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Motivación En La Adolescencia

Gise095 de Abril de 2014

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Introducción:

El presente trabajo pretende ser una contribución a la Cultura Pedagógica. En estos momentos en que el sistema educativo argentino presenta problemas profundos en el ámbito socio-cultural, se hace necesario que los docentes sean poseedores de conocimientos que permitan desenvolverse al tono de los cambios dentro de las aulas, de manera que propiciemos en un futuro a nuestros alumnos, aprendizajes realmente significativos y que promuevan la evolución de sus estructuras cognitivas.

Tiene como propósito ofrecer un conjunto de elementos conceptuales y de estrategias en cuanto a la motivación aplicables en el aula; teniendo en cuenta las características particulares del educando; específicamente del adolescente actual.

A modo de enriquecer el tema, elegimos la película “La sonrisa de la Mona Lisa”, para demostrar cuan efectiva es la motivación en el ámbito educativo.

1. Ser adolescente en la postmodernidad

1. a La adolescencia a fin de siglo

La adolescencia ha sido clásicamente descripta como un periodo de crisis, transición entre niñez y adultez, época de intensos duelos y sufrimientos; momentos de búsquedas esperanzadas, rupturas fecundas con generaciones anteriores y construcción de nuevas alternativas personales y sociales.

Françoise Dolto ha acuñado la metáfora del “complejo de la langosta” para referirse a ese momento vulnerable trascendental de la vida. La autora se refiere a ella como un segundo nacimiento, recordando a su vez las palabras de Rousseau: “Nacemos, por decirlo así, en dos veces; una para existir y la otra para vivir”.

Algunas décadas atrás Knobel y Aberastury describían algunas características de este periodo, a las que denominaron “síndrome de la adolescencia normal”. Se referían a ciertos rasgos de la adolescencia relacionados con los tres duelos que Aberastury ya había propuesto como inherentes a la crisis propia de ese periodo: el duelo por el cuerpo infantil perdido, el duelo por el rol y la identidad infantiles y el duelo por los padres idealizados por la infancia. Los autores no dejaban de señalar la profunda crisis que el devenir adolescente desencadenaba en el medio parental como en el mundo adulto general.

Un periodo de fuerte conflicto entre las generaciones, disputa en torno a la posibilidad de los más jóvenes de diferenciarse de sus mayores insertándose en lo social. La transformación parcial del mundo ya existente, con el agregado de nuevos trazos generalizados al devenir temporal, sería el efecto de dicha disputa. La adolescencia así parece marcada por la intensidad del conflicto.

Cada época marca con características peculiares este momento vital. La noción misma de adolescencia es, como sabemos, una creación cultural no existente en todas las sociedades. Es así que a fines de siglo la adolescencia adquiere diferencias. Para muchos adolescentes actuales “hoy no hay drama”. “Ayer ya fue” y el futuro parece estar lejos. En el presente la consigna es zafar y despreocuparse. En cuanto al conflicto intergeneracional, éste parece adoptar formas más cercanas a la incomunicación indiferente. Dolto sugiere que “los jóvenes huyen de los adultos pero no se enfrentan con ellos. Hoy vemos a observadores que no tienen mucho que hacer”. Al mismo tiempo, el autoritarismo propio de otras épocas, ceden paso a modalidades de intercambio más flexibles.

En nuestros días observamos con frecuencia que las discrepancias entre padres e hijos se juegan, sobre todo, en el terreno de la cotidianeidad: horarios, salidas y hábitos en general. Los adolescentes no objetan las concepciones de vida, ideologías o creencias de la generación anterior, a las que tampoco proponen nuevas propuestas. No parecen cuestionar en profundidad las modalidades culturales de la época, que tanto preocuparon a las generaciones anteriores.

Seria tal vez importante marcar que un joven de veinte no comparte ya mucha de las modalidades descriptas, y por otra parte tampoco sabemos cómo habrán de transitar la adolescencia quienes hoy cursan su niñez. El lapso entre generaciones parece tornarse cada vez menor, por lo que una diferencia de cuatro o cinco años marca a veces enormes modificaciones en el transcurrir adolescente.

1. b Adolescencia y posmodernidad

Según algunos autores, la posmodernidad puede ser entendida como una respuesta crítica, desairada, como la expresión de la decepción, un querer renegar, desatenderse de la época anterior, la modernidad, en procesos progresivos y crecientes de desinstitucionalización, descreimiento. Sin embargo, sería muy claro citar la diferencia de Hrgreaves (1994) manifiesta entre posmodernidad y posmodernismo. “El posmodernismo es un fenómeno estético, cultural e intelectual que abarca un conjunto concreto de estilo, prácticas y formas culturales en las artes plásticas, la literatura, la música, la arquitectura, la filosofía y el discurso intelectual en general. En cambio, la posmodernidad es una condición social. Comprende determinadas pautas de relaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Desde este punto de vista, el posmodernismo es un aspecto del fenómeno más general de la posmodernidad (…). La adopción de una postura teórica posmoderna supone negar la existencia de un conocimiento fundamental sobre la base de que no existe una realidad social cognoscible más allá de los signos del lenguaje, la imagen y el discurso. En consecuencia, no puede existir acuerdo preestablecido sobre las maneras de comprender cosas que llamamos sistemas sociales, o incluso otras identidades humanas, porque también ellas carecen de una esencia interior más allá del lenguaje, la imagen y el discurso. La verdad, la realidad y la misma razón son, pues, inalcanzables para el conocimiento y el entendimientos humanos. Desde el punto de vista analítico, lo único que tiene a su disposición el teórico posmoderno es la práctica de la deconstrucción de las versiones vigentes de la realidad social y la de dar voz a otras versiones, que por regla general, se pasan por alto o se suprimen…”

Hargreaves (1994) realiza una serie de caracterizaciones de la posmodernidad, entre las que mencionaremos el final de las certezas, el Yo ilimitado, simulación segura.

En el final de las certezas, el autor manifiesta que todos los sistemas de creencias universales han sucumbido por la entrada de la incertidumbre, en especial producida por el desarrollo tecnológico. Estas trasformaciones ponen en duda toda credibilidad, moral y científica. Esta cuestión impacta directamente sobre la educación, señala el autor, ya que si el conocimiento científico se hace cada vez más provisional, la validez de un currículum basado en el saber dado y de hechos indiscutibles se hace cada vez menos creíble.

En el yo ilimitado las trasformaciones operadas impactan no solo en las experiencias, sino también en la identidad de los sujetos. Con la caída de las certezas morales y científicas pareciera que en el mundo perceptivo gestáltico anuncia que la única realidad inteligible es la del lenguaje, el discurso, la imagen, el signo y el texto. En este contexto el yo desdibuja los limites, y esto impacta directamente en la relación de los padres con los sus hijos, y los límites que son necesarios establecer. Por otra parte, este yo ilimitado genera un movimiento a favor de la potenciación personal de la capacidad humana. En la simulación segura, el ´´como si´´ inunda todas las esferas, la imagen se adueña y la estética se alza sobre la ética. Baudrillard (1988) sostiene que disimular es fingir, carecer de lo que uno tiene. Simulares fingir tener lo que uno no tiene. Esto tiene un efecto directo sobre la percepción de la realidad y su configuración sobre la vida de los sujetos. Un claro ejemplo de esto lo ilustran las imágenes del Che Guevara, Evita, Jesús, que como íconos usan los adolescentes y jóvenes en sus remeras o tatuajes, sin que ello implique una ideología o un sentido de pertenencia.

En este sentido el culto a la libertad se materializa en asumir sus propias verdades, tal cual las viven y la sienten. Rechazan todo límite, eclipsando todo ejercicio de autoridad externa, pero también interna. Privilegian su realización personal, gustos y preferencias.

Asimismo, el hedonismo constituye el modus vivendi de la sociedad del capitalismo tardío: confort, menos esfuerzo, satisfacción inmediata, pronta entrega. Los eslóganes tienen que ver con espontaneidad, placer, objetos de lujo, publicidad, moda, mega recitales multinacionales, medios masivos y crédito. Antes se ahorraba pensando en un mañana mejor, ahora se gasta antes de tener el dinero. La libertad de ahorro era moderna; la tarjeta de crédito es posmoderna.

Todo en función de la pretendida realización personal y el éxito.

Hoy hay que ser seductor y simpático, y estar siempre bien. Se privilegia lo personal sobre lo social, cada individuo se siente dueño de la norma; “egocracia”. Lo cual se ve indiscutiblemente desde lo macrosocial -cuestionamiento de normativas - a lo micro social, como la familia.

La brecha generacional, la asimetría entre padres e hijos, y por extensión entre padres y adolescentes, se acortó. En muchas situaciones el adolescente no encuentra una imagen claramente diferenciada en sus padres, sino que a menudo descubre en ellos sus mismas dudas y conflictos personales.

Retomando a Obiols y Obiols (1993), los autores reconsideran los duelos típicos de la adolescencia que hemos trabajado con Aberastury y los analizan en la posmodernidad. En relación

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