unos pocos años después. No porque los españoles quisieran matarlos, ya que los necesitaban para trabajar, sino por el tifo y la viruela que les contagiaron, enfermedades para las cuales los nativos no habían creado anticuerpos.

En el inicio conocido de la historia de nuestra especie, encontramos cinco civilizaciones, las de Mesopotamia, India, China, Mesoamérica y los Andes Centrales. Nuestra cultura latinoamericana se inició con las civilizaciones mesoamericana y andina. Según la teoría más aceptada, los primitivos pobladores fueron cazadores y recolectores que pasaron a América procedentes de Siberia, por el Estrecho de Bering, durante la última glaciación, en una época transcurrida de 70 a 100 mil años atrás. Lo más antiguo que conocemos de estas civilizaciones, ha sido descubierto en Caral, Perú, 3 mil años antes de nuestra era. Es posible que vikingos noruegos hayan llegado antes que los españoles, en el siglo XI, y se hayan establecido como las primeras colonias europeas en América, pero su breve permanencia no dejó notoria influencia en las culturas indígenas.

En cuanto a los pueblos indígenas, a la llegada de los españoles, eran muy diferentes entre sí, por su fisonomía, color, lengua, religión y costumbres. Carecían de cereales para pan y de bestias domésticas. No conocían la rueda y su escritura la constituían jeroglíficos. Los aztecas, mayas e incas, estaban más desarrollados, en lo que se considera la Edad de los Metales. Tenían su arquitectura y una organización política y social semejante a la existente en la cuenca del Mediterráneo, 2.500 años antes de nuestra era. Constituyeron rudimentarios estados que se ha dado en llamar los imperios aztecas e incas. Fueron agrupaciones de pueblos regidos por un orden militar y religioso.

Las tribus menos avanzadas vivían todavía en la Edad de Piedra. Eran agrupaciones diseminadas por todo el territorio americano, de muy variadas costumbres, generalmente con guerreros feroces e indomables. Sus armas eran arcos, flechas y macanas. Algunos utilizaban también lanzas y boleadoras con ramales o sogas. Había tribus que ponían veneno en sus flechas. El vestuario y la vivienda correspondían a las características del clima y su ubicación. Había tribus que andaban desnudas, otras se cubrían con cueros de animales; algunas carecían de vivienda, otras construían sus habitaciones utilizando ramas, hojas, troncos, cueros, barro y paja; otras más habitaban cuevas y se alimentaban de la caza, la pesca, frutos y raíces. Las tribus de las zonas templadas permanecían por tiempos en un mismo lugar, cerca de donde cultivaban maíz, papa, frijol, y otros vegetales.

Cristóbal Colón llegó sin proponérselo a nuestra América con su flotilla de tres carabelas. Venía en representación de los reyes católicos de Castilla y Aragón, en busca de Catay y de Cipango, hoy China y Japón, en el territorio que ellos denominaban Las Indias. En aquella época se sabía ya que el mundo era redondo. Antes de decidir la partida, la reina Isabel La Católica reunió algunos sabios para consultarles. Ellos estuvieron de acuerdo en considerar que era imposible que la expedición llegara hasta Las Indias, en lo que estuvieron acertados; sin embargo, ante la reina, fue más convincente la insistencia de Colón que la sabiduría de los consultados y así el terco descubridor, buscando Las Indias se encontró con nuestra América.

La expedición no era de conquista. Entre los papeles traídos por Colón estaban la geografía de Ptolomeo, cartas de navegación, documentos de presentación de los Reyes Católicos al Gran Kan y el libro de los viajes de Marco Polo, el veneciano. Este libro estaba lleno de fantasiosas descripciones del grandioso imperio de Las Indias, con hermosas tierras cultivadas, maravillosas vías de penetración, carrozas, caballos y acogedoras posadas para los viajeros a lo largo de todos los caminos. Así que la decepción de Colón y su comitiva debe haber sido grande, y la nueva realidad cambió el objetivo diplomático de la expedición.

La conquista y posterior colonización tuvo el pretexto de la evangelización, pero cada conquistador y colono lo que deseaba era regresar rico a su patria. Los españoles se impusieron

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