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Psicologia Del Trabajador Mexicano


Enviado por   •  15 de Marzo de 2015  •  1.791 Palabras (8 Páginas)  •  264 Visitas

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La sociedad mexicana actual.

La sociedad mexicana no es una unidad bien integrada, sino en cierto sentido, un mosaico. No hemos superado las castas. Pero existe un común denominador: un medio cultural que hace que todos, incluidos los indios y criollos, seamos culturalmente mestizos.

Somos dos naciones en una: la nación moderna, la de la minoría privilegiada que acapara ciencia, riqueza, poder, y la de la mayoría oprimida y marginada: polarización de explotadores y explotados. El mexicano de la clase “alta” sigue buscando un privilegio por encima de la ley, y nuestra política no es la representación ni la expresión del pueblo, sino una esfera separada de la sociedad; madeja de manejos turbios detrás de los bastidores del escenario nacional. Si buscamos definir un perfil, encontramos que la tendencia y la tónica es la inhibición y repliegue, junto con una apertura sumisa y afectiva: Si tomamos en cuenta a toda la república, el mexicano más frecuente es el obediente afiliativo.

Por vivir en una época de cambio acelerado, observamos un tenaz conflicto de fuerzas culturales (la tradición) y de fuerzas contraculturales (la modernidad); siendo las más significativas de este segundo tipo la ciencia, el avance de la tecnología, el cosmopolitismo, las migraciones, los modelos extranjeros, y la movilidad social en general.

En este capítulo destacaremos los siguientes aspectos de la sociedad mexicana: la familia, la mujer, los jóvenes, las clases sociales.

A) La familia

En las clases populares el padre sigue siendo una especie de dueño de la mujer y de los hijos. Por eso éstos se refieren a él como “mi jefe”, “el jefe”. Con frecuencia priva un ambiente de miedo, desconfianza, simulación, agresividad reprimida, chantajes sentimentales, resentimiento y odio. Muchos matrimonios se mantienen sólo por el miedo de la mujer a separarse, o por una moral mitológica y dogmática, lo que viene a redundar en lo mismo: miedo religioso y sacral.

Los problemas de identidad y de sumisión, los conflictos con la autoridad, la dificultad en superar la etapa maternal (edípica) son tales que se puede concluir con facilidad que la constelación resultante es favorable al desarrollo de la neurosis.

Un estudio célebre de Luis Leñero Otero, presidente del IMES arrojó que en las familias tradicionalistas (75% al momento del estudio) la mujer protegida, dependiente, aceptaba de buen grado su minoría de edad; en tanto que en las “modernas”, 25% pugnaba por abrirse paso la tendencia igualitaria, y que estas familias sufrían diversos tipos de desajustes, connaturales al cambio.

En la relación laboral muchos obreros, sometidos al autoritarismo del patrón, interiorizan el papel de opresor y sin darse cuenta están expuestos a reproducirlo en su relación de pareja.

Análogamente, el burócrata, frustrado por mil experiencias de servilismo, llega a su casa y se desquita mangoneando sobre su mujer y sus hijos.

Pero no priva la misma norma en el mundo de los afectos (familiares o amigables) y en el de la productividad laboral.

Sondeos sobre filosofía de la vida en dos culturas, la norteamericana y la mexicana, nos revelan el grado de importancia y de compromiso que supone la defensa de los derechos de la familia y de las personas en uno y otro medio. Dan prioridad y entregan su energía:

En Estados Unidos En México

A los derechos de la familia 22% 68%

A los derechos personales 78% 32%

Los mexicanos se muestran más cooperativos (cultura colectivista); los gringos, más competitivos.

B) La mujer.

En la cultura azteca lo mejor que podía sucederle a una mujer era morir al dar a luz; las que así morían adquirían el rango de diosas. Se trasluce aquí la poca importancia que se les concedía como individuos. Y podemos inferir que la racionalización servía para quitarles el miedo a la muerte, que de seguro estaba a la orden del día para las parturientas.

Los precortesianos habían dado una dimensión cósmica a la inferioridad de la mujer al equipararla a la Tierra (frente al cielo, masculino), a la Luna (perdedora frente al Sol Vencedor) y a la oscuridad (polo negativo frente a la luz). No solo durante la colonia sino también después del mestizaje, la historia azarosa del hombre se vive como una culpa cuya primera responsable fue la mujer, y se sobrepone el refuerzo de la idea judeo-cristiana de que el pecado entró al mundo a través de la mujer (Eva), provocada por la serpiente del paraíso.

La india que da cabida en su vientre al semen extranjero es la nueva Eva, o la nueva Pandora. Y así vemos a lo largo de los 300 años de la Colonia a la española altiva, a la criolla orgullosa y agresiva, a la mestiza confusa y a la india devaluada y sumisa.

A diferencia

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