Microbiología

Microbiología

Muchas veces limitamos la definición de existencia a todo aquello que podemos percibir, todo aquello que nuestro sistema nervioso puede percibir del universo sea por medio de fotones que llegan a nuestras corneas, ondas sonoras que sacuden el tímpano, variaciones en las texturas de los espacios que nos sacuden como impulsos nerviosos, o simplemente sustratos que activan receptores químicos para hacernos degustar productos de fermentaciones o maduraciones enzimáticas, todo lo anterior, el juicio de cada ser humano no refutara haberlo sentido. Lo anterior ha llevado al ser humano a vivir gran parte de su existencia limitado a entender el mundo en la forma en la que lo percibe, pero es el insaciable sentimiento de duda lo que le dicta a juzgar y a llevar un paso más allá su inequívoca búsqueda de razones, de juzgar y poner en duda lo que percibe, y es en esta pequeña palabra donde la conceptualización y el argumento total de ciencia nace, duda.

Lazos de fibroína abrazándose uno al par de otro, todos con 3 cosas en común, su origen y dos propósitos, el primero, formar una tela fina proveniente de oriente que con arduos colores matizados bajo la luz del sol adornaran una pieza de alta confección, y el otro, un propósito universal para todo recurso que se explota, producir ganancias, todos estos factores conjugados y una chispa que tiene como comburente la necesidad de producir más dinero son la cuna perfecta para dar lugar a la ciencia que llamamos, microbiología.

Un lente es la pared de cristal entre bibliotecas argumentando todo lo que se conocía hasta el momento sobre enfermedades, algunos procesos gastronómicos, y alguna que otra cosa aledaña y la completa racionalización de todo lo anterior, compreso en tan solo .7 micrómetros de materia procariota anaerobia facultativa fermentadora de lactosa a la que Anton Van Leeuwenhoek bautizo como “animaluco”.

Gases de metano, corpúsculos de sulfuro, tormentas apocalípticas y un calor abrazador son el matraz perfecto para deliberar la reacción de Oparin halde, y ver entre la inmensidad de desorden minúsculas partículas estrechándose para formar cadenas de aminoácidos y comenzar a dar molde a lo que hoy conocemos como vida. Millones de joules de energía trabajando por coincidencia universal a la par para formar minúsculos bacilos anaerobios, algunos producidores de metano, muchos otros resistentes a temperaturas y otros a condiciones de salinidad extremas, a los que simplemente me referiré como archeas.

Millones de años después de mayor divergencia evolutiva, pero mayor convergencia organizacional, se da lugar a la opera prima del existencialismo como tal, el ser humano, un montículo de células eucariotas abrazándose, desmosoma a desmosoma, al igual que otros millones de organismos pluricelulares, con la única y singular diferencia de tener más mielina y mayor intercambio protónico de gasto de ATP bajo las dura estructura orgánica mineralizada conocida como cráneo, millones de conexiones neuronales trabajando sin cesar, tantas que si fueran contadas nos llevarían a la conclusión de que son más que las estrellas en la galaxia, todo lo anterior supone un gran salto para toda ciencia y una tasa de crecimiento exponencial en el desarrollo de toda ciencia, para la microbiología, bueno, no sería tal el caso, su presencia en la vida cotidiana sería tan solo incógnita, en forma de yogur, vino, pan, u otras cosas muy simples, todo, sin sospechar, ni adjudicarle nada.

Europa devastada, demonios arrasando el rhin, el Támesis pintado de un turbio color muerte y las colinas toscanas bajo el aura adyacente de un sol inflamado en sangre, todo pone a la iglesia y a la ciencia a la par, para combatir un suceso paradójico, la mayor adversidad a la que se haya enfrentado la humanidad ante un enemigo tan pequeño que cualquiera menospreciaría, a ese enemigo simplemente se le conocía

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