Nostalgia
alapuchika5 de Diciembre de 2014
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Novela
Manantial
Francisco Javier Bautista Lara
"Toda una emocionante biografía novelada —la del filántropo por antomomasia de Nicaragua— se plasma aquí con soltura y dominio", señaló de Manantial el crítico nicaragüense Jorge Eduardo Arellano. Por su parte, el escritor Anastasio Lovo observa que, "con una prosa efectiva, Francisco Javier Bautista Lara hace fluir desde su novela Manantial, la biografía posible de un hombre asaz huraño y misterioso —José Zacarías Guerra— quien al final de sus días se revelará magnánimo con los huérfanos de Nicaragua." Compartimos aquí un fragmento, el capítulo primero de esta novela publicada recientemente a finales de 2013.
I
Desde varias semanas antes, entre los círculos políticos, sociales e intelectuales, a través de los panfletos y los periódicos que circulaban, incluso entre la gente común, se hablaba de su regreso a la patria. La visita a la capital estaba confirmada después de casi quince años de ausencia. El Comercio y La Tarde comentaban su itinerario, el programa de actividades y los homenajes que recibiría; elogiaban sus éxitos y publicaban sus poemas en medio de la creciente expectativa popular por el próximo acontecimiento.
José, muy temprano, antes de la salida del sol, como era su costumbre, meciéndose en la silla preferida de balancín y junco, en el patiecito del corredor interno de su casa sobre la 6.a calle N.O., mejor conocida como calle del Triunfo, revisaba los periódicos de varios días anteriores mientras tomaba, en un pocillo metálico, el aromático café caliente con rosquillas. Disfrutaba las tostadas remojadas en el café negro que personalmente hervía, cuando, en ocasiones como esta, la sirvienta no atendía los quehaceres de la casa porque se ausentaba durante cuatro días al mes, para visitar a su familia en las Sierras, de donde era originaria. Esa mañana se enteró de quiénes integraban el comité para los festejos y el recibimiento del ilustre visitante, algunos conocidos, entre ellos don Manuel Maldonado, el diputado por Managua, don Hildebrando Castellón, y don Francisco Huezo. Según el periódico, un tren expreso irá con la comitiva hasta Corinto para recibirlo y conducirlo a la capital. Se dice que el propio presidente de la República se mantiene al tanto de los detalles del pomposo recibimiento.
Comenzaba la temporada del año cuando los días son más cortos y las noches largas. La gente prolongaba sus tertulias nocturnas durante el verano, principalmente ahora que, desde hacía cinco años, tenían en Managua luz eléctrica y alumbrado público. Eran, según decían desde la información oficial, parte de las obras de progreso promovidas por el gobierno liberal. ¡Puros cuentos! —exclamó para sus adentros—. Leyendo el periódico La Tarde se enteró sobre la posible quiebra de la Nicaragua Electric Company y de la amenaza de suspender la energía eléctrica en la capital; afirman que han invertido plata sin beneficio, que necesitan un arreglo con la municipalidad y el vecindario sobre las tarifas; en caso contrario, se verán forzados a suspender el servicio… ¡Subirán los precios! ¡A ese paso trabajaremos para pagar la factura eléctrica! Unos cuantos se aprovechan de la nueva necesidad colectiva, se echan los reales a la bolsa con sus lucrativos negocios… Pasaron tres décadas desde cuando se estableció, por el gobierno conservador de don Vicente Cuadra, el alumbrado con faroles de gas en las calles de la capital que sustituyó al que los vecinos colgaban de un clavo en las puertas de sus casas, ¿volveremos a esos tiempos?
…No está mal la iniciativa del señor ministro de Instrucción Pública, don José Dolores Gámez, cuando decidió celebrar en toda Nicaragua, con la mayor pompa y solemnidad, el 12 de octubre. —¡Mis respetos para el erudito tocayo! —Pregunta para sus adentros: —“¿Tendrá interés en llegar a la Presidencia el historiador y académico?; —no creo que Zelaya permita que le hagan sombra. Ojalá no se enrede en esas aspiraciones, mejor está en lo que hace…”.
Continúa leyendo noticias: “…Hubo durante el mes pasado actividades en los institutos de enseñanza del país. ‘Lo han felicitado por iniciar en Nicaragua estas fiestas…’ No faltan los inconformes… Critican la nueva celebración como sumisa y colonial promovida por los fieles herederos del extinto imperio conquistador…”.
…Ah… “estuvo el domingo el obispo Simeón Pereira y Castellón oficiando confirmaciones en la Iglesia Parroquial Santiago Apóstol…”… No se traga a Zelaya, tiene algo de razón, dos veces fue expulsado junto con varios curas, pero se la regresó con ganas, con la excomunión… eso le dolió. ¡El presidente, tan devoto de Santiago, expulsado de la Iglesia! Tan devoto es que entró triunfante con la revolución que lideró por la calle del Triunfo el 25 de julio, justo el día que se celebra al patrón de Managua, fue como pagar una promesa al mejor estilo conservador y clerical. Allí venía con los revolucionarios mi medio hermano Mariano, ¡muchacho loco! Se metió a la guerra al lado de los liberales, ¿qué habrá dicho su padre? ¿Lo habrá afectado ya viejo y enfermo! ¡Fue conservador a toda prueba! Aunque pensándola bien, su renuncia al gobierno conservador, significó guardar distancia y pronosticar el fin irremediable de ese período ante la obsesiva e ilegal continuidad del último gobernante verde…
…Me hubiera gustado escuchar la homilía del prelado… La semana pasada permanecí en la finca, alejado del bullicio urbano y de los acontecimientos citadinos... Está por comenzar el corte del café, el graniteo de los meses previos fue escaso, la maduración va a ser pareja. Es bueno y malo… Uno tiene que estar pendiente de un montón de detalles... Es verídico lo que dice el refrán: “El ojo del amo engorda al ganado”…
¡Cómo pasa el tiempo! Se cumplieron tres décadas desde el inicio del Hospital de Managua en 1877. Un año antes —dice el diario— el 2 de mayo de 1876, el filántropo don José Ángel Robleto, quien llegó a ser regidor y alcalde, puso la primera piedra del edificio y la suma de cien pesos… ¡antes sí que valían los reales! Tenía yo en aquel entonces, dieciocho años… Se necesitan más personas que imiten estos gestos emprendedores y benefactores…
Me entero hasta ahora de las viejas noticias… ¿Y qué es esta ridícula formalidad del gobernante?: “El secretario privado, Abaunza, advierte a los interesados que el señor presidente no tomará en cuenta las solicitudes particulares que le dirijan si no vienen en el papel sellado correspondiente”. ¡Absurdo!, ¡ganas de joder y hacerle el camino largo y costoso a la gente! Así son las cosas ahora, antes cagadas verdes, ahora cagadas rojas…
Después de recorrer las diversas páginas impresas acumuladas durante varios días, permaneció pensativo, como diría, haraganeando; cosa inusual, últimamente sentía pesadez o cansancio. ¿Será por el peso de los años, cuando uno se acerca a los cincuenta? Esos no perdonan. Con desgano terminó el último sorbo del cigarro de tabaco oscuro que solía inhalar y saborear con lenta parsimonia, lo acababa de desatar del manojo de doce comprados ayer por la tarde donde las Reñazquitos, la surtida pulpería de doña Eliza Reñazco, frente a donde Chico Cayuco. Solía fumar dos al día, uno en la mañana, después del desayuno y el otro antes de acostarse. Quedó consumiendo los cigarrillos acostumbrados, a pesar de probar unos cuantos de la fábrica de puros y cigarros La Nacional que, desde hace dos años, entró al mercado con nuevos productos. No sintió en ellos la fuerza relajante ni la intensidad placentera que le despertaban los viejos artesanales. Lo cierto es que le agradaba ver a la mujer que atendía el negocio, la conoció en sus primeros años de escuela, a pesar que nunca intentó declararle su simpatía, —aunque ella lo sabe— y con quien decidió limitarse a comprarle lo que vendía. Fumar, más que un moderado y privado vicio, más que una distracción, era una ceremonia por la imperiosa necesidad de buscar en la intimidad del silencio, su propia compañía, para que, mientras estaba solo al comenzar y terminar el día, conversar, sin distracciones ajenas, consigo mismo.
Encontró en un escondido espacio del diario una nota titulada: “Llegaron nuevos surtidos a la librería del Mercado Central”. ¡Qué bien! Un día de estos tengo que darme una vuelta por donde don Melvin, para ver qué novedades trajo. Al pensar en libros, volvió instintivamente la vista al lado, por el estante donde los guardaba, el primero que estaba de frente era Azul... Lo jaló, leyó la página que abrió, era “Pensamiento de otoño”, comenzó leyendo en voz alta: Huye el año a su término / como arroyo que pasa, /…. …Pasa de prisa el tiempo, todos los años pasan, el actual está por terminar, en cada uno nos consumimos como el agua del arroyo que fluye incesante y de prisa, la vida es un arroyo que corre, los años son la fuerza que mueven el agua que se arrastra. ¡Qué bella y precisa figura construyó el poeta!... Más adelante encontró: Nada más triste que un titán que llora…. Y siguió así, saltando de página en página, de verso en verso, a veces en voz alta, a veces con la vista, interiorizando,… hasta que, concluida la rutina a la que sumó inusuales divagaciones, decidió, sobre lo que en un principio dudaba, que asistiría al gran recibimiento; aunque no le llegase invitación especial, se sumaría a los numerosos capitalinos que por todos lados dicen que van a asistir, según el llamado público que el Comité y la Municipalidad han hecho. Dudó porque nunca fue amigo del bullicio ni las aglomeraciones, pero
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