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Metodología De La Investigación Cientifica


Enviado por   •  18 de Mayo de 2014  •  7.625 Palabras (31 Páginas)  •  290 Visitas

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Educadores: El Conocimiento de los valores

El Conocimiento de los valores

¿Qué función ejercen los valores en nuestra existencia? ¿Cuál es el criterio para considerar algo como valioso?

Autor: Alfonso López Quintás | Fuente: Catholic.net

EL CONOCIMIENTO DE LOS VALORES

«[...] La riqueza y la plenitud de un hombre depende, en gran medida,

de su capacidad afectiva y, sobre todo, de la calidad de su vida afectiva.

[...]El mundo en el que vive un hombre depende de la amplitud,

profundidad y diferenciación de su percepción del valor. [...]

La percepción del valor es el presupuesto indispensable

para que el rayo de los valores penetre en el alma del hombre

y fecunde su mente».

D. von Hildebrand, El corazón (Palabra, Madrid 1996) 117.

¿Qué función ejercen los valores en nuestra existencia? El gran Aristóteles nos indica, en su Ética a Nicómaco, que nada hay más importante en nuestra vida que la amistad . Pero seguidamente advierte que sólo pueden ser amigos verdaderos los seres virtuosos. ¿Qué relación hay entre la virtud y la amistad? Para responder con la debida precisión, hemos de elaborar una lógica de los valores, que nos aclare cómo los conocemos y bajo qué condiciones. ¿Nos basta movilizar la inteligencia, o debemos disponer nuestro ánimo para responder positivamente a su apelación? ¿Cuál es el criterio para considerar algo como valioso? Éstas son algunas de las cuestiones que han inspirado mi análisis.

Se cuenta que, en plena guerra, un soldado le dijo al capitán: «Un amigo mío no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para salir a buscarlo».

-«Permiso denegado -replicó el oficial-. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto».

El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.

El oficial se puso furioso: «¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he perdido a dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un cadáver?»-

Y el soldado, moribundo, respondió: «¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: "Jack... estaba seguro de que vendrías"» .

Esta impresionante anécdota resalta el valor de la fidelidad en la relación de amistad. Tal actitud resalta a primera vista, pero ¿cómo llegamos a conocer el valor de la amistad y el de la fidelidad? Es muy probable que el soldado tuviera una idea de ambas más precisa y rica que el capitán.

En otra anécdota, tomada de Los miserables, de Víctor Hugo, nos sorprende un ejemplo admirable de bondad pura. Un obispo, de nombre Bienvenido, recibe en su casa, de noche, a un expresidiario, Jean Valjean, que le pide posada. Éste, como pago por su actitud acogedora, le roba unos cubiertos de plata antes de marcharse. Poco después regresa acompañado de tres guardias. El obispo finge que le había regalado esos cubiertos, así como dos candelabros, que él se olvidó de llevar consigo. En consecuencia, los guardias lo dejan en libertad. Al quedarse solo con él, el obispo le dice en voz baja:

«No olvidéis nunca que me habéis prometido emplear este dinero en haceros hombre honrado». «Jean Valjean, hermano mío, vos no pertenecéis al mal sino al bien. Yo compro vuestra alma; yo la libro de las negras ideas y del espíritu de perdición y la consagro a Dios» .

Estos episodios nos sumergen en dos situaciones en las que se alumbran sendos valores: la fidelidad y la bondad.Empezamos a entrever que el camino real para descubrir los valores es la experiencia. Ahora veremos cómo ha de ser esta experiencia para que resulte fecunda.

I

El conocimiento de los valores por vía de participación

Al principio, los valores nos impresionan, pues aparecen rodeados de una aureola de prestigio. Luego nos apelan, nos instan a realizarlos, nos invitan enérgicamente a convertirlos en un principio interno de actuación. Ya sabemos que los valores no sólo existen; se hacen valer. No son una mera idea. Son ideas propulsoras y orientadoras de nuestra conducta. Por eso debemos conocerlas muy bien. Esforzarse en adquirir este conocimiento es la gran labor iniciada por Sócrates y Platón. Gracias a ellos sabemos que, al decir: «El bien hay que hacerlo siempre; el mal, nunca... La justicia hay que practicarla siempre; la injusticia, nunca», las ideas de bien y de justicia son algo eminentemente real, por ser muy eficiente y valioso. Son la fuente de una conducta bondadosa y justa. De ahí se deriva su gran poder para inspirar nuestra actividad.

Los conceptos que movilizamos desde la infancia iluminan nuestra mente y nos permiten expresarnos con sentido, sin que sepamos dar una definición precisa de los mismos. Cuando, de niño, me levantaba y abría la ventana que daba a la ría de Ferrol, veía a veces el mar tranquilo como un lago y surcado por veleros y lanchas, y me decía: Qué bonita está hoy la ría!" Tenía razón al atribuir el concepto de belleza a la ría, pero, si me hubieran preguntado qué es la belleza, no hubiera sabido contestar. Estaba seguro de que la ría era bella, pero no hubiera podido demostrarlo mediante una exposición precisa de las características de la belleza. Lo decisivo era que me sentía inmerso en el reino de la belleza.

A diario pronunciamos y oímos palabras muy significativas cuyo sentido preciso apenas conocemos pero nos iluminan la mente, pues abren en ella espacios de comprensión de cuanto existe. Si movilizamos, luego, nuestra capacidad de intuición y reflexión, vamos poco a poco penetrando en su secreto, viviendo de su riqueza interna como de un tesoro escondido. Pensemos en términos como belleza, bondad, relación, encuentro, ideal, unidad, justicia, valor...

Los valores se nos revelan a través del lenguaje que nos viene transmitido por nuestros mayores, en los que solemos confiar. Si respondemos a esa primera manifestación y apelación de los valores, realizándolos en nuestra vida, vamos conociendo más y más su sentido y su alcance. Supongamos que leo un poema y adquiero una

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