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Sistema Natural

yayo529029 de Octubre de 2012

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CAMBIOS EN EL SISTEMA NATURAL

El sistema natural es entonces la biosfera con su completo conjunto de subsistemas y elementos, flujos y ciclos de energía y materia de la cual el hombre es parte integral. Lo que distingue al hombre del resto de los elementos vivos de la biosfera es que es el único animal capaz de adaptarse a una tan amplia gama de subsistemas naturales o ecosistemas y de transformarlos, hasta el punto de que hoy el sistema planetario se presenta como un continuo cultural, natural, humano, social y tecnológico de complejidad creciente.

El proceso de transformación de la naturaleza por parte del hombre a lo largo de la historia ha ido alterando la composición de las poblaciones, la regularidad de los ciclos de la materia, los flujos de energía y con ello todo el equilibrio dinámico del sistema. Para efectuar dichas modificaciones la sociedad se organiza y desarrolla instrumentos y técnicas.

El hombre modifica el sistema natural fundamentalmente a través de la tecnología y la organización que el grupo social adopta. Sin embargo, la sociedad no es ajena a las condiciones de la biosfera, de la cual es parte integrante y expuesta a la influencia de ese entorno.

La sociedad, por otra parte, no es estática. Cambia, se desarrolla, adopta nuevas formas organizativas y desarrolla nuevas técnicas. La organización social y las tecnologías se hacen cada vez más complejas, introduciendo instancias mediadoras que van alejando al hombre de su sistema natural, no tanto alejamiento físico o funcional, pero sí distanciamiento en cuanto percepción de la biosfera. La forma más simple de relación sociedad-naturaleza es una relación directa hombre-naturaleza, en la cual el primero «recoge» del entorno lo que necesita para subsistir. Posteriormente ya no recoge, sino que, mediante una herramienta, un instrumento, una máquina, actúa sobre la naturaleza. La herramienta se va haciendo cada vez más compleja y mayor su poder de transformación; la vida humana se concentra y gira en torno a un ambiente construido en el cual un denso universo tecnológico se interpone entre el hombre y su entorno. Este es un proceso acumulativo a lo largo del desarrollo de las civilizaciones y sus características están determinadas por aquellos elementos y funciones que han asumido un papel dominante en cada periodo histórico, en cada situación espacial y temporal. La acción intencional sobre el sistema natural tiene efectos, que son función tanto de las características del ecosistema, como de la magnitud y peculiaridad de los cambios que se introducen en él. Los impactos están aumentando en magnitud y frecuencia y tienen consecuencias que son acumulativas con lo cual someten a la biosfera a una presión constante, que tiende a alterar aquellas funciones claves que permitían su funcionamiento.

Los impactos sobre el sistema natural originados en la actividad productiva del hombre se pueden clasificar en tres grandes grupos:29

• Ciertas ventajas o beneficios económicos pueden obtenerse por la explotación de la productividad biológica del ecosistema. En estos casos, un elemento constitutivo del ecosistema es retirado del mismo; por ejemplo, algunas plantas forestales, especies animales, ciertos cultivos agrícolas. En la medida que estas sustracciones de la biosfera no regresan a ella o no son sustituidas por otras para restablecer el ciclo biogeoquímico, la estructura y el funcionamiento del ecosistema natural se verán afectados. Los procesos de desertificación, deforestación, etc., pueden ilustrar esto.

• El impacto puede también ser causado por la incorporación al ecosistema de cantidades mayores de ciertos elementos. Se daría aquí un proceso contrario al anterior. Los ejemplos más claros, y que saltan a la vista, son las descargas de residuos en sus formas de contaminantes y desechos, la adición de fertilizantes, etc. Nuevamente, el ecosistema natural se ve sometido a una presión para continuar su normal funcionamiento.

• Finalmente, el tercer caso se produce cuando se descarga en el ecosistema un elemento nuevo, que le es completamente ajeno. El sistema reacciona, ya sea tratando de asimilarlo, degradarlo o simplemente rechazarlo. Ambas situaciones se traducen en presiones que pueden ser relativamente fuertes sobre el funcionamiento normal del sistema natural.

Los tres casos mencionados se vinculan, y la superación de los efectos negativos dependerá finalmente del grado de homeostasis y resiliencia del sistema. La homeostasis habla de la relación con la capacidad autorreguladora del sistema, mientras que la resiliencia es su capacidad para resistir el impacto y seguir permaneciendo, en cuanto sistema. Holling ha enriquecido el concepto y se refiere a la capacidad del sistema, no sólo para resistir el impacto, sino también para utilizarlo en beneficio propio.30

Algunos ejemplos ilustrarán lo anterior. El sobrepastoreo implica retirar del sistema natural una cantidad de energía y nutrientes acumulados a un ritmo superior a su capacidad para reciclar los nutrientes y fijar la energía. En general, los grupos sociales han mostrado una creciente aptitud para utilizar la energía y los nutrientes del sistema natural, que no siempre son retornados.

Este fenómeno se ha visto fomentado por el comercio internacional. La carne y los cereales extraídos en un lugar, son consumidos en otro, y los residuos orgánicos que quedan de su utilización no regresan al sistema natural de origen, sino que son eliminados por las vías del alcantarillado, el manejo de desechos, etc. Esto se ha traducido, por ejemplo, en pérdidas de fósforo en los sistemas agrícolas. La práctica de la agricultura moderna consiste en agregar fertilizantes fosfatados, a fin de permitir la reconstrucción de su ciclo. Sin embargo, la utilización de fertilizantes fosfatados está supeditada a toda una estructura socioeconómica y a una cierta capacidad tecnológica. Las consecuencias de este proceso son el deterioro paulatino del ecosistema natural, la pérdida de la fertilidad y, finalmente, su incapacidad para sustentar el grupo social.

Por otro lado, la práctica social ha sido la utilización de unas pocas especies vivas para satisfacer las necesidades del sistema socioeconómico. Ello ha implicado una actitud selectiva, merced a la cual algunas variedades genéticas han ido desapareciendo, con los consiguientes efectos sobre la diversidad del ecosistema. Las especies domesticadas por el hombre no pasan de 100, y la alimentación humana se basa en menos especies aún.

La Academia de Ciencias de los Estados Unidos señala que existen más de 200 000 especies de plantas conocidas, pero que sólo 100 han sido domesticadas por el hombre, y sólo 30 de ellas proporcionan 85% del peso de los alimentos consumidos por los seres humanos y 95% de sus calorías y proteínas. A su vez ocho especies (trigo, arroz, maíz, cebada, avena, sorgo, mijo y centeno) proporcionan las tres cuartas partes del total de proteínas alimenticias y energía consumidas por el hombre.31

En relación con los recursos ganaderos, se da un fenómeno similar. Así, 90% del ganado doméstico pertenece a apenas una docena de especies. Según informes de la FAO, sólo en la cuenca del Mediterráneo, del total de razas vacunas existentes a comienzos de los años setenta, 115 especies estaban amenazadas de extinción y sólo 30 se mantenían.32

La pérdida de biodiversidad asociada a la eliminación de los bosques tropicales acelera dicho proceso. A su vez, los patrones imperantes en el comercio internacional promueven la homogeneización de los cultivos y los monocultivos, y refuerzan las prácticas descritas.

La diversidad es considerada como una de las formas que permiten al sistema tener un grado adecuado de homeostasis y, al mismo tiempo, su resiliencia está también relacionada con esa diversidad de especies. La concentración selectiva en el uso de pocas especies genéticas no sólo supone un mal aprovechamiento y un uso ineficiente de la naturaleza por parte del sistema social, sino que, además, tiene efectos negativos, porque la pérdida de diversidad se traduce en una mayor vulnerabilidad del sistema natural y en una alteración de sus procesos autorreguladores y de sobrevivencia.

La pérdida de diversidad no sólo tiene efectos sobre la estructura y el funcionamiento del ecosistema, sino que además aumenta los riesgos. En efecto, mientras más homogéneo es un sistema, mayor es su vulnerabilidad a las plagas de gran escala, a las enfermedades, a las fluctuaciones y azares del clima. El desastre de 1840 en los cultivos de patatas de Irlanda es un ejemplo repetidamente citado, al cual se pueden agregar hechos más recientes como las pérdidas de 15% de las cosechas americanas de trigo en 1970, que fueron azotadas por el tizón. En fecha todavía más próxima en el sudeste asiático las plagas de insectos han devastado repetidamente las plantaciones de arroz.33

Problemas similares se producen por la aplicación de técnicas y formas de utilización del sistema natural con ecosistemas caracterizados por factores estructurales y funcionales distintos. El caso ya clásico para ilustrar esta situación es la explotación de zonas tropicales y subtropicales agrícolas. Las tierras tropicales no tienen inherentemente una alta fertilidad, ya que la biomasa se concentra en las plantas que cubren la tierra más que en la tierra misma, el humus, como es normal en las zonas templadas.

Cultivos que no sean especialmente cuidados, con técnicas adecuadas para mantener la fertilidad de esos suelos, pueden acarrear pérdidas netas por erosión y eventual desertificación. En este caso, una vez más se extraen elementos del sistema natural a un ritmo superior a sus naturales procesos de regeneración,

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